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Europa, atrapada entre EE. UU. y Rusia

Europa, atrapada entre EE. UU. y Rusia
Putin (i), Trump (d).
Jorge Cachinero el

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El Economista, 5 de mayo de 2025, p.35.

El gobierno del presidente Donald J. Trump (DJT) reconoce que la era posterior a la caída del muro de Berlín ha concluido y que el mundo dejó de ser unipolar y de estar bajo la hegemonía indisputada de Estados Unidos (EE. UU.).

Aquel entorno geoestratégico fue sustituido por un planeta multipolar en el que existen algunas grandes potencias.

EE. UU. está adaptándose a toda velocidad tras realizar un diagnóstico tan realista porque lo que permanece inmutable es la necesidad de proteger sus intereses, de alcanzar sus objetivos nacionales y de garantizarse la máxima seguridad posible.

EE. UU. no puede promover su agenda internacional mediante la coerción de otros países como hacía desde 1945 y quiere retornar a una situación anterior en la que el equilibrio entre el poder y los intereses de otras potencias facilitaba la protección de los suyos.

La diplomacia es crítica en el contexto actual, especialmente, entre países que cuentan con capacidades nucleares, porque, si no se alcanzara el equilibrio deseado, el resultado sería devastador para el ser humano en caso de una confrontación directa entre aquellos.

EE. UU. necesita reeducarse rápidamente para recuperar los recursos y las habilidades que son propias del ejercicio sobrio y profesional de la diplomacia.

Europa se encuentra en una situación delicada ante este cambio del paradigma tradicional de la relación transatlántica, en el que disfrutaba de una posición central en la formulación de la política exterior estadounidense.

EE. UU. cambiará ese vínculo transatlántico profundamente porque no cuenta con las competencias para hacer frente a Rusia y a China al mismo tiempo, máxime cuando la hostilidad simultánea hacia ambas naciones las ha acercado más de lo que nunca estuvieron.

El riesgo para Europa es que EE. UU. la relegue a un tercer o un cuarto lugar en sus prioridades, ya que Washington no puede permitirse el lujo de seguir siendo el subcontratista de la seguridad europea.

La economía estadounidense no puede sostener más el modelo unipolar y no tiene los recursos para proveer de medios militares ilimitados al continente europeo.

Europa se equivoca en cómo está conduciendo su interlocución con Moscú, ya que EE. UU. necesita una distensión de sus relaciones con esta porque no puede ni enfrentarse simultáneamente a China y a Rusia, ni separar una de la otra.

La confianza de Rusia en Europa está rota después de que experimentara cómo los Acuerdos de Minsk sobre Ucrania no fueron más que un ardid para que los europeos ganaran tiempo y volvieran al asalto de la existencial frontera occidental rusa con la ayuda de EE. UU.

Algunos dirigentes del Viejo Continente no quieren que Rusia participe en la definición de los asuntos clave de la arquitectura de seguridad europea y no tienen ningún interés en forjar acuerdos con Moscú sobre estas materias.

La obsesión por mantener a Rusia fuera de la defensa europea o por no reconocerle sus intereses o sus necesidades de protección es una receta para el desastre.

EE. UU. no comparte esta política y detecta serios problemas en su relación con muchos líderes europeos, que están enrocados en su discurso de comparación de Putin con Hitler y de atribuir las ambiciones expansionistas de este a aquel.

El reto del gobierno de DJT para que Europa cambie su comportamiento es formidable.

Zelensky (i), Trump (c), Vance (d), Casa Blanca, Washington, D.C., EE. UU., 28 de febrero de 2025.

La coalición de los indispuestos y Bruselas no facilitan la comunicación con Washington, cuando reiteran que sus objetivos sobre Ucrania son que Rusia regrese a las fronteras de 1991 y pague reparaciones a Kiev y que sus líderes sean juzgados.

Este fin es inalcanzable para Europa porque no cuenta con los medios para forzar una capitulación de Rusia de ese estilo como conclusión a la guerra en Ucrania, especialmente, cuando esta la ganó Moscú y la perdieron Kiev y la Alianza Atlántica.

Asimismo, si el gobierno de DJT dedujese que Europa estuviera saboteando la iniciativa de paz estadounidense en Ucrania, las decisiones que tomara EE. UU. podrían ser muy duras para el continente europeo.

 

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