El Concepto Estratégico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) 2022 es un documento en el que, con una vigencia de 10 años, se realiza una evaluación del entorno geopolítico y de seguridad de la OTAN y se marca, de forma general, la dirección que debe seguir la Alianza Atlántica en la siguiente década.
Las cinco desafíos que la OTAN ha identificado para el Concepto Estratégico 2022 son el resurgimiento de la rivalidad sistémica entre grandes potencias, el incremento de la guerra a través de métodos híbridos, el crecimiento de la guerra a través de terceros o intermediarios, la expansión a través de las fronteras nacionales del terrorismo internacional yihadista y la evolución de las tecnologías disruptivas y emergentes, que están aumentando la velocidad del proceso de toma de decisiones, acelerando el tempo de las operaciones militares o estimulando las operaciones militares de múltiples dimensiones.
Ante estos retos, la OTAN propone, por el momento, a sus socios, hacerles frente mediante otras tantas líneas de actuación.
Para empezar, la OTAN recomienda mantener, sin cambios, sus tres tareas centrales, es decir, la defensa colectiva, la gestión de crisis y la seguridad cooperativa.
La Alianza considera que estos tres instrumentos son útiles y proveen de la flexibilidad y de los recursos necesarios para hacer frente a una variedad, cada vez más amplia, de retos de seguridad, por mucho que haya que adaptar la forma en la que se expresen y se ejecuten.
Asimismo, la OTAN propone a sus socios adoptar una visión más global, dado que, desde 2014, su posicionamiento de seguridad actual debe tomar en consideración los cambios significativos acontecidos en el mundo, como la competencia creciente que viene desde el área del Indo-Pacífico, es decir, China, o como el carácter anónimo que tienen muchos de los desafíos de hoy y, seguramente, de mañana.
Esta es una dirección compleja y difícil de asumir por la Alianza Atlántica debido a las percepciones diferentes y enfrentadas que, sobre los riesgos, existen dentro de la OTAN, que se agudizarán, si se consigue un acuerdo interno sobre este asunto, cuando haya que tomar decisiones sobre la necesidad de movilizar y de trasladar un gran volumen de recursos de los miembros de la organización desde Europa hacia a Asia, algo que preocupa a muchos países, especialmente, a los Bálticos.
En cualquier caso, incluso si la OTAN adoptara esta visión más global de su papel en el mundo, es difícil imaginar movilizaciones de tropas a gran escala como sucedió en la misión de Afganistán.
En cambio, es más realista esperar que lo que la OTAN desplegará para conseguir ese rol global serán contingentes más pequeños, de operaciones especiales, y la continuación, ya en marcha, y la ampliación de las actividades de construcción de capacidades con un número grande de socios, de sus gobiernos y de sus fuerzas locales.
Ese sería, por ejemplo, el caso, a replicar en el futuro, de la expansión, a comienzos de 2021, de la Misión de la OTAN en Iraq desde 500 a 3.000 soldados.
En la OTAN se cree que ésta podría ser una fórmula que permitiría restaurar su papel como proveedor de seguridad de escala internacional, sin incurrir en los costes económicos, ni en los costes políticos de las presencias de largo plazo, en territorios alejados de su área geográfica principal, de las misiones precedentes.
Específicamente, en el caso de China, no es probable que la OTAN tome una posición muy agresiva porque no hay acuerdo para ello entre sus socios y porque existe el temor a que la organización se vea arrastrada a un conflicto distante como el de Afganistán.
Es más realista anticipar que la OTAN trate de capitalizar sus relaciones actuales con sus socios asiáticos -Corea del Sur, Japón o Nueva Zelanda-, de profundizar dichas asociaciones y de involucrarse en la construcción de capacidades locales con todos ellos como forma de mandar un mensaje disuasorio a China.
Asimismo, la OTAN ambiciona crear un entorno de relación permanente con China a través de un NATO-China Council, similar al NATO-Russia Council (NRC), aunque este último no es precisamente un modelo de mejores prácticas sobre cómo utilizar estos instrumentos para crear un marco efectivo para la interlocución diplomática permanente entre las partes.
Para que esta dirección estratégica pueda ser cumplida eficazmente, la OTAN quiere aprovechar la aprobación del Concepto Estratégico 2022 para cambiar el proceso de toma de decisiones y de consultas internas de la organización.
Hoy en día, el principio del consenso es más difícil de alcanzar internamente debido, por un lado, a la existencia de percepciones de riesgos muy diferentes entre los miembros de la Alianza y, por otra parte, a la complejidad añadida de incrementar los acuerdos y las asociaciones con aliados de fuera de la organización.
Todo ello debería conseguirse, según la OTAN, reafirmando la centralidad de la OTAN a la hora de dar respuesta a los temas prioritarios y a los desafíos de su preocupación sin debilitar, al mismo tiempo, el papel de la OTAN como el foro primero para discutir asuntos de seguridad que afectan a Occidente.
Además, en todo lo relativo a la defensa colectiva y la disuasión, el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN confirmará, muy probablemente, la importancia del poder militar convencional para hacer frente a las grandes potencias competidoras.
Esta opción deja abierta la incógnita sobre el rol de la disuasión nuclear en el planeamiento de la OTAN en un momento, precisamente, en el que parece que Biden y su equipo quieren tomar una decisión similar para la defensa de los intereses de Estados Unidos (EE. UU.) en el mundo.
Dentro de los planes de la estrategia militar de la OTAN para la próxima década, se propone incorporar nuevas herramientas e instrumentos no tradicionales para hacer frente a retos provenientes de dominios múltiples, especialmente, en la región euro-atlántica y, más en concreto, en el continente europeo.
La OTAN continuará con el desarrollo de su nuevo concepto tecnológico –NATO Warfighting Capstone Concept (NWCC), en inglés- y de su Fondo para la Innovación –NATO Innovation Fund, en inglés-, puestos en marcha en 2021, con la visión de que las Fuerzas Armadas de los socios de la Alianza Atlántica desarrollen tecnológicamente sus instituciones militares y adapten sus doctrinas militares, de acuerdo con dicha transformación tecnológica, para mantener su liderazgo durante, al menos, los próximos veinte años, gracias a soluciones surgidas de la revolución de las nuevas tecnologías, especialmente, las de aplicación ciber.
De forma complementaria a lo anterior, la OTAN lanzará, en 2023, el llamado Acelerador de Innovación en Defensa del Atlántico Norte –Defence Innovation Accelerator of the North Atlantic (DIANA), en inglés-, que replicará a la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa de los EE. UU. –Defence Advanced Research Projects Agency (DARPA)-, con el objetivo de acelerar la cooperación transatlántica en tecnologías críticas y de ayudar a la OTAN a trabajar más estrechamente, en todos los asuntos del desarrollo tecnológico, con la industria y con el mundo académico.
Especialmente, las tecnologías disruptivas y emergentes tendrán un lugar prioritario en las prioridades de la OTAN y se hará un énfasis especial en la capacidad de resistencia y de protección de las infraestructuras críticas, como primera línea de defensa, frente a aquellos retos que se produzcan por debajo del umbral de un ataque armado convencional y dentro del dominio de los actos hostiles a través de métodos híbridos.
Finalmente, la OTAN buscará una mayor cooperación con la Unión Europea (UE) en un momento en el que ésta busca adaptarse para poder desempeñar un papel más relevante como proveedor de seguridad internacionalmente.
De hecho, los borradores de los documentos que la UE está elaborando, en estos momentos, sobre su Brújula Estratégica –Strategic Compass, en inglés-, que debe ser aprobada en marzo de 2022, aborda asuntos desde puntos de vista muy similares a los del Concepto Estratégico de la OTAN.
Para concluir, la última de las líneas directoras que la OTAN propone para su Concepto Estratégico 2022 es la de reafirmar su compromiso con la democracia y con el imperio de la ley, en un momento en el que la OTAN ha identificado que los retos a los que deberá hacer frente, en la próxima década, serán, también, ideológicos y de valores.
El actual ejercicio de pensamiento estratégico de la OTAN -definición de entorno y señalización de dirección- no debería olvidar que el anterior Concepto Estratégico de la Alianza, que se aprobó en 2010, tuvo dos puntos ciegos, ya que no supo anticipar ni la primavera árabe de 2011, ni las fricciones con la Federación Rusa, en torno a la frontera occidental de ésta, en 2014.
Los planes previsionales mejor intencionados y preparados cuidadosamente suelen saltar en pedazos cuando salen al encuentro de la realidad.
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