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Concepto Estratégico OTAN 2022 (1/2): Entorno

Concepto Estratégico OTAN 2022 (1/2): Entorno
Jorge Cachinero el

El Concepto EstratégicoStrategic Concept, en inglés- de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es el segundo documento más importante de la OTAN, después del Tratado del Atlántico Norte, también conocido como Tratado de Washington, su documento básico, que fue firmado, el 4 de abril de 1949, por sus doce socios constituyentes: Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos (EE. UU.), Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido.

Ceremonia de firma del Tratado de Washington, Washington D.C., EE. UU., 1949

El Tratado de Washington es un documento corto, de sólo 14 artículos, flexible y basado en el artículo 51 de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que versa sobre “el derecho inmanente de legítima defensa” de sus miembros.

De los 14 artículos, tres son los fundamentales del tratado constitutivo de la OTAN.

El artículo 3 trata sobre la necesaria inversión que sus socios deben realizar en construir, en desarrollar y en mantener sus capacidades militares para hacer frente a los retos y a los desafíos que se le planteen a sus sociedades y, en última instancia, para poder resistir, si llegara el caso, a un conflicto armado.

El artículo 4 se refiere al proceso de consultas políticas entre los socios cuando uno de ellos es amenazado y que, hasta el momento, sólo se ha invocado seis veces desde la creación de la OTAN.

Y, finalmente, el artículo 5 es la piedra angular de la organización, ya que encapsula el concepto del compromiso con la defensa colectiva de todos sus miembros, de tal forma que un ataque contra uno de los aliados es considerado como un ataque contra todos ellos, y la única ocasión en la que se ha activado fue tras el ataque terrorista contra EE. UU., el 11 de septiembre de 2001.

11 de septiembre de 2001, Ciudad de Nueva York, EE. UU.

El mandato central del Tratado de Washington nunca se ha modificado desde su firma.

Por su parte, el Concepto Estratégico es un documento en el que, con una vigencia de 10 años, se realiza una evaluación del entorno estratégico y de seguridad de la OTAN y se marca, de forma general, la dirección que debe seguir la organización en la siguiente década.

A lo largo de su historia, la OTAN ha vivido, hasta hoy, tres periodos históricos diferenciados.

El primero fue el de la Guerra Fría, entre 1949 y 1991, en el que el foco de la OTAN estuvo puesto en hacer frente a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y al Pacto de Varsovia, que se había formado, en torno a aquella, por todos los países europeos de la Europa Central y del Este, que, después del final de la II Guerra Mundial, quedaron bajo el control de la URSS, y frente a todos los cuales la OTAN contrapuso la disuasión como pilar básico de su concepto de defensa colectiva.

Joseph Kennedy (i), Nikita Khrushchev (d)

El segundo periodo, entre los años 90 y 2014, comenzó con la intervención de la OTAN en las guerras de los Balcanes, específicamente, con el bombardeo de la República Federal de Yugoslavia, lo que significó la ruptura del orden internacional liberal, como se había conocido hasta entonces, y continuó con las guerras contra el terrorismo islámico, después del 11 de septiembre de 2001, es decir, gestionando intervenciones militares fuera del área geográfica natural y originalmente definida en la constitución de la OTAN.

Por último, la OTAN se encuentra, actualmente, en un periodo que comenzó en 2014 con la sucesión del putsch en Kiev, la capital de Ucrania, la guerra civil que le siguió, entre el nuevo gobierno del país y las repúblicas de Lugansk y de Donetsk, en su región oriental del Donbass, y la recuperación, por parte de la Federación Rusa, de la soberanía sobre la península de Crimea.

En esta fase presente, la Alianza Atlántica ha continuado con su atención estratégica puesta en la amenaza del terrorismo islámico, a la vez que ha recuperado la rivalidad estratégica frente a Rusia y frente a las llamadas guerras de métodos híbridos, a través de la defensa colectiva, la gestión de intervenciones militares fuera de área y, además, intentando proyectar estabilidad en los países en los que interviene.

El Concepto Estratégico vigente en la OTAN es el de 2010, que se construyó bajo el mantra de Active Engagement, Modern Defencecompromiso activo, defensa moderna, en español-, cuyos pilares son la defensa colectiva, la gestión de crisis y la cooperación en seguridad y que, en sus orígenes, llegó a contar con Rusia como socio estratégico.

De acuerdo con el borrador del Concepto Estratégico que la OTAN quiere aprobar en verano de 2022, la organización identifica cinco fenómenos que están definiendo el que cree que será el entorno estratégico de los próximos años.

En primer lugar, existe dentro de la OTAN el reconocimiento colectivo de que, en el momento actual, el mundo vive un proceso de resurgimiento de la rivalidad sistémica entre grandes potencias.

Por un lado, la OTAN está persuadida de que Rusia continúa representando una amenaza significativa para la organización y para sus aliados bien por su despliegue militar -en tropas en el Mar Báltico y en el Mar Negro, en campañas de métodos híbridos o en el reforzamiento de su armamento convencional- o bien por su retórica agresiva.

Por otra parte, la OTAN reconoce que, por primera vez en su historia, debe hacer frente a un segundo rival sistémico, China, quien está mostrando su asertividad no sólo en asuntos económicos, sino, también, en los militares, como pone de manifiesto el incremento de sus capacidades de aguas azules, es decir, de contar una armada preparada para navegar en aguas profundas y en océanos abiertos.

La necesidad de hacer frente a dos rivales, al mismo tiempo, complica significativamente el proceso de reflexión estratégica de la OTAN.

Esta dificultad se agrava por el hecho de que, desde la OTAN, no se sabe evaluar adecuadamente la naturaleza de la relación actual entre esas dos grandes potencias, que le parece poca clara, y le cuesta definirla bien como de “asociación prioritaria”, bien como de “asociación estratégica” o bien, incluso, como de embrión de una futura alianza militar.

A los retos del análisis mismo se une la división de opiniones y la falta de acuerdo dentro de la OTAN sobre cómo debe ser tratada China.

Existe, dentro de la OTAN, un grupo de países -Alemania, EE. UU., Francia, Lituania o Reino Unido- que preferirían que la Alianza Atlántica adoptara frente a China una postura más agresiva o de confrontación.

Sin embargo, otros muchos países miembros de la OTAN preferirían no tener que verse involucrados en esta rivalidad de alto riesgo porque les gustaría capitalizar y beneficiarse de las oportunidades económicas que China les ofrece.

Esta rivalidad con grandes potencias es vivida por la OTAN, también, como una confrontación ideológica entre el modelo democrático, de imperio de la ley y de respeto a los derechos humanos que representa frente a las alternativas no democráticas e iliberales que Rusia y China promueven.

En este contexto, la OTAN asume que se está produciendo un incremento de la guerra a través de métodos híbridos por razones competitivas entre las grandes potencias.

A pesar de que Rusia y China son potencias nucleares, la OTAN cree que ambas están utilizando métodos tácticos, por debajo del umbral de la confrontación militar abierta y directa, como son la propaganda, la desinformación, los ciber ataques o la infiltración, para aprovecharse de las debilidades de algunos países de la Alianza y contra los que las soluciones militares convencionales no son las mejores herramientas para hacerles frente adecuadamente.

Ligado al fenómeno anterior, la OTAN observa el crecimiento de la guerra a través de terceros o intermediariosproxy warfare, en inglés-, de forma que, en territorios de la Alianza, se suceden crisis y conflictos, que son de naturaleza de suma cero.

A ello contribuye significativamente el desarrollo de las nuevas tecnologías aplicadas al planeamiento y al desarrollo de las guerras -drones o ciber, por ejemplo- o el despliegue de formaciones, como las compañías militares privadas –Private Military Companies (PMCs), en inglés- o como otros actores de seguridad, que son usados por las grandes potencias para reducir costes económicos y costes políticos o, en algunos casos, para dotarse a sí mismas de argumentos de “negación creíble” –plausible deniability, en inglés- en determinados conflictos en los que no quieren verse involucrados, directa o abiertamente.

Este es un sistema de combate que está siendo utilizado frecuentemente, asimismo, por potencias medias, cuya presencia en la escena internacional sigue creciendo, como Arabia Saudí, como Egipto o como Irán, las cuales, de esta forma, buscan influir en los conflictos que se desarrollan en sus vecindades más o menos cercanas.

Para la OTAN, existe otro flanco de atención en este tipo de conflictos porque, en ellos, pueden intervenir, indirectamente, actores como Rusia -Libia, Siria o el Sahel, por citar tres escenarios-, bien para proyectar su influencia a expensas de la de los miembros de la Alianza Atlántica o bien para utilizar dichos territorios como bases para lanzar ataques futuros contra la OTAN.

De forma adicional, la OTAN percibe que el proceso de internacionalización de los retos de seguridad, ya sean nuevos o ya sean antiguos, aunque reforzados, para la organización continúa y, entre estos, destaca el del terrorismo internacional yihadista.

Por una parte, el Estado Islámico (EI), que surgió en Iraq y en Siria, donde ha sido, prácticamente, derrotado, ha conseguido, por otra parte, con gran éxito, expandir sus actividades a Libia, al Sahel, a Afganistán o a Mozambique.

Los grupos terroristas internacionales han conseguido, de forma complementaria, obtener y utilizar nuevas herramientas tecnologicas, que les están permitiendo operar de forma anónima, reclutar nuevos activistas y proliferar más fácilmente en cualquier rincón del mundo, mientras que la labor que realizan los gobiernos de los países de la OTAN para combatirlos se está haciendo más difícil, como se está experimentado en los últimos años.

Miembros de Badri 313, batallón de fuerzas especiales del Talibán, aeropuerto internacional de Kabul, Afganistán

Por último, la OTAN presta especial atención a la evolución, rápida y revolucionaria, durante las últimas décadas, de las tecnologías disruptivas y emergentesEmerging and Disruptive Technologies (EDTs), en inglés-, a las que China y Rusia, aunque ésta en una menor escala que la anterior, están dedicando un volumen de recursos significativo con el propósito de obtener ventaja sobre Occidente.

Estas tecnologías, convencionales y no convencionales, como la inteligencia artificial (IA), el aprendizaje automático –Machine Learning, en inglés-, el análisis de datos, la computación cuántica, la robótica, los vehículos hipersónicos o la exploración del espacio, están teniendo un impacto profundo y duradero en la planificación y en la conducción de las guerras del futuro al aumentar la velocidad del proceso de toma de decisiones, al incrementar el tempo de las operaciones militares o al estimular las operaciones militares de múltiples dimensiones.

El borrador del Concepto Estratégico que la OTAN quiere aprobar en verano de 2022 advierte que, si los miembros de la Alianza Atlántica no desarrollan capacidades propias en todos estos dominios, se arriesgan a perder la ventaja militar frente a sus competidores.

De ahí, que este borrador, también, avance propuestas de dirección estratégica que deben ser revisadas y aprobadas por los miembros de la OTAN antes del verano.

 

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