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¿Cómo EE. UU. compite tecnológicamente contra China?

¿Cómo EE. UU. compite tecnológicamente contra China?
Jorge Cachinero el

Estados Unidos (EE. UU.) está reformulando, desde 2021, sus políticas sobre el desarrollo tecnológico del país con el objetivo declarado de competir mejor, en este terreno, también, con China.

Los ejes vertebradores de este nuevo diseño de la estrategia del gobierno estadounidense para hacer frente a la fortaleza tecnológica creciente de China son dos.

Por un lado, Washington está forzando el retorno de las compañías estadounidenses desde China a EE. UU.

En segundo lugar, el gobierno estadounidense está interviniendo directamente en el sector de la alta tecnología del país, especialmente, en todo lo referido a la microelectrónica, que es, a fin de cuentas, el corazón del desarrollo tecnológico del momento presente y del futuro más inmediato.

Las políticas públicas de EE. UU. han identificado cuatro áreas en las que focalizar su intervención para alcanzar el fin de reducir la dependencia tecnológica de China.

EE. UU. está incentivando el desarrollo de la capacidad manufacturera de chips en suelo estadounidense u onshoring, en inglés, tras la aprobación, en agosto de 2022, de la ley llamada CHIPS & Science Act.

El gobierno estadounidense apostó, con esta norma, por el fortalecimiento de la fabricación, de las cadenas de suministro y de la seguridad nacional estadounidenses y por el compromiso de invertir en investigación y desarrollo, en ciencia y tecnología y en mano de obra altamente cualificada.

Todo ello se hizo con la aspiración explicitada de que EE. UU. pueda recuperar el liderazgo en las industrias del futuro, como son la nanotecnología, la energía limpia, la computación cuántica o la inteligencia artificial.

Diversas compañías estadounidenses han formulado, desde la aprobación de esta ley, su compromiso de dedicar cientos de millardos de dólares para investigar y desarrollar tecnologías y productos en el sector de los semiconductores y para construir fábricas de chips a lo largo y ancho del país.

Asimismo, EE. UU. está apostando por la cooperación con países amistosos, por ejemplo, India, Tailandia o Vietnam, en un proceso de friendshoring, como se le denomina, en inglés, para estos mismos propósitos de manufactura de chips.

El gobierno estadounidense quiere reconfigurar su sector de las altas tecnologías mediante la ruptura de las conexiones con China para, a continuación, limitar exclusivamente el alcance las cadenas de valor de estas industrias a los países considerados como amistosos por EE. UU.

EE. UU. necesita, de forma adicional, retrasar y, si fuera posible, socavar el desarrollo tecnológico de China.

Para ello, el gobierno estadounidense utiliza las sanciones contra empresas chinas -como ocurre con Huawei-, continúa aumentando su lista negra de empresas chinas castigadas y está haciendo todo lo posible para impedir el acceso de éstas a la compra de chips estadounidenses.

Por último, EE. UU. está tejiendo una malla de alianzas asimétricas sobre tecnologías avanzadas, como suele hacer en el terreno de la seguridad y de la defensa.

Ejemplos de lo anterior son el Consejo Científico EE. UU.-Unión Europea (UE) o la llamada Chip 4 Alliance, que, además de EE. UU., incluye a Corea del Sur, Japón y Taiwán, es decir, los tigres mundiales en la industria mundial de los microchips.

Chip 4 Alliance.

El éxito de EE. UU. no está garantizado con esta estrategia para hacer frente al liderazgo chino actual en la mayoría de las tecnologías más avanzadas, dadas las vulnerabilidades de la política estadounidense.

La fabricación de chips es un proceso muy caro y, si se realiza en EE. UU., lo es aún más.

Los costes de la producción de chips en suelo estadounidense son un 30% o un 40% más elevados que en China o que en Taiwán, por lo que aquella no es suficientemente competitiva.

EE. UU. tiene un cuello de botella muy serio en este terreno porque necesita urgentemente contar con un suministro ininterrumpido de chips de vanguardia.

La fabricación local estadounidense, en 2026, sólo será capaz de cubrir un porcentaje insignificante de la demanda nacional de chips, a pesar de las políticas desplegadas por el gobierno, desde 2021, y la producción de chips en países amistosos no cubrirá esta carencia por mucho tiempo.

La debilidad mayor del entramado tecnológico de EE. UU. es, por encima de las anteriores, en estos momentos, su déficit de talento, sobre todo, si se compara con el que, durante las últimas décadas, se ha desarrollado en China, que se estima, por los más prudentes, en cientos de miles de ingenieros de alta capacitación.

En último lugar, las compañías estadounidenses son las que se están resistiendo a perder todo contacto con el entramado industrial tecnológico chino porque no tiene ningún sentido de negocio para ellas.

EE. UU. se ha despertado tarde a la realidad del nivel y de la profundidad de su interdependencia tecnológica con China, que no es fácil, ni rápida de revertir.

Alcanzar una autonomía tecnológica completa es muy complicado, en el mundo actual, y, también, lo será para EE. UU.

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