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Venezuela, origen del fraude electoral electrónico en América

Venezuela, origen del fraude electoral electrónico en América
Jorge Cachinero el

Venezuela fue un país gobernado por dictadores durante la primera mitad del siglo XX.

A partir de la aprobación de la Constitución de 1947, Venezuela pudo celebrar elecciones libres y justas.

El período histórico que se abrió en Venezuela entonces no se libró, a pesar de ello, ni de brotes de violencia, ni de asonadas militares.

No obstante, a partir de la elección de Rómulo Betancourt como presidente de la República, en febrero de 1959 -en realidad, Betancourt ya había sido presidente de la llamada Junta Revolucionaria de Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela, entre 1945 y 1948-, Venezuela disfrutó de una era de relativa tranquilidad y de gobiernos elegidos por los venezolanos a través de elecciones libres y justas.

De hecho, durante los casi cuarenta años de vida democrática en Venezuela, de 1959 a 1998, ni un solo candidato venezolano se quejó jamás de los resultados de las elecciones en su país.

Los procesos electorales se realizaron siempre mediante votación manual, identificación de los votantes, recuento supervisado por todos los partidos contendientes y elaboración manual de las actas electorales.

Las elecciones de 1998, convocadas para elegir al presidente de la República, fueron las últimas elecciones libres, limpias y justas que se celebraron en Venezuela.

En aquel año, el vencedor fue Hugo Chávez, quien, desde el primer momento, mostró su ambición de poner fin a las elecciones libres y justas y de crear, alternativamente, un modelo de proceso electoral, gracias al cual él fuera siempre el ganador.

Como Hugo Chávez solía afirmar de forma retadora, y continuaron haciéndolo, después, los jerarcas del régimen creado por él, “no nos vamos ni por las buenas, ni por las malas”.

A partir de 1998 fue cuando el sistema electoral venezolano introdujo las máquinas sumadoras en cada mesa electoral con el soporte de todo un sistema electrónico de emisión y de escrutinio del voto y de elaboración de las actas electorales.

En mayo de 2000, un ingeniero venezolano, Antonio Mugica, creó una sociedad, llamada Smartmatic, a la que residenció en Boca Raton, Florida, Estados Unidos (EE. UU.), y cuyo objeto social era la fabricación de máquinas de recuento de votos electorales.

Ese mismo día, en ese mismo lugar y en ese mismo acto, también se fundó Bizta, la compañía que se encargó de desarrollar el software a utilizar por las máquinas de Smartmatic.

Meses después, en junio de 2003, mientras la oposición venezolana preparaba la convocatoria del llamado referéndum revocatorio presidencial, que se celebró el 15 de agosto del 2004, para decidir la permanencia de Hugo Chávez como Jefe del Estado, este, según la oposición venezolana, se convirtió en el principal accionista de Bizta.

Posteriormente, en septiembre de 2003, la Junta Electoral de Venezuela sacó a licitación pública el sistema electrónico de gestión de las votaciones en el país.

El adjudicatario de aquel concurso fue el Grupo SBC, compuesto por Smartmatic y Bizta, más la italiana Olivetti, que fue la compañía que fabricó las máquinas de recuento para esa ocasión.

Las nuevas máquinas llegaron a Venezuela en junio de 2004 y Hugo Chávez aceptó, finalmente, participar en dicho referéndum revocatorio presidencial.

El referéndum se celebró en agosto de 2004.

Para este, las máquinas del Grupo SBC fueron desplegadas en todas las mesas electorales a lo largo y ancho de Venezuela.

Las máquinas contaban con pantallas táctiles sobre las que se votaba para que, a continuación, esas máquinas emitieran un voto, que se introducía en las urnas correspondientes.

Terminada la jornada electoral, aquellas máquinas se conectaron a internet y emitieron las actas electorales o certificaciones de votación.

No se permitió, en ningún momento del proceso, que apoderados o interventores de cualquier partido opositor u observador internacional cotejaran los resultados de la votación con los votos emitidos por las máquinas.

El resultado oficial del referéndum revocatorio presidencial fue el de no revocar a Hugo Chávez de la Presidencia de Venezuela.

En conclusión, unas elecciones pierden seguridad y, por lo tanto, el fraude electoral se facilita cuando se utiliza un sistema electrónico para la gestión de todos los pasos del proceso electoral.

De hecho, los fraudes electorales extremadamente sofisticados que están sucediendo en América, durante las últimas dos décadas, comenzaron en Venezuela.

En Venezuela, el sistema electoral fraudulento funciona a través de un sistema informático u operativo ilegal y paralelo al oficial, que permite a las autoridades del régimen chavista conocer la evolución real del voto mientras se está desarrollando la jornada electoral.

Así, este sistema informático paralelo permite al régimen saber, en todo momento, cuál es el número de votos falsos que son necesarios introducir o contabilizar en el sistema oficial para cambiar el resultado electoral.

Normalmente, el uso de esos sistemas electrónicos se gestiona en una sala de situación, es decir, un espacio estratégico, situado en una sede militar o política, desde el que se levanta, canaliza, centraliza, registra, sistematiza, analiza y socializa la información, en tiempo real, sobre la evaluación de la jornada electoral.

Esas salas de control, mando e información son las que dan la orden de suspender el recuento de los votos en la noche electoral para hacer introducciones ilegales de votos en dicho conteo, a través de servidores conectados a la red, y efectuar, de esa forma, el cambio de los números de los votos reales.

Así es como, según la oposición venezolana, Nicolás Maduro derrotó a Henrique Capriles, gobernador de Miranda y candidato opositor, en las elecciones presidenciales que se celebraron en Venezuela, el 14 de abril de 2013, tras la muerte de Hugo Chávez, el 5 de marzo previo.

En definitiva, los países en los que el voto electrónico está prohibido y sus gobiernos son democráticos, como, por ejemplo, la República Federal de Alemania, existen garantías verdaderas de que los electores no se verán privados de entender correctamente y de tener visibilidad de todos los pasos de un proceso electoral.

Por añadidura, los sistemas electorales libres y justos son vulnerables al fraude cuando los supervisan organismos electorales supeditados a gobiernos no democráticos o dictatoriales, quienes, por su propia naturaleza, siempre buscan cualquier medio, incluido el fraude electoral, para mantenerse en el poder.

En conclusión, cualquier país de América está en riesgo de sufrir hoy un fraude electoral, si su gobierno no es plenamente democrático o si se permite introducir sistemas electrónicos de gestión de cualquier fase o de la totalidad de un proceso electoral.

Por todo ello, las próximas elecciones en Venezuela no serán una excepción a esta regla y no serán fiables.

 

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