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Africanos agraviados

Africanos agraviados
Manifestación en apoyo del líder del golpe, General Tchiani, Niamey, Niger, 30 de julio de 2023.
Jorge Cachinero el

Varios países de África han experimentado recientemente situaciones políticas difíciles, que han puesto de manifiesto el estado de la lucha por el control político en el que se encuentran sus naciones.

El 26 de julio de 2023, el presidente de Níger, Mohamed Bazoum, fue destituido por su propia guardia presidencial.

Bazoum había sido elegido en 2021, en el que fue el primer traspaso de poder pacífico y democrático que tuvo lugar en esa nación, desde que obtuvo su independencia en 1960.

Todas las amenazas de intervención en Níger para restaurar el statu quo ante, que la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) lanzó a las nuevas autoridades del país, no se cumplieron, a pesar de que contaban con el apoyo de algunas potencias occidentales, como Estados Unidos (EE. UU.) o como Francia.

El 30 de agosto de 2023, un grupo de oficiales del Ejército de Gabón tomó el poder y anuló, así, el resultado de unas elecciones, tan solo unos minutos después de que se hubiera anunciado que su ganador había sido el presidente Ali Bongo.

Bongo era el jefe del Estado, desde 2009, tras haber sucedido a su padre, Omar Bongo, quien había gobernado el país durante los 42 años anteriores.

Según estos oficiales de las Fuerzas Armadas de Gabón, la victoria electoral de Bongo no era creíble.

El 27 de septiembre de 2023, el gobierno de transición de Burkina Faso afirmó que había frustrado “un intento de golpe de Estado“, casi un año después de que el capitán Ibrahim Traoré hubiera llegado al poder gracias a una rebelión similar a ésta.

Estos tres episodios continúan la serie de golpes de estado o de cambios ilegales de líderes que se han producido en países de la CEDEAO -Mali, agosto de 2020 y mayo de 2021, Guinea, septiembre de 2021, y Burkina Faso, enero y septiembre de 2022- en los últimos tres años.

La política está atravesando por un período de gran inestabilidad en esta región de África debido a una serie de fenómenos, cuya efervescencia se está produciendo simultáneamente.

Por una parte, el apoyo hacia los presidentes y hacia los gobiernos de muchos de estos países está declinando porque sus ciudadanos no los perciben como suficientemente representativos de sus intereses.

Asimismo, el crecimiento de la impopularidad de muchos gobernantes africanos hunde sus raíces en la percepción extendida de que sus gobiernos están demasiado comprometidos con las antiguas potencias colonizadoras, especialmente, Francia.

A lo anterior se suma el que las rivalidades entre las élites políticas y militares de esas naciones están dificultando que sus gobiernos atiendan las urgencias de seguridad de sus poblaciones.

Entre ellas, destaca, de manera especial, la de preservar la integridad territorial de sus países frente a la amenaza creciente del yihadismo terrorista.

El comportamiento de ciertas potencias occidentales hacia ellos tampoco ayuda.

El sentimiento entre los habitantes de muchas naciones de que sus recursos y sus riquezas naturales les están siendo expropiadas y de que la estructura de sus economías domésticas está siendo exprimidas se extiende.

Por último, en muchos países africanos no se entiende el empeño occidental de impregnar sus culturales locales con la exportación de la ideología woke, especialmente, en todo lo referente al cuestionamiento de la biología de los seres humanos.

En definitiva, las causas de estos golpes tienen que ver con el cansancio de la población con unos gobernantes, que son capaces de perpetuarse en el poder más allá de los 30 años y de resistirse a perderlo mediante peleas intestinas por su control.

A ese hastío se suma la insatisfacción de la ciudadanía hacia la situación de la economía, incluso, hacia las condiciones de extrema pobreza que se producen en algunos países, como es el caso de Gabón, o hacia la injusta explotación de los recursos y de las riquezas naturales de muchas naciones.

Por último, las luchas generacionales, suscitadas por los más jóvenes, recorren todas estas manifestaciones de descontento ciudadano.

Además de las razones internas de todas estas turbulencias políticas, se deben analizar los motivos externos que, generados por antiguas potencias coloniales, trasladan al interior de esos países dicha inestabilidad política.

Desde 2011, cuando las potencias globales occidentales decidieron acabar o socavar los regímenes políticos de Túnez o de Libia, los países que habían dominado ciertas regiones de África han seguido, en la sombra, explotando las contradicciones políticas internas de esas naciones.

Níger decidió paralizar los envíos de oro a su antigua metrópoli o el suministro del 40% del uranio que Francia consume anualmente, antes de su crisis más reciente.

En muchas ocasiones, analizar la política local de África exige mirar más allá del continente africano.

 

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