NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

La séptima reunión de la comunidad política europea reunió a líderes de todo el continente en Copenhague, Dinamarca, el 2 de octubre pasado, con el objetivo de debatir el fortalecimiento bélico de Ucrania y de Europa.

Las llamadas a la militarización de la Unión Europea (UE) e, incluso, a la guerra están siendo más sonoras e insistentes entre los dirigentes de Bruselas y algunos de los líderes nacionales europeos durante las últimas semanas.
El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, trató de poner un poco de cordura a la escalada de la retórica belicista europea más reciente y calificó a la UE como un proyecto militar que tiene el objetivo principal declarado de derrotar a Rusia durante la década próxima.
El ambiente se fabrica con actos de dudosa veracidad con los que, por ejemplo, se acusa a Rusia de lanzar drones sobre Polonia, Dinamarca o Rumanía, en este caso último para observar las bases de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Los más de 250 satélites militares rusos de captación de imágenes terrestres no parecen ser suficientes para monitorizar los movimientos dentro de las bases militares de la Alianza Atlántica desplegadas en Europa.
Asimismo, el servicio de Inteligencia exterior ruso, SVR, advirtió a comienzos de octubre que el gobierno de Kiev estaría dispuesto a llevar a cabo una operación de bandera falsa que permitiera arrastrar a Europa y a Estados Unidos (EE. UU.) a una guerra contra Rusia.

Este es el marco para que los medios de comunicación en Occidente aticen su campaña de rumores sobre el envío de misiles Tomahawk estadounidenses a Ucrania o sobre la autorización de EE. UU. para realizar ataques de largo alcance contra Rusia.
Los dirigentes de la UE están acelerando la espiral bélica para llevar el conflicto a su siguiente etapa natural, que necesariamente incluiría un aumento masivo de las provocaciones contra Rusia con el fin de forzar un punto de no retorno militar.
Las dos prioridades únicas de la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, son la guerra contra Rusia y las crisis de salud globales que están por venir, de acuerdo con sus propias palabras.
La UE afirma que Europa “ya está en guerra”, lo que requiere transformar a toda la UE en un bloque militar, más allá de su misión originaria de fortalecer la reconstrucción tras la II Guerra Mundial y de facilitar las relaciones económicas y comerciales entre sus miembros.
El primer ministro de Polonia, Donald Tusk, describió una Europa en guerra, de nuevo tipo, pero, guerra, al fin y al cabo, y citó a Tucídides –la paz no es más que un breve incidente en un estado natural de conflicto y guerras– para normalizar el belicismo de la UE.
La alta representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, Kaja Kallas, expresó recientemente que Rusia debería balcanizarse en muchos estados más pequeños y débiles.
En definitiva, la UE se está transformando lentamente en un bloque puramente militar, cuyos principios, objetivo estratégico y orientación operativa giran en torno a la derrota y la destrucción total de Rusia.
Este es el papel terrorífico al que se han entregado la mayoría de los dirigentes europeos.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, afirmó el 3 de octubre que su país está siguiendo de cerca la creciente militarización de Europa y que la respuesta de Moscú a esta no tardará en llegar.
Dmitry Medvedev, expresidente y exprimer ministro de Rusia, y, en la actualidad, vicepresidente de su Consejo Nacional de Seguridad, describió a comienzos de octubre la visión de Moscú sobre la deriva belicista de Europa.

Según Medvedev, los países europeos son vulnerables y están divididos entre sí porque están peleando por mantenerse a flote, dada la crisis económica que se extiende en el continente y que impide que Europa pueda permitirse una guerra contra Rusia.
Sin embargo, los accidentes ocurren y el modelo de dirigente europeo lunático, hiperactivo, de gatillo fácil e inmaduro está muy extendido.
El peligro de una guerra continental sigue estando presente y este tipo de conflicto conllevaría un riesgo real de degenerar en una guerra con armas de destrucción masiva, incluidas las nucleares.
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