NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.
El suministro de gas a Europa se convirtió en un arma que amenaza las economías europeas desde el inicio de la guerra en Ucrania.
El Reino Unido (RU) y Estados Unidos (EE. UU.) anunciaron el 10 de enero de 2025 la intensificación de las sanciones contra el sector energético de Rusia.
Washington quiere “cumplir el compromiso del G7 de reducir los ingresos rusos procedentes de la energía” y “aumentar sustancialmente los riesgos de sanciones asociados al comercio de petróleo ruso” para terceros.
Londres castiga a las compañías Gazprom Neft y Surgutneftegas y las señala para una congelación de sus activos en el futuro.
Estas penalidades son un intento adicional para sabotear las cadenas de valor globales del gas ruso y quebrar económicamente a Moscú tras el sabotaje del Nordstream en 2022.
Ucrania celebró aquel acto de terrorismo de Estado en el fondo del Mar Báltico como una victoria, ya que creía que iba a reducir la dependencia energética europea de Rusia.
2025 comenzó con el bloqueo de Kiev al tránsito de gas ruso a través de su territorio, lo que, de nuevo, fue presentado como un éxito, sin importar el impacto negativo que tendrá para la economía europea, como sucedió con la destrucción del Nordstream.
Eslovaquia y Hungría están en la primera línea de esta guerra del gas en Europa.
En el primer caso, el gas recibido era, hasta ahora, de origen ruso y llegaba a través de Ucrania.
Las reservas actuales de Eslovaquia le permitirán sobrevivir al invierno y Bratislava activará la opción de suministrarse de gas ruso desde el sur, gracias a los gasoductos turcos que Ankara está poniendo a disposición de los países europeos.
Europa quiere suministrase de Turquía, a pesar de los costes adicionales que esta intermediación impone sobre los precios en un mercado con demanda creciente.
Este es el nivel de hipocresía con el que se opera en el continente europeo.
Asimismo, Eslovaquia cubrirá un tercio de sus necesidades de gas con el ruso que llega a Hungría.
Eslovaquia responderá a Ucrania dejando de proveerle de la energía que produce.
Hungría, en cambio, no depende del gas ruso que transita a través de Ucrania y las decisiones de EE. UU. y del RU no fueron inesperadas para el país.
Hungría recibe más de 8 millardos de metros cúbicos al año, que comparte con Eslovaquia, a través del Southstream turco, que cruza la frontera serbo-húngara.
Hungría bloqueará el ingreso de Ucrania en la UE, ya que Budapest considera que la seguridad de la ruta desde la estación de suministro ucraniana en Ruska debe preservarse y que Ucrania no puede obligar a Europa a abastecerse del gas natural licuado (GNL) estadounidense.
La seguridad de los suministros de Hungría son claves para su seguridad nacional y cualquier ataque a éstos es considerado como un ataque a la soberanía húngara.
Los precios del gas en Hungría han subido un 20% debido, además, a un invierno frío.
Hungría se convirtió en un nodo de distribución de gas ruso para Europa Central, gracias al contrato de 15 años que firmó con Rusia en 2021 para un suministro de 4,5 millardos de metros cúbicos al año, lo que está generando beneficios importantes para el tesoro húngaro.
Ucrania no podrá imponer a Hungría qué tipo de gas consume y a través de qué canal lo recibe.
Los próximos paquetes de sanciones de la UE contra Rusia, que buscan impedir la entrada de GNL ruso, necesitan aprobación unánime en febrero y en julio, lo que los pone en riesgo, dados los vetos anunciados por Bratislava y Budapest.
El impacto de esta guerra del gas contra Rusia está siendo contraproducente para Europa como demuestra el estado actual de la economía alemana desde el sabotaje del Nordstream.
Los precios del gas subieron en Europa un 5% desde los anuncios de enero y sus niveles de almacenamiento han disminuido por debajo del 50%, cifra inferior al 72% registrado en la misma época del año pasado y por debajo de la media quinquenal del 62%.
La UE o, si lo vetos internos continúan, hasta diez de sus miembros están decididos a dejar de abastecerse del GNL procedente de Rusia.
El suministro de gas a parte de Europa en el futuro procedería, si esto fuera así, de Catar o de Siria, a través de Turquía, del GNL estadounidense o de un Nordstream reparado, como intenta hacer un inversor de Florida que quiere adquirirlo.
El empeño estadounidense por hacerse con el mercado europeo del gas al substituir el ruso con el suyo no está teniendo éxito, a pesar de utilizar la guerra en Ucrania como pretexto.
Rusia fue el segundo mayor proveedor de GNL de la UE en el primer semestre de 2024, por detrás de EE. UU., a pesar del esfuerzo por reducir la dependencia energética rusa.
Rusia exportó 33,6 millardos de toneladas de GNL en 2024, un 4% más que en 2022, y más de la mitad se destinó a la UE, siendo Bélgica, España, Francia y los Países Bajos los mayores compradores.
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