Google le dedica hoy el doodle a la inventora española Ángela Ruiz Robles, precursora del e-book. Cortapego a continuación una entrada que hace tiempo le dediqué. Y lo hago porque, gracias a un lector de ABC, @iarroyo48, descubro otro ejemplo de invento patrio: el GPS.
La idea sería ir actualizando esto a medida que aparezcan nuevos ejemplos de este tipo de inventos, logros algo melancólicos, y muy individualistas, del ingenio español.
El inventor del GPS antes del GPS, un leonés, Antonio Martín Santos, que viajando en su SIMCA por España a mediados de siglo pasado, vio clara la necesidad de inventar algo para guiar al conductor. Ingenió el “auto-mapa”, un sistema de cintas que se enrollaban y desenrollaban al ritmo de la conducción y que iban instalados en el salpicadero del coche.
Fue un invento “verniano”, que entreveía el futuro, pero que no fue comercializado. La necesidad estaba señalada, pero la solución daba un engorroso rodeo tecnológico. Por decirlo de otro modo: no estaba a la altura. La técnica quizás no estaba a la altura de la visión.
España podría hacer un maravilloso museo de patentes melancólicas.
Estas biografías nos remiten también al origen del ingeniero, que es ingeniar, el ingenio. ¿No es España entonces un país muy propicio a lo ingenieril?
A continuación, el texto anterior:
Por ABC sabemos hoy que un español, el ingeniero Mónico Sánchez, había inventado el teléfono móvil hace ya un siglo. Que un poco más e inventa el móvil antes que el teléfono fijo. Mónico Sánchez, que tuvo a emigrar a Nueva York para desarrollar su ingenio impar, signo de que siempre estuvimos más o menos igual, es otro de los españoles pioneros que inventaron las cosas antes.
En Segorbe, por ejemplo, sostienen que allí nació el inventor de la radio, que se adelantó a Marconi.
Hay un Keynes español, que supo toda la “Teoría General del Empleo el interés” y el dinero diez años antes que Keynes.
Con el telescopio pasa lo mismo. Siempre pensamos que fue obra de la maravilla de los ópticos holandeses, pero en Barcelona sostienen que un tal Roget lo inventó antes.
Y hay más ejemplos si los buscamos. De niño teníamos por glorias patrias de la invención a Isaac Peral y su exótico torpedo y a de la Cierva y su Autogiro. Nos parecía poca cosa, pero al menos era algo. Eran los albores del I+D y aprendíamos sus nombres como si fueran nombres de generales.
Bien pensado, con uno y otro pudo haber pasado lo mismo. En lugar de tener la gloria de los libros de texto, podrían haber pasado desapercibidos como los demás, para ser reivindicados años después por algún oscuro erudito local como inventores, respectivamente, del submarino y del helicóptero.
Pero ambos, más inteligentes y más modestos, se conformaron con ser inventores del torpedo y del autogiro, que no sirven para nada, pero al menos les han procurado un nombre.
En realidad, todo lo ha inventado un español antes. Es más, puede que el autogiro no fuera tan difícil de inventar y surgiera a la vez en todos los países occidentales. Lo que pasa es que inventar las cosas no es sólo crearlas. Es darles un nombre y una utilidad y convencer al mundo de que las cosas son y de que se necesitan.
El éxito de de la Cierva no fue tanto ingeniar, como dejar de hacerlo. De la Cierva en algún momento dejó de inventar, se conformó con lo que tenía, le dio nombre y lo patentó.
-A esto lo llamaré el autogiro.
¿Qué era el autogiro y qué ofrecía al mundo y cuál iba a ser su utilidad futura?
El que fue Keynes antes que Keynes no pensó en mover una demanda nacional con el Gasto Público y Cervera, el inventor español de la radio, pudo crearla, pero seguro que no se le ocurrió que con eso podía dedicarle una canción a su novia, que lo estaría escuchando.
A mí me da un poco de tristeza esa reivindicación española de los inventos. Me imagino sus ingenios como cachivaches a puntito de terminar, en ese estado impaciente de las cosas antes de ser bautizadas, pero en las que no interviene la gracia del genio o la iluminación. Aparatos contrahechos, formas sin redondear, hallazgos sin utilidad, porque ¿qué son las cosas sin uso? Todo lo imagino formando un museo nacional de la inventiva. Una autarquía ingenieril del español que con esos aparatos podría llevar una vida contemporánea más o menos digna. Viaja en autogiro, escuchar radio nacional por la radio de Cervera y tener una socialdemocracia de Bernacerianos.
De niños nos llevaban al Museo de Ciencias Naturales donde había unas galerías horribles dedicadas a las malformaciones genéticas animales. La naturaleza en toda su crudeza, nos decían los profesores. Así me imagino yo la historia de los inventos españoles. Un radio sin ruedecita del dial. Un teléfono móvil sin carcasa. Un submarino diminuto y supositorial…
Los españoles empezamos a ser como los chinos, que lo tenían todo inventado hace 2.500 años.
Nota:
Gracias a la cortesía del periodista Antonio Villarreal, @bajoelbillete, conozco otro invento extemporáneo español. El primer e-book, que en realidad era un engendro de lectura mecánica ideado por una gallega allá por los cuarenta. Digamos que el eslabón perdido entre la cartera del escolar y la tablet.
Esto permite conocer la estructura del inventor español. A ver: inventar algo sin ninguna utilidad, que puede, sin embargo, situarse a posteriori como antecedente del verdadero invento. ¡Son como inventos precolombinos!
Para que la invención del e-book español de doña Ángela se hubiera producido habría sido necesaria, sobre la idea de la genial gallega, la existencia nada desdeñable de algún ingenio computacional.
Por eso Alemania es Alemania, porque junta los ingenieros, porque inventar no es la melancólica locura del inventor español, es el arracimarse de ingenieros, el cluster (que suena, por cierto, a entrenador para el Madrid: ¡Bernardo Cluster! Estos alemanes…)
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