hughes el 30 mar, 2013 Hay un programa de televisión americano que se dedica a reconstruir, dramatizadas convenientemente y con el debido regodeo forense, las muertes más raras. Toda muerte sacude, pero es que hay muertes que son como obras maestras del accidente. Como si el azar fuera un dios homicida. Si uno decide, harto de la vida, acabar con todo dándose de cabezazos contra la acera no lo consigue, pero el pobre Martínez Noval ha tenido la mala suerte del traspié fatal. Esto es como lo de Vallejo y su traspiés entre las estrellas, de gente tan desgraciada que ni cuerpo tiene, porque hay que ser desgraciado, válgame, para encontrar la muerte así. Pero es que nada nos garantiza que llegado el momento nos vayamos a caer de culo o a rompernos la cadera, que a ciertas edades ya sólo está para eso, para romperse y proteger al anciano (somos un edificio que se empieza a desplomar por la cadera). Ha muerto de un mal paso y de un mal golpe. Colmo de fatalidad reduplicada. La vida es una triste paradoja municipal, decía Umbral, y mañana vamos a mirar el mobiliario urbano y los bordillos con mucha aprensión. De hecho, una de las apoteosis de la socialdemocracia fue acolchar el mobiliario urbano, enmoquetar los parques para que los niños no se lastimaran. Los niños… ¡pero si los niños son de goma! Al que había que proteger es al anciano, protegerle de esos bordillos homicidas, potencialmente homicidas. Generalizar la loseta alcochada. Acabar con el riesgo. Y ni por esas. Y ya me estoy viendo mañana la demagogia… ¡muerto contra una calle asfaltada con el Plan E! Ese Plan tuvo que haberse dedicado a llenar de gomaespumas las calles, como el canto del cine de nuestro bienestar. Descanse en paz el buen político señor Martínez Noval. Y píllenos Dios confesados. actualidad Comentarios hughes el 30 mar, 2013