Además de la curva terrible de los fallecidos por coronavirus, pasamos por otra curva estos días, mucho menos dramática, pero perceptible.
Me refiero a la que dibuja a lo largo del tiempo la variable “ilusiones con el desconfinamiento”. No quiero sonar grave, hablo de las ilusiones que nos hacemos con el mundo de después, con la vida al salir.
He notado por lo que me contaban algunas personas que la evolución de eso se iba pareciendo también a la de una función logística. Al principio, el miedo, la urgencia, la preocupación, todo hacía que se pensara muy poco en el después; pasaron unas horas, días, y surgió la euforia. Una euforia indoor: ganas de hacer muchas cosas, ejercicio, teletrabajo a la japonesa, limpiar mucho y redescubrir los paisajes interiores y también una euforia por el después, por la alegría de volver a la vida exterior. Ahí la curva se hacía exponencial. Había entusiasmo. Cada nuevo día venía lleno de energía, de reto, de grandes ilusiones. Sin embargo, con el paso del tiempo eso ha cambiado. Las ilusiones se han matizado, se han moderado mucho. Unos, por pensar que lo que viene será algo distinto. La “nueva normalidad”. Sin bares, sin chachachá, con mascarilla, ¿merece ser vivida la vida? Otros, porque tampoco tenían realmente una gran vida a la que volver y se han ido dando cuenta después del gran autoengaño comunitario. En esos días terribles e inolvidables del principio, a lo que renunciábamos era a La Vida en mayúsculas, y se nos aparecía, al dejarla aparcada, como algo apasionante, un carpe diem digno de instagram. Una maravilla llena de amor, familia, plenitud laboral y paisajes por visitar. La vida es eso, puede ser eso, nos decíamos. “Ahora sí sabré vivir”.
Sin embargo, la exponencialidad de las “ilusiones” llegó al pico de la curva, no sé muy bien cuándo, pero llegó y con ello vino el realismo. Lo que vendrá será la vida, en el mejor de los casos, pero la vida en minúscula. Estupenda, sí, vivible, claro, mejor que esto, por supuesto, pero tampoco nada del otro jueves.
Esto lo he observado en la gente. Esta curva es parecida. Suavidad-acelerón-estancamiento. Quizás todo sea así en la vida, como esa función logística, como son las epidemias. Si fuera más cursi de lo que soy, que soy bastante, diría que esa curva es también la del amor pero ¡me niego!
