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La moderación

La moderación
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La moderación limita al Norte con Bildu, al sur con los 10.000 Fijos (sin oposición) de San Telmo, a la izquierda con asesores de Maduro y a la derecha con… Soraya.
Este es el mapa admisible.

Uno ante esto puede hacer dos cosas. Acatar y dedicarse a contar (si le dejan) historias de pub o plantear una educada objeción. Pero ya no por nada político o profesional, sino por mera salud mental.
Goethe, que no era un señor con blog, sino una especie de semidiós, decía que a veces hay que callar para que no te tomen por loco. Igual quería decir “facha”, palabra que en esa época no existía.
A veces hay que hablar para no acabar majara debatiendo con un semáforo.

Si hemos de creer lo que nos dicen y las categorías políticas que establecen aquí partidos, politólogos y periodistas, Trump era Hitler. Pero han pasado más de dos años y no tenemos noticia de nada hitleriano salvo el bigotillo de algún hipster.

Sí, han llevado jueces conservadores a la Corte Suprema, han bajado los impuestos, han presionado más a las llamadas narcodictaduras… Pero ¿dónde está el apocalipsis que aseguraban? ¿Cuántos países ha invadido? Las mujeres, que iban a ser sometidas a tocamientos nada más salir de casa, trabajan más que nunca y ganan más que nunca y hacen lo que les da la gana.
Ante Trump, había dos opciones. O someterte a lo que decían “los moderados” o decir lo que pensabas y ya someterte al adjetivo que te dispensaran.
Y ahora es lo mismo, solo que peor, porque es en casa. La peligrosa “extrema derecha” española a la que han votado casi tres millones de personas contra la publicidad de todos los medios es menos “dura” que las derechas de otros países. Pero aun así, no merece existir. Ni desde la derecha mediática y el sorprendente PP que ahora reconoce que mantenía chiringuitos y mamandurrias, ni por supuesto desde la izquierda, que orgullosamente y como si estuviese acometiendo una proeza democrática, solicita su silencio civil y político.

(“Duro” es un adjetivo exclusivo de la derecha. La izquierda nunca es dura sino más bien fiel u ortodoxa. Incluso si es innegablemente violenta no se dice radical, sino “Antifascista”).

Esto convertiría a España en una anomalía occidental, pues derechas tan derechas como Vox o bastante más gobiernan o hacen política en Europa del Este, el centro de Europa, Francia, Italia, Inglaterra, Estados Unidos o Brasil. Es más, incluso existen en la misma España, pues el PNV y las secuelas de Pujol lo son y de qué manera. Diremos, por tanto, que ser de derechas va a ser también un privilegio territorial. Solo se puede ser de derechas en el País Vasco y Cataluña. Tan de derechas que los de izquierdas te consideren uno de los suyos.

Este es el país que desean. Un norte de derechas en el que como tienen los medios puedan decirse que son de izquierdas y que los demás les respeten la fantasía, y un sur mendigando políticas de identidad que permitan a las personas ser lo que ya son y donde el debate sea si Pepe gana más que Pepa, no siendo Pepe ni Pepa un ser real, sino una media estadística. Un norte que defina el Estado, un sur que se quede en lo “social”.

Moderar es una palabra bonita, pero se hace un uso perverso de ella. Es una palabra-fuerza de la Transición, como consenso. Moderar aquí es “ser menos algo”. Pero hay cosas que no se pueden moderar. La igualdad jurídica existe o no existe, no medioexiste, y España es o no es una nación, no medio es.
Entonces moderar ni siquiera es ser menos, sino dejar de ser. No es suavizar, matizar o atemperar (asunto sobre el que todos estamos de acuerdo y que se realiza dentro de las instituciones) sino callar o renunciar, resignándose a que la alternativa al PSOE sea parecerse al PSOE (un PSOE engominado).

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