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ETA y las impresoras 3D

ETA y las impresoras 3D
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ETA ha aparecido hoy en el “Procés” para apoyarlo y señalarlo como modelo para el reconocimiento del “derecho a decidir” vasco. Esto es muy importante no por lo que parece, sino porque con ello ETA defiende algo que defienden millones de españoles: el derecho a decidir.
La coincidencia debería hacer reflexionar.
Con este documento, ETA coincide hasta con los politicos y tertulianos que repiten como loros lo del “derecho a decidir en toda España”.
ETA no nos habla ahora de la autodeterminación de Euskadi, sino del derecho a decidir de los vascos. Esto es un cambio, una mutación del secesionismo por la que, de repente, ETA opina lo que tantos periodistas, políticos, deportistas o artistas, sean nacionalistas o no lo sean.
En Cataluña ya no se habla de autodeterminación. Es un término antiguo y poco convincente, poco seductor, que remite a realidades coloniales que nada tienen que ver con Cataluña. ¿Cómo va a tener éxito eso en un mundo cosmopolita, globalizado, en el que hasta la frontera es pecado? Esta palabra (autodeterminación) solo interesa a los nacionalistas más sinceros, convencidos y más traumatizados por la historia –esas personas son, aquí entre nosotros, las únicas comprensibles, las únicas que uno ve venir y que entiende, y a las que uno puede coger hasta mucha simpatía–.
La forma de que el secesionismo aumente, de que crezca tanto socialmente, ha sido saltar de ahí, saltar del Pueblo catalán como viejo concepto romántico, como unidad histórica mil veces maltratada por España, a la democracia. Del Pueblo a la Democracia. ¿Qué es democracia? Nuestra ignorancia en esto es abismal. Pero suena a palabra mágica, a lo que ha de ser, a democracia liberal, a derechos humanos, a libertad, a decisión libre, a cero violencia, a humanitarismo. A urnas, a papeletas, a gente sonriente. Es decir, captura todas las connotaciones positivas del término.
Con el “derecho a decidir” se pasa entonces de la autodeterminación (como si Cataluña fuera una colonia africana) a algo distinto y muy potente: ya no la democracia, sino lo que cada uno entiende como democracia. El derecho nacional se fragmenta en millones de partículas de derecho personal que reparte la ANC: Y esto es potentísimo porque es individual. Cada papeleta que el catalán imprimirá es un derechito que se imprime, que se saca de la nada, que se hace surgir por convencimiento. Esto es como la creación de organos o tejidos por impresoras digitales.
Los catalanes son los primeros individuos de la historia que se van a crear un derecho por impresora 3D.

Visto así, ese derecho se esgrime como algo individual, “democrático”, como una libertad más que alguien (Madrit) reprime con negativas e incluso, dirán ahora, con violencia.

A un ser bienintencionado e ingenuo, esto le ha de parecer intolerable. Y el catalanismo aquí lo que hace es aprovechar y rentabilizar todo el disgusto, toda la fricción entre el ansia personal de derecho y el frío normativismo adusto y mudo de las Sorayas y los Rajoys. Ese choque entre el “volem votar” y el NO va más allá de Cataluña-España. La operación es exitosa.

¿Pero dónde está recogido el “derecho a decidir”? En ningún sitio. No hay ningún texto legal. Se mencionarán Tratados Internacionales, pero ahí ya nos llevan de nuevo al concepto de autodeterminación de los pueblos.
El derecho a decidir, nos cuentan los que saben, es un concepto de lo privado, del derecho privado. Es una facultad del que tiene derecho a algo, o del que posee algo. Es una facultad que deriva de un derecho previo. Como tengo un coche, la propiedad de un coche, puedo decidir si lo vendo. No es que pueda decidir muchas cosas, pero esa la puedo decidir.
A nuestros días ha llegado el derecho a decidir al mundo del aborto. Es el derecho que las mujeres dicen tener. “Nosotras parimos, nosotras decidimos”. Llega como reivindicación, pero incluso ahí es algo individual.
Cuando salta a la política, como en este proceso catalán, el individuo quiere decidir, y en ese querer decidir pasan varias cosas:
1) Quiere decidir no sobre lo suyo, sino sobre lo colectivo. También sobre lo ajeno. No sobre su condición o sentimiento, sino sobre la de todos los demás.
2) No se basa en ninguna ley sino en una potestad personal autoproclamada con base en algo individual e incontrovertible: su pertenencia a un territorio.
3) Y decidirá además sobre algo indisponible
Porque el derecho a decidir o a la “libre disposición” quiere actuar sobre la Nación, que es algo no decidible. Y algo más confuso todavía que la noción de democracia. Yo no puedo votar que la madre del lector pasa a ser mi madre, ni al revés. La Nación puede romperse, perfectamente, pero no puede votarse. No puede votarse ni por los catalanes ni por los murcianos, ni por todos juntos. Nos viene dada y corresponde al pasado y corresponde al futuro. No puedo disponer sobre ella. Eso sí, puedo romperla en una guerra, en un conflicto o rajoyizando un país entero.

Esto del derecho a decidir es imparable porque vincula un movimiento de liberación nacional con una cosa muy actual, con el derecho de cada cual a hacer lo que le da la gana. Es decir, con la moderna, gaseosa y degenerada concepción de la democracia. Es esta cosa entre ultraderechista, revolucionaria y de anuncio de Estrella Damm que tiene lo de Cataluña. Como si al final tuviera siempre algo reductible a experiencia de instagram, a selfie, a una capacidad de hacer que más que una ley nos concede una burbuja técnica. La proyección del yo es imparable.A veces a decidir lo llaman sencillamente “opinar”. Si puedo opinar y valorarlo todo, ¿cómo me niegan algo así?
En esto los nacionalistas catalanes han sido muy hábiles. Creo que en Barcelona se abre el frente vanguardista de algo fuerte, una rebelión romántico-ikea.
Ese salto del nacionalismo romántico trasnochado hacia la “democracia” degenerada. Es decir, a una autodeterminación individual, hedonista, consumista y postmoderna. Una democracia del toppig, de tunearlo todo al gusto soberano del individuo sin limitaciones. Esto es el gran logro del “procés” y ha sido posible a través de algunas herramientas, la mayor de las cuales ha sido ese concepto del “derecho a decidir”.
Para ese salto, para el éxito del concepto, los nacionalistas han contado con la colaboración de grandes medios españoles, de líderes opinativos, de los intelectuales, de la izquierda (Podemos sobre todo, también el PSOE) y hasta del PP.
Este derecho a decidir que la gente grita no existe. Con garantías o sin garantías; pactado o sin pactar (sería aún peor pactado). Y lo increíble es que defendiéndolo han acabado casi todos al lado de ETA. Después de tantos años, quién lo iba a decir.

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