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El palmito viril

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De muy liberadoras pueden calificarse las imágenes veraniegas de Leonardo di Caprio. Liberadoras en el sentido en el que Boris Johnson se reconocía miembro del “Frente de Liberación de los Devoradores de Pastel de Cerdo”. La barriga del Hombre que Sólo Sale con Tops nos recuerda a los demás que el aspecto no importa tanto. El tamaño quizás sí, pero el aspecto no. Leo no sólo ha roto el icono Men’s Health, la percha Maconajiu, sino que ha ofrecido una imagen de paradisiaca y contestaria felicidad: aquella foto en la que aparecía armado con una pistola de agua y brincando tontiloco. ¡Estaba recuperando los veranos infantiles! La genialidad suya es mantener el niño suelto.

 

Di Caprio, el Sinatra de ahora, se dejó la barba, que funciona de guayabera del alma, y hala, a dejarse ir. Pero Leo tiene la misma actitud con lorza que sin, algo muy difícil de conseguir. Otros irían por la playa escondidos tras un balón de playa, que a muchos hombres les pasa lo que a Bárbara rey, que odian el verano porque no les favorece. Para ser Pepito Piscinas o Chulo de Playa antes sólo había que quererlo. Bastaba con meter tripa y resistir un paseo sin respirar. Era la apnea con vermú. Pero ahora ya no es cuestión de no tener tripa, ahora hay que tenerla taraceada. Es la dictadura de Aitor Ocio. Nombre maravilloso por contraste de resonancias. Como llamarse Gengis Martini. Ocio parece que baja de un pedestal para ir a la playa y que luego vuelve a colocarse, como un móvil en su cargador. Las tías buenas no remiten al arte, solo al sexo. Yo no he visto a Rihanna en ningún cuadro, pero los individuos como él en realidad son cultura.

Nótese, por otra parte, que en el paseo playero de Aitor Ocio hay esbeltez. Nada que ver con Bustamante, que saca mandíbula como Andrés Pajares (¡ibérica continuidad!) y adopta la forma del croissant. Que lo apolíneo tampoco es llegar y besar el santo. Busta parece estar siempre en mitad de una superserie.

Pero volvamos a los gorditos. A Ronaldo zampando patatas en un yate, distraido y flotante como una boya. A partir de cierto número de kilos, tumbados todos parecemos Belén Esteban en Benidorm. La androginia no estaba en la delgadez, es más bien gordita. La frontera Falete a partir de la cual ya no vemos nuestros genitales y dejan de importar.

Dentro de un gordito hay un hombre delgado que quiere salir. Pero no al contrario. Y se puede tener barriga y ser sexy, sólo hay que evitar que se desparrame. Quizás la difícil barriga tensa (estilo Laporta). Una barriga pimpante, preponderante, gaseosa y tamboril.

Gusta también ver a Armani o a Cavalli en braga náutica. Parecen una performance. En  tiempos de locura por lo joven reclaman el lugar del viejo con la escabrosa evidencia de sus cuerpos.

En verano, mirar anatomías descansa más que el mar.

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