hughes el 23 abr, 2013 CONTRA EL LIBRO En un mundo tendente a la cursilería más disparatada, el libro sirve siempre de refugio. Es el único sitio donde poder estar solo. De hecho, cada vez más el libro se dibuja como la forma razonable de soledad. La tecnología parece estar preocupada por unir, enlazar, comunicarnos. Todo nos acerca al otro o nos lleva a los demás. No hay un invento humano que no tenga el propósito de acercarnos. Esto, obviamente, es de un loable progresismo, pero la soledad se está quedando sin estructura. Y el libro era eso, infraestructura del solitario. Cuando a casa venían las visitas el niño se agarraba al libro para tener la excusa. -¿Usted cuándo lee? -Pues mayormente cuando viene mi cuñado a casa. El libro empieza a ser antihumano. De hecho, la única forma de no ver a nadie es mirar el libro. Al poco, la lectura nos suele despertar un vago sentimiento de fraternidad que desaparece en cuanto irrumpe de nuevo el ser humano. Yo leo por poder estar solo y la verdad es que sobre todo miro el libro. A veces hasta consigo leer y si me entero de algo ya me siento inteligentísimo y normalmente eso me hace tener ganas de salir a la calle a lucirme. Pero en esto que llega el Día del Libro a politizar el ídem, a humanizar el ídem. Todo se llena de cursis del leer que nos explican la razón de hacerlo con una retórica de jardín de infancia. El libro totémico, que está cogiendo polvo todo el año, es abierto por El Poder y empiezan a desfilar seres primaverales a leer parrafitos del Quijote. El Quijote, pobre Quijote, que no era un cursi de cojones, sino un señor tronado que estaba solo leyendo y del libro salió trastornado, con esa ambivalente presencia de lo real y lo fantástico que es el cacumen de cada cual. El Quijote se ha convertido en Cultura Española Ministerial y eso es sumamente desagradable. Los ministros de Cultura tras jurar el cargo deberían fotografiarse vestidos de Sancho Panza junto a un Quijote. Hay algo antipático en ser Autor Oficial, en serlo hasta un punto que no tiene un Rabelais, por ejemplo, que no merecería un Rabelais ni merece Cervantes, que lo que merece es la gloria y la lectura. Francia, que es un país verdaderamente libresco, jamás ha machacado a su Rabelais o a su Montaigne de esta manera. Es que España decidió agarrarse al libro, ¡pero a un solo libro! Hay una intención en cervantizar al español que yo creo que molestaría al mismo Cervantes. Esa lectura colectiva es uno de los momentos más espantosos del año y los lectores tienen un algo de lectores de parábola de Iglesia, con una unción absurda, totalmente absurda y una carga de bondad en lo vocal que espanta. El Día del Libro se ha convertido también en un San Valentín para hipsters, convirtiendo el libro en algo susceptible del reproche conyugal. Unir pareja y libro, otra sinrazón. Cualquier inventarán el libro-tándem para leer a cuatro manos. ¿Cómo huir entonces de la parienta? Decía alguien que para mucho leer, poco comprar. Estas calles llenas de librerías son antiliterarias. Comprar mucho garantiza poca lectura. Dispersión, sobeteo de lomo, miramiento de solapa, y luego el narcisismo de la estantería. El narcisismo de la estantería que es quedarse a mirar lo bien que quedan las compras. En tiempos, yo me dedicaba a leer la sucesión de nombres en mis estantes con la delectación de la voz en off de los anuncios de perfumes parisinos: Ortega, Bioy, Homero, Faulkner…¡Qué biblioteca tengo, qué biblioteca! Pero si hay algo detestable de la jornada es el propio libro. El libro convertido en cláusula de prestigio de tanto animal catódico, de tanto hortera sin remedio, de tanto tontiloco o tontiloca que ve refrendada su trayectoria con el libro, el pobre libro que no se puede defender. Exaltación del libro como hecho político, comercial y como redención de los antiliterarios. Fiesta, creo yo, de los que no leen, en la que el mayor horror es escuchar los motivos que llevan al personal al libro. Del libro se sale mejor, creo, pero es que esta gente ya llega al libro angélicamente ¿Para qué leen, si van al libro ungidos, henchidos de buenos sentimientos, plenitudes y cursilerías? Gente que predica del libro la bondad más pegajosa. Luego está el lector capitalista, claro. El que con cada lectura se va midiendo el capital humano, pues el lector capitalista es el erudito de la tecnocracia. El capital humano, ay, que quién pudiera encontrárselo LA SOLIDEZ INSTITUCIONAL Una de las cosas más divertidas de lo catalán es cuando alguno de los prebostes del no nacionalismo decide lanzar un mensaje de estabilidad. Así Lara hoy, bastión editorial, que ha dicho que “la independencia de Cataluña es imposible dentro del euro y de la Unión Europea”. Esto es precisamente lo que ya saben todos los catalanistas enterados. Que dentro de Europa sería imposible. Pero ni romper Europa le preocuparía tanto a quien previamente hubiera roto España, ni parece que salir del Euro sea tan mala cosa, ni que la Unión fuera tan inquebrantable. Es que, dicho así, casi apetece independizarse. También ha dicho que “¿cómo pagamos los 40.000 millones de deuda de la Generalitat?, ¿con el euro catalán?”. En la pregunta hay una enorme confianza en la congruencia fiscal del nacionalista. ¿Le importa verdaderamente pagar las deudas al votante catalán? ¿No pudiera ser que en realidad el independentismo aspirase también a no pagarlas? Esta visión es tentadora porque parece sugerir la idea de que la actual deuda va a generar un statu quo histórico, un repliegue de los movimientos espirituales del nacionalismo y una paz fronteriza. Pero… ¿por qué? El argumento es asombroso: el nacionalista no se querrá independizar porque no podrá pagar sus deudas… ¡que las pague España entonces! Parece mantener Lara, por otra parte, una admirable confianza en que el nacionalista quiera hacerse cargo de las deudas. Yo, francamente, jamás he escuchado a un nacionalista incluirla entre los hechos diferenciales o las reliquias folclóricas dignas de salvación. ¿Está tan seguro Lara de que la deuda la quiera asumir el independentismo, si el independentista si es algo es acreedor perpetuo? Si Lara apela al catalán no parece muy convincente, pero es que cuando habla a Madrid no lo mejora: “Yo ya decía a los ministros de UCD que el Cervantes debería defender el catalán y pedí también que en cada universidad hubiera una cátedra de catalán”. Entre cátedras e Institutos Cervantes a través de la lengua el catalán podría tener un puesto de trabajo asegurado, de forma que Lara estaría dando cumplimiento a la profecía de Pujols ( “llegará un día en que los catalanes, por el simple hecho de serlo, irán por el mundo y lo tendrán todo pagado”). Alguna vez declaró Lara su intención de abandonar la Cataluña independiente. Hoy ha vuelto a afirmar que tras la secesión se iría a Madrid, Zaragoza o Cuenca. Pero no por gusto o por disgusto. “Es que si eso pasa me echan”. Lara, bastión editorial, si habla a los nacionalistas no persuade. Si nos habla a los demás nos deja temblando. EL TERRIBLE PIGMALIÓN Que Tamerlan Tsarnaev no estaba muy fino de la azotea lo demuestra la extraña transformación de su mujer, que de noteamericana modelo pasó a comprometida musulmana. Este hecho ya demuestra la naturaleza radical del sujeto y debería servir de aviso para futuros peligros. El Pigmalion es un mito machista. Lo normal son las pigmalionas. Todos los hombres que conozco han sufrido un proceso de transformación hacia la mujer y no al contrario. Una suavización del hombre que quizás sea la gran ventaja de la pareja. El hombre occidental normal no manda mucho en casa y por eso asombra tanto la vida de esta pareja. Este terrorista se veía que iba a ser terrorista porque al emparejarse no sólo no cambió él sino que empezó a cambiarla a ella. Y para eso hace falta mandar tela. A cualquiera de nosotros nos coge Katherine Russell y nos pone a ver la Super Bowl. A Tamerlan no. El demonio dovstoievskiano empieza a manifestarse en el hecho inusual y luciferino de mandar en casa. -Tú, mujer, te me vas a convertir. A nosotros, que ya nos cuesta decidir qué se hace un domingo, esto nos suena a superhombre superchecheno. actualidad Comentarios hughes el 23 abr, 2013