Se habla estos días de la separación, que no divorcio, todavía, de Enrique Ponce y su esposa, y hoy hacía Sostres una columna muy personal en el periódico sobre ese trance y cómo afecta a los hijos.
He recordado esta canción de Perlita de Huelva, anterior a la Ley del Divorcio (1969, creo). Es un poco “cultural warrior” (perdón). El final es estupendo:
La mujer de aquí a los quince,
sueña con poder casarse,
y la de otros países,
solo piensan divorciarse.
Se prometen enseguida,
sin conocerse de ná,
y luego a los cuatro días,
ya se quieren divorciar,
y luego a los cuatro días,
ya se quieren divorciar.
El divorcio, el divorcio, el divorcio,
como allí está permitido,
lo explotan como negocio,
o por cambiar de marido.
El divorcio, el divorcio, el divorcio,
que aquí no venga jamás,
nosotras con un marido,
ya nos sobra la mitad.
Dicen allí los maridos,
no comprendo a la mujer,
que no saben lo que quieren,
quieren lo que no puede ser.
Si les das to’ los caprichos,
ellas quieren mucho más,
si les llevas la contraria,
ya se quieren divorciar,
si les llevas la contraria,
ya se quieren divorciar.
El divorcio, el divorcio, el divorcio,
como allí está permitido,
lo explotan como negocio,
o por cambiar de marido.
El divorcio, el divorcio, el divorcio,
que aquí no venga jamás,
nosotras con un marido,
ya nos sobra la mitad,
nosotras con un marido,
ya nos sobra la mitad,
ya nos sobra la mitad.