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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

Comer en Alicante (y 2)

Carlos Maribona el

 




Desde hace unas semanas teníamos pendiente hablar del tercer restaurante que visité en Alicante, LA FINCA, en Elche, del que es propietaria y cocinera Susi Díaz (en la foto de abajo). Así que aprovechando la tranquilidad tras el puente, y antes de salir mañana hacia Tenerife, donde voy a participar en el Primer Encuentro Tricontinental de Gastronomía Tenerife 07 con una conferencia sobre la cocina mexicana y presentando luego a la cocinera Patricia Quintana, del restaurante IZOTE, en el distrito federal, recupero el tema y les cuento mis impresiones sobre La Finca, que este año ha obtenido su primera estrella Michelin.


Situado en las afueras de Elche, relativamente difícil de localizar para quien no conozca la zona, el escenario (como pueden ver en la foto) es muy bonito. Una centenaria casa de labranza, bien rehabilitada, rodeada de jardines con naranjos, limoneros y palmeras. Comedor amplio y acogedor y un correcto (y numeroso) servicio de sala. Completa carta de vinos, con amplia representación de los levantinos y de champanes. En esta casa se cuidan mucho los panes, que van cambiando en función de los platos, desde una excelente torta de aceite y pimentón hasta las tostadas de pan con pera que acompañan al foie-gras.


Susi Díaz es una cocinera creativa, con platos de bonita presentación, siempre llenos de flores, a los que aporta toques muy sutiles. En su carta se entremezclan elaboraciones muy apegadas a las raíces de su tierra con otras que se alejan mucho de ellas. Eso sí, siempre con los mejores productos de temporada, en función del mercado.


El menú degustación cuesta 60 euros pero el día de mi visita, con el comedor practicamente lleno, sólo yo y otra mesa lo habíamos pedido. Como aperitivos, bacalao ahumado con guacamole, unos estupendos boquerones marinados y luego fritos con un ligero rebozado, y una coca de morcilla de cebolla bastante seca. Lo que menos me llamó la atención fueron los platos ‘internacionales’: el foie de pato con crema de castaña es técnicamente impecable, igual que una cecina de Valle del Esla con aceite de trufa (¿?) y parmesano, pero son platos y sabores que pueden encontrarse en muchos sitios y que no justifican un viaje hasta Elche. Lo mismo ocurre con la pasta casera rellena de ricotta con ceps (también con aceite de trufa y parmesano), muy agradable, o con el pichón con hígado de pato: están buenos pero no provocan emoción alguna. Todo lo contrario a lo que ocurre cuando los platos se inspiran en el recetario mediterráneo: sobresaliente el arroz con guisantes, pulpo y espardeñas; un acierto el lomo de caballa sobre pimientos al carbón con habitas tiernas; y estupenda la ensalada de gambas blancas con paleta de ibérico y nueces de macadamia.


En el menú hay algunos fallos: el primero que los platos no se consultan previamente con el cliente (al menos a mi no me los consultaron); y el segundo, y principal, las repeticiones. En sólo seis platos, tres con la flor tajete, cuyo sabor no pasa desapercibido; dos veces hígado de pato y otras tantas el aceite de trufa y el parmesano.


Un buen surtido de quesos da paso a los postres. Más de lo mismo. Perfectos técnicamente, pero faltos de arraigo, tanto la versión refrescante de la piña colada como el bombón de chocolate amargo con cremoso de chocolate. Es evidente que estamos ante una gran cocinera, con un mérito enorme al desarrollar esa cocina en un sitio difícil como ese, pero a la que le falta apostar un poco más por las raíces, algo cada vez más necesario en un mundo de cocina globalizada.

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