Si les hablo de Ribera de Duero, de Rueda o de Toro seguro que saben a qué me refiero. Pero si les digo Valtiendas o Valles de Benavente a la mayorÃa de ustedes, con la excepción de unos pocos que controlan este mundillo, no les sonará a nada. Sin embargo, todos son denominaciones de origen de vinos de Castilla y León. Estamos en una de la Comunidades más grandes de España, agrupando nada menos que a nueve provincias, y que acoge a la friolera de 16 denominaciones de origen, de las cuales tres tienen la categorÃa de vinos de pago. Por supuesto hay enormes diferencias entre ellas. Desde las cien hectáreas de viñedo de Valtiendas o las 124 de la DO Sierra de Salamanca hasta las 26.000 de Ribera de Duero o las 20.000 de Rueda hay un enorme abismo que es el que define, principalmente, el conocimiento o desconocimiento de cada zona vinÃcola.
Para Castilla y León el vino es uno de los pilares de su economÃa. Más de mil millones de facturación y unos 33.000 trabajadores, la mayorÃa en el mundo rural, son cifras que definen la importancia que este sector tiene para la región. Las cantidades son importantes, claro, pero mucho más importante es la calidad de esos vinos, la mayor parte de los cuales se producen a orillas del rÃo Duero o en su cuenca, la que conforman otros rÃos como el Arlanza, el Pisuerga, el Esla, el Eresma, el Carrión, el Duratón o el Tormes. Desde los Picos de Urbión sorianos hasta desembocar en el Atlántico en Oporto este rÃo recorre 897 kilómetros como eje principal de esa riqueza vinÃcola que se extiende también a la vecina Portugal. Un recorrido que alberga un valioso patrimonio histórico de castillos, catedrales, conventos, puentes y espacios naturales al que se une este patrimonio vinÃcola bien diferenciado en cada zona, con personalidades y caracterÃsticas distintas. Y si a eso le unimos el carácter atlántico que encontramos en el Bierzo, ya en la cuenca del Sil, y la especificidad microclimática de la Sierra de Salamanca y de Cebreros, en la Cuenca del Tajo, la variedad de terrenos y de climas que ofrece Castilla y León no tiene parangón.
De las 16 denominaciones de origen de la Comunidad, tres pertenecen a la de Vinos de Pago: AbadÃa Retuerta, Dehesa Peñalba y Urueña, las tres en Valladolid. Como saben, vino de pago es el que se produce en una zona muy determinada de terruño, con unas caracterÃsticas de suelo, clima y variedades especÃficas que hacen que estos vinos sean únicos y diferenciados. La idea es proteger tanto su nombre y formas de elaborar, como para mantener y mejorar las cualidades de los vinos a lo largo del tiempo. En España son 24 en total.
En cuanto al resto de denominaciones en la Comunidad, las más pequeñas, y también las menos conocidas por el gran público, son Valtiendas, Sierra de Salamanca y Valles de Benavente. Todas ellas con menos de 150 hectáreas de viñedo. Valtiendas es la única que solamente pertenece a la provincia de Segovia y su principal caracterÃstica es la notable altitud de sus vides, a orillas del rÃo Duratón. Sierra de Salamanca, en la provincia del mismo nombre, tiene a la uva rufete como protagonista, mientras que Valles de Benavente se encuentra en el noreste de Zamora, en una zona histórica en lo que a elaboración de vinos se refiere. También en Zamora, adentrándose levemente en Valladolid, la DO Tierra del Vino de Zamora apenas reúne 600 hectáreas de viñedo.
Denominaciones pequeñas también Arlanza y Arribes, con menos de 300 hectáreas. La primera, en el centro de la provincia de Burgos, con sus vinos nacidos al amparo de los monasterios que abundaban en la zona, y la segunda en una zona, los Arribes del Duero, de especial valor paisajÃstico y ecológico, con la peculiar uva Juan GarcÃa como protagonista. También es pequeña la DO Cebreros, una de las pocas alejadas de la influencia del Duero, en la que reinan la garnacha y la albillo real y que está cobrando gran protagonismo en los últimos tiempos. La denominación de origen León no es tampoco demasiado conocida por su nombre, pero sà por sus vinos de aguja elaborados en cuevas con la uva prieto picudo.
Y entramos ya en las que podemos considerar cinco denominaciones fundamentales castellano y leonesas. Empezando por la más pequeña de las cinco, Cigales, cuyos vinos rosados tienen merecida fama. Y siguiendo por la DO Bierzo, ya en los lÃmites con Galicia, con sus vinos atlánticos que tienen a la mencÃa como protagonista principal. Esta es una de las denominaciones que más y mejor ha crecido en los últimos años amparada por la gran demanda de tintos frescos que hay en la actualidad. Histórica es Toro, cuyos potentes vinos de tinta de Toro, se han ido suavizando hasta convertirse en una referencia dentro del mercado nacional. De hecho, en los últimos tiempos, importantes bodegas y elaboradores internacionales se han instalado en esta denominación buscando una zona con especial potencial.
De Rueda hay poco que decir que no se sepa. Sus verdejos se han convertido en santo y seña de los consumidores de vinos blancos en bares y restaurantes. Y si tienen ocasión prueben alguno de sus vinos Dorados, elaborados con crianza oxidativa y que felizmente empiezan a recuperarse. Por último Ribera de Duero, la gran zona vinÃcola de Castilla y León y una de las grandes de España, la única con el nombre del rÃo como bandera. Nada menos que 26.000 hectáreas repartidas entre Valladolid, Burgos, Segovia y Soria, dominadas principalmente por la uva tinto fino, que es como allà se conoce a la tempranillo. La denominación acoge a bodegas que son referencia en el panorama nacional e internacional con sus grandes vinos de guarda, entre ellas nombres mÃticos como Vega Sicilia o Pingus.
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