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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

Caelis y otros barceloneses

Carlos Maribona el


Viaje a Barcelona para asistir a la presentación del primer priorato de Bodegas Torres. Se llama SALMOS, sale a un precio competitivo (20 euros) para ser un priorato y le falta botella aunque es un vino interesante. Aprovecho la escapada para visitar restaurantes de la Ciudad Condal. Especialmente CAELIS, que me interesa mucho. Está en el hotel Palace (antes Ritz), en la Gran Vía, y han sabido modernizar el comedor respetando su clasicismo y elegancia pero dándole un toque moderno.


El cocinero de Caelis es francés (nació en Toulousse) y se llama Romain Fornell (en la foto). Cuida mucho la presentación de los platos, su ligereza y la nitidez de los sabores, aunque en ocasiones estos resultan un tanto apagados. Juega también con las texturas y combina la alta cocina y la creatividad con las raíces catalanas.


Carta brevísima y tres menús (60, 74 y 92 euros). Optamos por el más largo. La carta de vinos, muy completa pero a precios excesivos y con una sumiller bastante despistada que nos explica con suficiencia, por si no lo sabemos, que Xarel.lo es una uva y no la marca de un vino, detalle que indigna a mis acompañantes femeninas, que saben de vino bastante más que ella. Elegimos dos vinos del Penedés poco conocidos: un blanco PAIRAL 2003 xarel.lo, complejo y de finos aromas, y un tinto FINCA ELS CAMPS 2002, con macabeo y un poco de xarel.lo, elegante y con buena estructura. Es viernes y aunque hay gente, el comedor no se llena.


Tras unos snacks irregulares pero divertidos, entre los que destaca el crujiente de parmesano y jamón, nos cambian el primer plato porque ya lo tomamos la semana pasada en la cena aniversario de MESANA en Marbella (ver post del lunes 5). El yogur con foie gras de pato se sustituye por foie gras y anguila recubiertos de remolacha. Esta manda demasiado. Sigue un plato original de presentación, el hielo: un molde cúbico de hielo sirve de recipiente para una vichyssoise con caviar de Aquitania y crujiente de arroz. Más visual que sabroso, plano de sabor.


Tras este comienzo dubitativo que nos hace temer lo peor, la cosa empieza a mejorar. Primero una terrina de cigalas cocidas y enfriadas, con una especie de holandesa con trufa, buen juego de texturas aunque con predominio de la trufa en el plato. Y a partir de ahí un auténtico festival culinario. Extraordinaria la trufa negra con huevo frito, patatas ratte y migas de pan. Y todavía mejor los macarrones rellenos de bogavante y pollo gratinados, mar y montaña lleno de sabores delicados y matices. Vienen en un  plato agujereado que se retira al terminar y que descubre un caldo de bogavante sabrosísimo. Plato de 10, de esos que emocionan. Muy bien luego el esturión del Valle de Arán con salsa de champán y espárragos verdes con caviar de Aquitania. Perfecto el punto del pescado y plato también rico en matices.


Un carro de quesos artesanales (ninguno español), entre ellos el Epoisses, da paso a un buen postre: ‘macaron’ de naranja y mascarpone con crujiente de chocolate. Renunciamos al segundo postre, crujiente de vainilla, café y chocolate. Lo dicho, comienzo titubeante pero tres platos inolvidables que justifican de largo la visita.


No me quiero alargar, sólo reseñar otras dos visitas. Cena en un clásico, el tradicional ROIG ROBI (poca gente, se jugaba el Barça-Madrid, ventajas de ser atlético), que está como siempre. Cocina burguesa impecable y precios desorbitados. Magnífico el arroz de espardeñas y alcachofas, delicadas las habitas con guisantes del Maresme, estupendos los canelones de pintada, muy bien los pulpitos guisados (una rareza, cada vez hay menos, y como tal los cobran: 56 euros la ración, eso sí fuera de carta y sin avisar de su elevadísimo precio)… Falla un hatillo de perdiz, técnicamente impecable pero con una perdiz absolutamente insípida. La crema catalana muy bien; el babá al ron, perfecto; las seis texturas de chocolate, buenas, y la sopa de naranja, correcta. Cuatro personas, con dos botellas de FINCA MALAVEINA (34 la botella) pagamos 411 euros. Una barbaridad aunque todo estuviera muy bien dentro del clasicismo de la casa.


Y el domingo, antes de volver, otro clásico, este más popular, en La Barceloneta, SUQUET DE L’ALMIRALL. Hasta los topes, con un desfile de gente pidiendo inútilmente mesa. Servicio desbordado. Comemos en la terraza aprovechando el primaveral día. En la mesa de al lado, Nando Jubany, de CAN JUBANY, restaurante que no conozco del que me hablan muy bien. Optamos por la llamada fórmula marinera, que por 30 euros incluye un pica-pica y un arroz: coca con tomate; pimientos dulces con una anchoa de la Escala; buñuelos de bacalao; croquetas de ceps y gambas; albóndigas marineras (insípidas); calamares ligeramente picantes, y un bol de mejillones hervidos con una salsa (bastante flojitos). En general todo muy correcto y agradable. Luego un plato de arroz caldoso de calamar y salmonete que está muy bueno. Al final, con una botella de VALLEGARCÍA VIOGNER 2003, que me gustó menos que otras veces, dos postres (buena crema catalana, desastroso plato de quesos, resecos), y café, pagamos 118 euros, casi 60 por cabeza.

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