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Voces en mi interior (Leído en Herrera en COPE)

Salvador Sostres el

Los tertulianos de ayer nos reímos un poco de Carlos porque dijo escuchar voces que nadie más oyó, y sacamos a colación aquel hombre mítico del funeral de Mandela que hizo los gestos para los sordos y que ninguno se correspondió. Cuando le interrogaron dijo que hizo los gestos de las voces que escuchaba en su interior.

Yo en ocasiones también escucho, como Carlos y como el intérprete, voces en mi interior. La últimas han sido esta semana. El martes salí de almorzar a las 8 y media de la tarde, y con esa hambre loca que da el gintónic, entré en una charcutería amiga a comprar su sensacional y estrecha longaniza, con la idea de írmela comiendo en el paseo de regreso a casa. Me dijeron que la longaniza se les había terminado, y como vieron mi cara de disgusto, tuvieron la extrema bondad de regalarme una cabezada de lomo ibérico de Joselito, que evidentemente no podía irme comiendo por el camino.

De modo que tomé enseguida un taxi veloz, llegué a casa con la impaciencia del gordo hambriento y feliz, y con más ansia que traza desenvolví el tesoro y corte unas nada finas lonchas que me supieron a gloria.

Intenté ser prudente, y moderado, y dejé el cuchillo, y me fui a mi habitación a escribir. Pero para nada pude concentrarme porque de verdad escuchaba unas voces que des de la cocina me susurraban: “…Salvador, Salvador, cómeme, sólo tú sabes apreciar lo bueno que soy…”, y las incursiones en la cocina fueron repetidas y copiosas, y lo mismo sucedió el miércoles, y ayer, hasta que antes de la cena ya no escuché más voces, justo cuando cayó el último pedazo de la magnífica cabezada, que era de casi un quilo, como Dios manda.

Hay una gran tensión entre la comida que me gusta y yo. Entre los macarrones de mi esposa y yo. Entre el foie y yo. Entre las croquetas de mi suegra y yo. Y puedo asegurarles que aunque intento no ser un glotón, se imponen siempre las voces en mi interior.

Y lo sé, sé que tengo que hacer dieta. Sé que mi esposa va a enfadarse si me zampo de una sola incursión lo que tanto le ha costado cocinar y que tenía programado para que durara como mínimo media semana. Pero no puedo evitarlo. Voces en mi interior me llevan, y yo soy todo amor.

No sé cuánto durará, pero puedo decir que hasta ahora mi vida se ha parecido bastante a eso que llaman felicidad.

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