Vienen a por nosotros del modo más cruel y terrorífico. Vienen a por nosotros sin que les hayamos provocado.
Pero aunque nunca deseamos la confrontación, medimos nuestra Humanidad cuando nos enfrentamos a ella.
Vienen a por nosotros no por nuestro dinero, ni por nuestro territorio, ni como siniestra revancha por una guerra que les ganáramos hace muchos años.
Vienen a por nosotros porque somos los de la libertad, los del amor, los de La Civilización. Tendríamos que no olvidar nunca esta verdad fundamental, porque sólo cuando sabemos por qué nos atacan, recordamos qué tenemos que proteger y con qué podemos defendernos.
Pese a las diferencias partidistas y los intereses particulares, muy por encima de las rencillas y los rencores tan propios de nuestra era bienstante, y tan acostumbrada a vivir anclada en la bahía de la tranquilidad; necesitamos entender quién somos, qué representamos, y hasta qué punto es prodigioso el tesoro de la libertad y de la convivencia que quieren arrebatarnos.
Somos ciudadanos libres en un mundo peligroso y asustado. Esta es la amenaza que pesa sobre nuestras vidas; pero es también nuestra divisa, nuestra heroica resistencia contra la barbarie.
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