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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Una querella a Arcadi Espada

Salvador Sostres el

He visto por primera vez Chester y he visto por primera vez a Risto Mejide más de cinco minutos seguidos. Ha sido sin querer y sólo porque el entrevistado era Arcadi Espada. Pero ha sido.

Y me arrepiento profundamente de haber asistido a tan degradante espectáculo. Es aberrante que un tal Mejide se atreva a perdonarle la vida a Arcadi, que le sobrepasa estratosféricamente en todas las categorías imaginables. Pero es constitutivo de un grave delito de malversación -de malversción de talento, en este caso- que Arcadi se haya expuesto a ello de un modo tan gratuito e irresponsable. Es lo más desolador que he visto en mucho tiempo. No por Arcadi, o no sólo por él, ni siquiera principalmente, sino por el desprecio que significa a los dones que Dios puso en algunos hombres como él para asegurarse de que la Humanidad sobreviviera a sus más oscuras noches.

Yo no soy nadie, escribo bien e incluso muy bien pero no soy nadie, y por lo tanto, en distintos momentos de mi vida -he de admitir que con muy desigual fortuna- me he podido permitir ir a este o aquel programa de televisión si me ha divertido la idea o me han pagado acolchadamente.

Pero Arcadi es el gran periodista de España y quien de muy largo mejor escribe en los periódicos, y es ofensivo para cualquier inteligencia razonadora verle sentado junto a un mamarracho con ínfulas de no se sabe exactamente qué. Si yo no soy nadie, imagínense ese payaso.

Estoy enfadado, indignado con Arcadi. Primero, por haberme obligado a consumir la humillante basura que Chester es y representa. Segundo, por no dejarme otra salida que escribir de ello, cuando hacía mucho tiempo que había abandonado la crítica de váteres, y hasta había dejado pasar la entrevista que Jordi Évole le hizo a Nicolás Maduro. Y tercero, por haber tenido que asistir sin poder gritar ni detener la maquinaria al escarnio, al linchamiento de ver como un idiota tuteaba a un genio y la intolerable desfachatez -por poner sólo un ejemplo- con que le preguntaba “¿pero esto lo piensas de verdad o lo dices por provocar?”.

¿Te parece bonito, Arcadi? ¿Te parece oportuno habernos hecho esto a Ferran Adrià y a mí? Ya de Dios ni te hablo, pero a este paso, ni yo que tengo su móvil, podré evitar que ardas. Cremaràs com una teia!

Yo que para comer contigo tengo que esperar meses, yo que la mayoría de cosas que me pasan por la cabeza no las escribo porque pienso: “ay, si lo lee Arcadi”, tuve que aguantar verte tirar una noche por la alcantarilla y que un desgraciado de todos los extrarradios te dijera cosas como que “yo no te juzgo, yo quiero entenderte”. Va, hombre, va. ¡Pero esto qué es!

Tú sabes, Arcadi, que el grado de respeto con el que hablo de ti no depende de si estás presente, y con el mismo respeto y amor y sinceridad y gratitud de siempre, te digo que cuando termine este artículo iré al despacho de Javier Melero para interponerte una querella por malversación de tu talento y de tu genio; y también por prevaricación, porque sabías a lo que ibas, e igualmente fuiste.

Y cuando Melero acabe de defender a tarados y golpistas en el Supremo, espero que defendiendo la causa justa de mi sensibilidad herida se reconcilie con la nobleza de su oficio.

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