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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Serena de Ohio

Salvador Sostres el

En la barra de Dos Pebrots mi amigo más joven entabla conversación con una chica que come sola. Serena, de Ohio. 29. Enseguida se pavonea haciéndose el cosmopolita con el aire de superioridad de quien cree que en los Estados Unidos nada salvo Nueva York es comparable a Europa y que todos en el interior son una banda de patanes. Por hacerse el grande corrige los platos que la chica ha pedido, le sirve nuestro vino y le dice que uno no sabe realmente de lo que habla hasta que no ha ido a Mugaritz. La chica se deja querer y le dice “aunque me gustan los hombres más mayores tú eres muy guapo”. Yo pido más de todo y propongo cuando van a cerrar que vayamos a Dry Martini. Pienso en dejarlos solos pero mi amigo insiste en que me quede, porque quiere público, y aplauso, y una cosa lleva a la otra y acabamos cenando en Nobu.

Mi amigo nació chulo y sin remedio. Es un fantasma pero con gracia. Por tener 23 años se maneja con temple, y si no lo conoces mucho es difícil verle los trucos. Es ocurrente, hábil, tramposo, y Serena de Ohio que comía sola en Dos Pebrots se ha encontrado de repente en una visita guiada por lo mejor de la ciudad con un chico realmente simpático que lo mismo le explica la historia de la Sagrada Familia -cuando la vemos por el ventanal de Nobu- que la importancia de los restaurantes de España y Europa a los que urgentemente tienen que acudir. Ya habla en plural, con su inglés macarrónico. La acaba de conocer y le está organizando los viajes y la vida. Serena no es un trueno pero es hermosa y tengo que concederle a mi amigo que da morbo imaginada en la faena.

La suerte de la noche está decantada. Para ganar tiempo les reservo una habitación pero mi amigo siente gusto por alargar la escena y pide otra ronda de gintónics e insiste en los trabajos de seducción. Cuando yo tenía su edad hacía lo mismo. Me gustaba tanto en la cacería que a veces olvidaba que el objetivo era llevarme la chica y no el lucimiento.

A la una nos echan de Nobu y puedo ir a dormir. Al día siguiente mi amigo me llama temprano para explicarme el final de la noche y en su tono de voz noto que algo raro ha pasado. Camino de la habitación se besaron con efusiones notables y en el ascensor Serena le dijo que estaba encantada de acostarse con él pero que como tenía novio, en Ohio, y no quería engañarlo, le iba a llamar por Face Time para que pudiera contemplar la escena, “porque cuando tú quieres a alguien no hay que decirle mentiras”. Tras su apoteósica exhibición de cosmopolitismo a mi amigo le salió el campesino católico, temeroso de Dios y de las chifladas que en el fondo somos todos los españoles de buena voluntad. Cuando la modernidad salió a su encuentro corrió a esconderse en el retraimiento que tanto le suponía a Serena. Bien hecho.

No somos modernos. No somos valientes. Nos da miedo lo raro. Para cada fantasma hay una Serena con un novio a distancia que cree que su chica no le engaña si puede ver en directo cómo se la bajan. Yo -espero que sepan perdonarme- prefiero el funeral de Isabel Windsor y el rey Carlos mandando retirar el tintero como a las fulanas.

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