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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Semon, Pedro y Paulino

Salvador Sostres el

Desde que en 2007 mi abuela dejó la dirección del negocio que ella misma había fundado 45 años antes, no había recibido ninguna buena noticia de Semon hasta que la semana pasada supe que, destruido y llevado a la quiebra por mi madre sin que mi hermana pudiera hacer nada por reflotarlo, va a quedar en manos de Paulino y Pedro Robles, dos brillantes trabajadores de los mejores años de la empresa. 

Pedro, el hermano menor, fue siempre un tipo delicado en un entorno especialmente bruto, un chico extremadamente educado y que hizo desde muy joven un notable y muy inteligente esfuerzo de refinamiento. No era de los que iban al bulto, le gustaba aprender, escuchaba con humildad a los que creía que algo podían enseñarle y fue el primero que se preocupó en saber de quesos franceses. Hoy vivimos tiempos de pedantería y cualquiera se atreve a dar lecciones de cualquier cosa, pero a finales de los ochenta, y a principios de los noventa, cuando el dinero entraba como de un chorro de billetes que emanara del cielo, nadie pensaba en nada más que llegar al final del día y reventarlo. 

Pedro se esforzó, Pedro creció y siguiendo un camino perfectamente lógico y comprensible, Pedro se fue de Semon y fundó su propio negocio, La Despensa de Laforja, también en Barcelona, que es el que ahora va a absorber a Semon. Hay algo realmente significativo que explica la clase que siempre ha tenido Pedro: fue el único trabajador con el que mi abuela no se enfadó cuando se estableció por su cuenta. Ni se enfadó, ni le criticó y siempre habló bien de él, con afecto y agradecimiento. Yo he guardado siempre, igualmente, un muy buen recuerdo de Pedro.

Mi relación con Paulino, su hermano mayor, fue más extensa y más estrecha. Hizo también su muy considerable esfuerzo de refinamiento, y aunque pueda parecer anecdótico, fue el primer trabajador de Semon que dejó de fumar porque entendió que era una horterada que no llevaba a ninguna parte. Mi abuela le puso al frente de los cáterings, que fue de largo la sección que más beneficio aportó a la empresa en su época dorada.

Paulino fue siempre un trabajador ejemplar, con una capacidad de sacrificio fuera de lo común y con un estilo que él mismo se encargó de ir afinando con el tiempo, hasta convertirse en el mejor director de banquetes de toda España. No sólo lo hacía muy bien sino que reaccionaba con habilidad ante los imprevistos, y conseguía que el cliente acabara siempre contento. Esto, que dicho así en un artículo puede parecer sencillo, es increíblemente complicado cuando te dedicas a organizar bodas y todo tipo de fiestas, eventos y celebraciones en que cualquier cosa en cualquier momento puede torcerse sin que sea culpa tuya, pero siendo tú el único a quien el anfitrión tiene a mano para culpar.

Paulino fue siempre un hombre agradable, legal y con un sentido de lo razonable nada fácil de aplicar entre las tensiones extraprofesionales de un negocio familiar.

Que Pedro y Paulino se queden con Semon es la mejor noticia para Semon y para mí. Naturalmente habría preferido tener una madre competente y conservar el negocio en su esplendor, pero son cosas que no se pueden elegir, y visto lo que he tenido que ver, me alegro de que haya acabado así. Y además, tal como mi abuela entendía lo que era “su familia”, yo creo que puedo decir que el negocio se queda, más o menos, en casa. 

Hay algo importante que tengo que decir sobre la idea del negocio familiar. La familia sólo tiene sentido en un negocio si la familia sabe trabajar. Sólo tiene sentido que la familia se implique en la gestión de un negocio si está capacitada para ello. El talento no es hereditario y que mi abuela tuviera una buena idea, y supiera brillantemente desarrollarla, no implica que su hija tuviera que tener también su talento, ni su genialidad, ni su capacidad de trabajo, ni su instinto comercial, ni su altura moral.

Aunque a veces algún hijo pueda sentirse dolido o incluso humillado por su padre al no confiarle las riendas del negocio que él fundó, no se trata de ninguna ofensa y no hay que ver en tal decisión voluntad humillante. Hay que ver responsabilidad, serenidad, amor de padre y total protección. Protección del negocio y protección de su hijo, que heredará una empresa próspera y con alguien al frente que la sepa llevar.

Mi abuela, católica, con mala conciencia por haberse divorciado de mi abuelo, que se fue con una mujer más joven que mi madre y que la única condición que le impuso fue que cortara cualquier vínculo con su anterior familia; mi abuela, dura en los negocios pero que siempre administró con dificultad sus sentimientos, muy especialmente los relacionados con su hija, sabía que mi madre no servía para el negocio, que no estaba ni de lejos capacitada para entenderlo, ni mucho menos para hacerlo crecer. Pero sabiendo que se equivocaba, optó por el sentimentalismo y cedió ante mi madre por ese argumento que para todo sirve salvo para la empresa: “Es mi hija”. 

Mi madre, que había basado su vida en culpar a mi abuela de todo lo malo que le ocurría, esperaba el momento de sucederla en la dirección de Semon para demostrar lo indemostrable, que es que era más inteligente y tenía más razón que ella. Mi madre nunca ha sido ni tan inteligente ni tan buena persona como mi abuela, que con todos los defectos que haya que descontarle, ha sido siempre una señora trabajadora, generosa y de una inteligencia vital portentosa. Yo no puedo resistirme, de vez en cuando, a explicar, por extraordinarias, sus historias. Aunque nada más me dejara, su vida contada sería una herencia estupenda. Pero mi madre, ay, mi madre, tomó el poder de Semon y así Semon acabó por los suelos. 

Se empeñó en borrar el rastro de mi abuela y en despedir a todo su equipo, incluido a Paulino, con lo que empezamos a hacer el ridículo en los cáterings hasta que al final caímos en el total desprestigio. Todo fue naufragio del que prefiero olvidar los detalles. No puedo dejar de decir, con la mayor vergüenza, que mi madre en su locura, en su vida desechada como todos los que culpan a los demás de sus fracasos, en su vida desahuciada como todos los que viven para demostrar, superar o vencer a los demás, en lugar de elegir y seguir su propio camino; mi madre desquiciada y en su bajeza sin excusa, y sin precedentes, presentó una denuncia falsa contra el negocio de Pedro porque le hacía la competencia en los cáterings. Terrible, fue algo terrible, que por suerte no tuvo consecuencias.

Semon vuelve a casa, vuelve a sus orígenes, vuelve, aunque sea una metáfora arriesgada, a su familia, a quienes siempre cuidaron del negocio con calidad y con amor, con entrega, con sacrificio y maestría.

¿Es un día triste para mí? Tristes fueron los días en que el negocio sin rumbo caía, tristes fueron los días de ver a mi madre fuera de sí, perversa y retorcida.

Hoy no es un día triste. Hoy es un día esperanzado, de ver la oportunidad de que una empresa a la que siempre amé por muchos más motivos que fuera de mi abuela, puede renacer de sus ruinas hasta alcanzar su nivel de siempre. Semon nunca ha sido mío: pero espero poder volver a disfrutar muy pronto de mi Semon de todos los tiempos gracias a Pedro y a Paulino.

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