ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs French 75 por Salvador Sostres

Los pendientes olvidados

Salvador Sostres el

Es mi regalo de cumpleaños, una noche en un hotel con su novia. Hago la reserva por internet. Al día siguiente recibo un correo de la recepcionista diciendo que “os habéis dejado unos pendientes en la habitación, podéis pasar a buscarlos cuando queráis”. Yo aprecio increíblemente el detalle de avisar, pero los hoteles no son museos y si este mensaje lo intercepta una esposa, no hay modo de que el marido vaya a ser creído y lo del regalo al amigo parecerá una excusa y cualquier evidencia que presente en su defensa será considerada una miserable coartada inventada para salvarse. Puedo en mi situación permitirme recibir este mensaje, y de hecho de se lo comento a Anna, en un estupidísimo pensar que nos reiríamos pensando en la reacción de cualquiera de sus amigas aún casadas, y me llevo igualmente un tremendo correctivo y me acusa de ser como todos y de usar el razonamiento del adúltero y vuelve la vieja historia de una novia que ella cree que tuve, y no es cierto, mientras aún estábamos juntos.

No tengo la mente retorcida del delincuente, pero los hoteles tendrían que inventar modos más prudentes de ponerse en contacto con sus clientes. Es una ficción que sea privado el correo electrónico, con la cantidad de aparatos electrónicos que tenemos conectados entre ellos, y además existen los descuidos, y la mala suerte. Yo no fui un marido infiel y a estas alturas no me haría falta decirlo si no fuera cierto. Pero los hoteles de ciudad, sobre todo en tiempos en que el turismo casi no existe, no son como decía museos, ni bibliotecas, y uno va a lo que va, y con quien va, y no estamos para recibir correos.

Agradezco de mi actual estado no tenerme que preocupar por estas cosas, ni por hacerlas ni por tratarlas de disimular. Agradezco mi edad, y mi cansancio, y ya sólo hago torneos de exhibición, pachangas de veteranos y alguna benéfica de vez en cuando. Escucho con atención los relatos de mis amigos más jóvenes, o mucho má jóvenes, por decirlo de un modo menos inexacto, y procuro atenderles en sus necesidades, pero si tuviera ahora que volver a su ritmo, a su arquetipo y a poner el mundo del revés por una muchacha, creo que perecería de un ataque de asma.

Y luego está la puñetera manía de algunas chicas de dejarse cosas en las estancias donde se han entregado. Como el Golden Retriever que marca cada nuevo territorio levantando la patita, ellas olvidan unos pendientes, una goma del pelo o unas bragas. Yo nunca me dejo nada. Pero recojo como una invitación a continuar tantos objetos olvidados, o más bien dejados, porque hacerse mayor es entender que no existen las casualidades.

De fondo, bastante al fondo, y sin que en realidad tenga que ver con esta historia, me ha entristecido la conversación con Anna. El día había ido razonablemente bien, la fiesta de cumpleaños de nuestra hija, que ha querido invitar a sus amiguitas al teppanyaki de Yashima, y luego al Salting de L’Hospitalet, en una demostración más de que los contrastes nos ayudan a amar la vida. Ha sido un clamoroso error el tema de conversación, el tipo de error que cuando lo pienso me enfada mucho haber cometido. Un error no forzado, un error que abre viejas heridas sin ningún motivo, y que nos llevó de regreso al tiempo en que nos queríamos y no sabíamos cómo hacerlo, y hasta fabular con que yo tenía una amante era más cómodo para ella que asumir mi absoluta falta de deseo. Es terrible querer mucho a alguien y que no lleven los caminos. Es dramático cuando el cuerpo no obedece a la idea. Es abismal herir a quien más sientes que has de proteger.

Antes de marcharse me ha abrazado. Yo estaba un poco dolido, porque no eran ciertas sus insinuaciones hoteleras. Pero ella me ha dicho que había organizado muy bien la fiesta y me ha mirado muy tiernamente, cancelando cualquier resentimiento, como diciéndome: “yo sé que me lo invento, pero aunque fuera cierto te lo perdonaría si volviera de ti para mí el fuego”. Y eso me ha rajado como un cuchillo helado por dentro.

Otros temas
Salvador Sostres el

Entradas más recientes