Entiendo la excitación y las ganas de excitarse, pero la declaración de intenciones pactada por la CUP, Esquerra y Convergència no deja de ser un brindis al sol sin mayor concreción ni trascendencia. Aunque sea tal vez la más explícita, no es la primera declaración de este tipo que aprueba el parlamento de Cataluña.
Será incendiaria pero es retórica. La CUP quiere convertir la retórica en hechos, y Convergència pretende con esta retórica frenar los hechos. Ayer varios consellers, y de un modo no pacífico precisamente, le discutieron al president Mas la conveniencia del texto, pero el president insistió en aceptarlo porque cree que es la manera de ganarse el voto de los radicales a su investidura. Se equivoca, pero bueno, es su problema.
Una declaración vacía de contenido, que insta a un gobierno que no existe, y que es probable que ni exista porque las elecciones tengan que repetitse, no puede ser tomada en serio. El presidente Rajoy ha dicho que en cualquier caso va a dejarla sin efecto y esto es suficiente. Somos un Estado, no el tren de la bruja de una feria.
Es posible que en los próximos meses, ante nuevos y hoy imprevisibles acontecimientos, haya que tomar medidas más drásticas, pero por el momento la prudencia sigue siendo el mejor consejo. Una nación seria no puede vivir pendiente de manifiestos callejeros. Lo de Instagram y demás jaleos, hay que dejarlos para las faranduleras, como Penélope Cruz, que acaba de incorporarse a esta red social, por cierto. Pero un presidente es un presidente y el presidente Rajoy ha acertado hasta ahora no haciendo caso de los histéricos. A veces me pregunto si los que dicen defender el orden, no es bronca y tumulto lo que realmente quieren.
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