Salvador Sostres el 15 abr, 2016 Ayer fue el día de la República. La República fue el más truculento periodo de nuestra historia reciente. La República con su vacío moral. La República con sus pistoleros de saldo y esquina. La República con sus iglesias ardiendo. La República con sus checas. La República para demostrar que el mayor enemigo de la libertad no es una dictadura, sino el caos. La República fue terrible y la única responsable del final que tuvo. El día de la República es una nostalgia de perdedores. Los que perdieron la Guerra, por supuesto, pero también, y sobre todo, los que han perdido cualquier gusto por vivir, y cualquier esperanza; y canalizan a través de la grotesca idealización de la siniestra República su frustración y su resentimiento. La República es de gente que no se atreve a afrontar su verdad, ni su mediocridad. Entre los apologetas de la República no hay ni una sola inteligencia razonadora, nadie que defienda ideas favorables a los intereses de la Humanidad. Son izquierda atormentada de fracaso, que en lugar de admitir su error fundamental, nos llaman fascistas para traspasarnos su equivocación y su culpa. La República es el deprimente club social de los extraviados que no han sabido hacer de sus vidas algo que merezca la pena, y pretenden entristecernos a todos con su atraso, su ofuscación y su miseria. La Civilización, y la alegria, es un rey que retoza y dispara, los carros de quesos de los grandes restaurantes; y castillos con largos, largos cortinajes. Yo es que no sé por qué tuvo que marcharse mi querido rey Juan Carlos. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 15 abr, 2016