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Blogs French 75 por Salvador Sostres

La doble fila

Salvador Sostres el

Una de las imágenes me parecen más ridículas es la de un coche aparcado en doble fila cuando el que estaba aparcado correctamente se ha ido ya. El independentismo más estomacal y esta derecha que recoge firmas y acude a manifestaciones son este coche dejado en medio de la calle, absurdo y solitario. La realidad, siempre imperfecta, turbia y marrullera, se abre paso y algunos se quedan estancados en su esquina de amargura y de resentimiento. Pablo Casado sabe que los indultos son irreversibles y que si llega a presidente tendrá que convivir con los líderes independentistas excarcelados y muy probablemente con Puigdemont regresado a España y en libertad. No es comprensible, y es un fraude a sus votantes, y al conjunto de los españoles, que organice estos espectáculos cerriles y estériles en lugar de ofrecer una solución plausible y real. El presidente Rajoy, cuando llegó a La Moncloa, no prohibió el matrimonio gay ni cambió la ley del aborto. Entre sus tardes más útiles -sobre todo para sus propios intereses políticos- no se cuentan las que se pasó recogiendo firmas contra el Estatut.

La izquierda no entiende la realidad y es lo suyo que haga comedia. Los independentistas tampoco la entienden, y por eso se creen superiores a España y siempre pierden -siempre que finalmente se atreven a presentarse a la batalla, que es casi nunca, porque además de no entender la realidad, son unos cobardes. Pero una derecha que prescinde de los hechos, que no tiene la realidad como punto de partida y de llegada, no puede llamarse a sí misma “derecha”, ni mucho menos “centro”. El principio de realidad es la superación del fanatismo, el antídoto contra los idealismos, siempre sanguinarios, nunca compasivos. Esta semana se firmarán los indultos. Los presos saldrán el fin de semana que viene o a lo sumo los primeros días de la siguiente. De ahí tiene que partir Pablo Casado en sus propuestas y en sus explicaciones. Ir a Colón o a las mesas petitorias es coger carrerillas para un penalti que no va chutar porque el partido terminó hace rato. No es serio, no es respetuoso, no inspira confianza que el líder del partido razonable, constructivo, realista de España se dedique a azuzar las bajas pasiones de la turba con actuaciones estériles, horteras, falsarias, que ofenden la inteligencia de cualquiera con dos dedos de frente que sea capaz de entender de qué estamos hablando.

Pablo Casado no es creíble defendiendo la unidad de España sin tener un proyecto para Cataluña, sin ni siquiera saber cómo dirigirse a los catalanes. La realidad, los hechos, ésta es la sustancia de la derecha, y no lo que nos gustaría, o lo que creemos que es justo, que es el terreno de los lunáticos y de los que pierden las elecciones. Es cierto que en Cataluña las suelen ganar los lunáticos por excelencia, porque el grado de alienación y de enfermedad de la sociedad es tal que prefiere ser engañada, timada, burlada, narcotizada, a cambio de no tener que enfrentarse a la realidad de su mediocridad, de su vulgaridad y de su derrota sistemática.

La derecha no ha venido al mundo a explicarnos lo que está bien y lo que está mal. Esto ya lo sé yo y por eso voto a la derecha. La derecha ha venido a dejarnos trabajar, a reformar con prudencia lo que no acaba de funcionar, pensando cada paso para estar convencida de que no estropea el anterior. Pablo Casado no ha venido a darme ideas, porque en una sociedad libre y adulta las ideas las tiene cada persona. Pablo Casado ha venido -bueno, cuando llegue- a facilitar que podamos vivir nuestras vidas en paz y tranquilidad. Cada grado de distancia con los hechos es un grado de populismo. Cada idealismo es un fanatismo y cada fanatismo es un recuento de cadáveres. Las recogidas de firmas y las demostraciones callejeras son el recurso de los que no tienen más recursos. Lo de hoy en Colón no ha ido bien y además no ha servido de nada. Los ya convencidos, agitados. Los indecisos, alejados. La vocación mayoritaria, ni se sabe.

Hay un coche estacionado en doble fila entorpeciendo el tráfico y es el de Casado. El debate no es si tuvo razón en dejarlo mal estacionado, o si el que había aparcado pegado a la acera, y que ya se ha marchado, no había pasado la ITV, estaba sucio o era un coche robado. El debate no es éste porque de hecho no hay debate. Lo único que hay es que o Pablo acude inmediatamente a retirarlo o si prefiere ir al depósito de automóviles, pagar la multa y perder lo que queda de mañana en algo ni siquiera estúpido -sólo completamente innecesario.

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