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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Intentábamos hacer algo

Salvador Sostres el

Intentábamos hacer algo, dice Spielberg en HBO y también lo dicen Scorsese, Francis Ford Coppola y Brian de Palma. Alguien dice que Spielberg es único moviendo la cámara, por cómo logra intensificar la emoción con su movimiento. “Intentábamos hacer algo” significa que Spielberg se colaba en los rodajes de Universal, en los platós, en los decorados, un día en uno de Alfred Hitchcock y le vio dirigir un poco, hasta que le descubrieron y le echaron. Al cabo de unas semanas entró en un despacho desocupado, en la torre donde estaban las oficinas, puso su nombre en la puerta y nadie le preguntó quién era durante los siguientes seis meses. “Intentábamos hacer algo” significa preguntaba a todo el mundo, que aprendía de todo el mundo, que vivía a mil revoluciones. Y sobre todo que enseguida entendió el hecho de que que su público no estaba en el cine. Su público eran los ejecutivos del estudio y encontró la manera de hacer una película que convenciera a estos ejecutivos: “Esto es lo que soy”. Bueno, he pensado mientras veía el documental, esto sí que es intentar hacer algo, y con veinte minutos me ha bastado para saber dónde estaba mi artículo, el artículo que yo soy, y he empezado a escribirlo.

Ayer antes de acostarme leí esta reseña de Joan Burdeus. Él no escribe los nombres, tal vez porque no “intenta hacer algo” y sólo “intenta intentarlo”, pero el del bar soy yo, y aunque he recibido el amor de sus palabras, me ha ofendido que se sitúe como el que más ama. Como si yo fuera un cínico o mis relaciones lo fueran más que las suyas. Como si cada uno de mis días no fuera una batalla por salvar los muros de mi familia. Como si creer que el amor redime fuera más importante, y más amoroso, y más redentor, que amar como único significado de mi vida. Como si escribir no fuera amar, como si desangrarse en los artículos no fuera amor y se tratara sólo de un atracón de vanidad, como si dar amor esperando recibirlo a cambio fuera de más enamorado que darse entero y no sólo la mitad, saltando al abismo sin esperar nada, y no sólo como hipótesis sino sabiendo que realmente no hay nada que esperar.

Escribir es dejarse tocar, dice mi Joan, y digo mío aunque no contesta nunca mis llamadas. No sé si alguien escribió alguna vez artículos más tocados, no sé si alguien alguna vez se ha escondido tanto como Spielberg y yo para ver de escondidas a Hitchcock, hasta que nos echaban; y no sé si decir que quieres amar en la receptividad es más receptivo que hacerte cargo del gran dolor del mundo para que las personas a las que quieres puedan continuar rebotando en Graceland. También dice mi Joan que escribir es rendirse, como si ella no me hubiera dicho que se iba, como si no conociera mi propia cama, como si nunca hubiera visto cómo se apartaba el pelo de la frente. Como si yo no supiera que perder amor es una ventana en el corazón y todo el mundo puede ver que estás destrozado.

Los temas están bien y me gusta el debate. Pero hay que defenderlos con la vida, hay que conocerlos en la herida, cuando cuesta cargar con ellos y entonces saboreas el sentido de cada palabra. Hay que intentar hacer algo, saber quién es tu público, tomarte en serio tu talento, tomarte en serio tu amor, mezclarte con el dolor, y contenerlo, y redimirlo, y no esperar más amor que el amor que das, sobre todo si aún no has sido capaz de darle una forma inevitable, tuya, que permanezca cuando el polvo desdibuje la figura del fantasma. Los temas están bien. A mí, de hecho, los temas me encantan. Pero no tienen demasiado interés hasta que no ves por dónde podrían destrozarte, hasta que no te enfrentas a ellos sin escapatoria, sin palabras más grandes de las que se ajustan a tu vida, sin tu vida ajustada al que pretendes ser mientras escribes, siempre desde la distancia táctica, hijo único que siempre piensa en volver a casa, ofendido que come una sola injusticia y nunca colma los beneficios devengados. Los temas están bien, y el amor está bien, y hasta el dolor está bien si sirve el que yo siento para ahorrárselo a quien no querría ver sufrir.

Pero sobre todo intentar hacer algo está bien, escribir fundiéndote, amar en el resquicio de lo que ya sabes que no vuelve, usar sólo las palabras que entiendes cómo van a cortarte; y nunca más no dar nombres, y nunca más hacerse como la que contempla el drama, y nunca más evadirse, languidecer, quejarse como si dependiera de alguien más que sólo el amor pueda salvarte.

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