Salvador Sostres el 30 may, 2017 Carlos Iturgaiz ha dicho que todos los que silbaron el himno en la final de Copa son unos hijos de puta. Yo no creo que todos fueran unos hijos de puta. Lo que sí creo es que si silbar un himno es libertad de expresión, insultar a quienes lo hacen también tiene que serlo. Sería preferible que nadie silbara himnos y que nadie fuera insultado, pero lo que no puede ser es que te hagas la estrecha cuando vienen a reclamarte la libertad que tanto exiges a los demás. El independentismo tendría que afrontar de un modo más maduro sus pretensiones y entender que por la vía de hacer el indio en los estadios no conseguirá nada. Silbar un himno no es una opinión sino una barbarie impropia del Estado próspero y libre que los catalanistas dicen que aspiran a ser. Y lo que sobre todo resulta intolerable es jugar a provocar a los mayores y hacerse luego la niña tonta en medio de una orgía. Ni la Generalitat puede hacerse la democracia a medida, ni puede haber libertad sin orden, ni es serio decir que quieres ser un Estado y comportarte como una tribu de hechicero y taparrabos despreciando los símbolos nacionales. Una vez más el independentismo naufraga en las cuestiones previas y se autodefine y se autoinsulta con mucha más crueldad con que cualquier adversario se atrevería a hacerlo. Y luego, en lugar de aguantar con dignidad las consecuencias de sus actos, lloriquea por los rincones para disimular con victimismo su enésimo fracaso. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 30 may, 2017