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Director y no felpudo

Salvador Sostres el

TV3 fue desde su creación la principal “conselleria” de Cataluña y Pujol medía la idoneidad de los candidatos a dirigirla por su disposición a obedecerle. Los socialistas hicieron lo mismo, aunque con el contrapeso de ERC, durante los tripartitos.

Cuando en 2010 Convergència regresó al poder, el recientemente nombrado director Vicent Sanchis (Valencia, 1961) era uno de los candidatos a dirigir el ente público, pero ni Mas ni sus colaboradores se fiaron de él por considerarlo demasiado independiente y no una simple terminal de sus instrucciones; y también porque Sanchis ha defendido siempre que TV3 necesita un adelgazamiento radical de su plantilla, de poco menos que la mitad de sus actuales empleados, en sintonía con lo que también piensan, por cierto, PP y Ciudadanos.

Convergència, que siempre ha visto TV3 como una mera herramienta para su estrategia política, ni quería saber nada de los conceptos periodísticos de Sanchis ni mucho menos asumir el desgaste de huelgas y piquetes en una casa a la que hace tiempo que han renunciado a “salvar” y les basta con simplemente utilizarla.

Pero con los tres directores previos que Convergència impuso desde 2010, TV3 no hizo más que degradarse hasta quedar sumida en la más estrepitosa vulgaridad y perder el liderazgo. En lo que llevamos de año ha caído al tercer lugar. De modo que Convergència intenta a la desesperada, con el nuevo director, recuperar la calidad y la entidad necesarias para rescatar a “su” medio de comunicación por excelencia, aunque sólo sea para poderlo continuar usando. Veremos cómo se acostumbran a tener, por primera vez, un director y no un felpudo. Veremos cuánto dura y si puede llevar sus reformas a cabo.

Que Vicent Sanchis sea un independentista de derechas no significa en absoluto que vaya a obedecer órdenes de nadie, como así lo acreditó mientras fue director del periódico Avui y consiguió enfadar por igual a convergentes y republicanos.

El comité de empresa de TV3, que conoce los planteamientos del nuevo director, ha criticado su nombramiento por considerarle una amenaza contra su pretensión de continuar aferrándose a su realidad deficitaria y agonizante. Los que desde el independentismo le acusan de “convergente sectario” tal vez ignoren que su candidatura ha contado también con el beneplácito de Esquerra. Por su parte, el reproche de la CUP tendría que ser considerado una garantía de acierto en un mundo civilizado.

Las únicas quejas razonables por su nombramiento pueden ser las de PP y Ciudadanos, que es difícil que se sientan representados por el espíritu de la nueva dirección, aunque probablemente acaben admitiendo, cuando su mandato acabe, que Sanchis les trató con bastante más respeto del que esperaban y del que por supuesto suelen recibir en La Sexta o en Cuatro.

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