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Cuando Pedro volvió

Salvador Sostres el

Tenemos que ir aterrizando en el marco mental de que celebraremos la Navidad con Pedro Sánchez en La Moncloa. Todo el mundo se pregunta qué pasará el 1 de octubre pero quien hará que España salte por los aires será el secretario general del PSOE. La pirotecnia independentista necesitaba pólvora verdadera y la ha encontrado en un Pedro Sánchez que va a hacer con el PSOE y con España lo que Artur Mas ha hecho con Convergència y Cataluña. Tal como si Cataluña no es independiente es porque los catalanes no queremos pagar el precio, un Estado como España sólo pueden romperlo los que desde dentro tienen la misión de defenderlo. Y ahí está Pedro Sánchez, que habiendo arrasado a la parte de su partido que solía tener un cierto sentido de Estado, y asumida su incapacidad de derrotar al presidente Rajoy en las urnas y de causarle la menor incomodidad por los casos de corrupción, está trabajando una alianza con Podemos y los partidos independentistas para echar al PP del Gobierno y aceptará a cambio un referendo de independencia para Cataluña.

Cuando Puigdemont dice que a partir del 2 de octubre la política española tendrá nuevos interlocutores se refiere a este pacto. Él y Esquerra saben perfectamente que el referendo del día 1 no se celebrará pero quieren follón y exhibir músculo para vender caro su apoyo a la moción de censura con que Pedro Sánchez logrará lo que las urnas le negaron.

Los independentistas están dispuestos a aceptar un referendo con varias posibles respuestas (de menor a mayor grado de autogobierno, hasta la independencia) y a que sólo sea vinculante si una de ellas alcanza el 50 por ciento. Es decir: aceptan la segura derrota momentánea a cambio de la victoria política y “nacional” de largo alcance de sentar el precedente de que Cataluña tiene derecho a decidir su destino.

Parece un cuento de verano pero un poco de Historia basta para saber que la izquierda se ha jugado siempre a los dados la suerte de España y aunque es cierto que entonces pensé que exageraban yo vi helarse las sonrisas en Génova cuando Pedro volvió.

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