Salvador Sostres el 22 mar, 2017 El jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, ha dicho que el sur gasta en copas y mujeres y que la solidaridad tiene que ir de la mano de la responsabilidad y de los compromisos. El eurodiputado catalán de Los Verdes, Ernest Urtasun, muy guapo pero muy tonto, le ha exigido que se disculpe, a lo que Dijsselbloem naturalmente se ha negado. Es cierto que el sur derrocha. En copas, en mujeres y en las tonterías de Ernest Urtasun. Podemos mejorar pero no quejarnos. Tendemos al derroche festivo y en parte de ahí viene la alegría que nos caracteriza. No es que los holandeses nos tengan manía, pero yo puedo comprender muy bien que estén hartos de pagar. No tendríamos que ofendernos tanto cuando nos ponen ante el espejo. Si tanto nos indigna lo que vemos podríamos tratar de ser mejores, pero es de cobardes y muy vulgar el recurso de matar al mensajero. Ni somos holandeses, ni somos suecos, ni somos suizos, ni somos calvinistas. Somos católicos del sur y lo nuestro es la misericordia, el caos dentro de un orden y unas inmensas ganas de vivir. Se nos ven las costuras cada vez que pretendemos pasar por algo distinto y lo que es peor: hacemos el ridículo. Sucede casi siempre que el norte le paga la fiesta al sur, y no sólo en general en la Unión Europea. Sucede concretamente en España, concretamente en Italia y sucede en los Estados Unidos en relación con Sudamérica, y por ello el presidente Trump quiere poner orden con su muro y con tratados comerciales más justos. No podemos ponernos estupendos cuando nos recuerdan lo que somos y lo que hacemos. Tenemos que reconocerles a los que nos pagan el derecho de recordarnos lo que somos y hacemos. Porque si encima nos ponemos estupendos, nos arriesgamos a que nos digan: oíd, chicos, si tan orgullosos sois, ¿podéis devolvernos el dinero? Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 22 mar, 2017