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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Contar cadáveres

Salvador Sostres el

Esta manía de contar cadáveres. Hemos dado por bueno que la muerte es noticia. La muerte sin contexto, la muerte como el marcador de un partido. La muerte lanzada de sal sin secar. Este recuento, esta obscenidad. Esta exageradísima gravedad de tercera guerra mundial. Esta aceptación del confinamiento como quien acepta que sólo el Estado, encerrándonos, puede garantizar que no nos infectemos porque nosotros somos unos retrasados mentales que no sabemos tomar las más elementales medidas de seguridad. Esta asunción automática, vergonzosa, humillante de que no sabemos cuidar de nosotros mismos. Aún no somos mayores de edad, aún no nos hemos emancipado. Aún no hemos aceptado que podemos morirnos, pero lo que no podemos hacer es no vivir. Esta extrañísima relación con la muerte, como si fuera pecado, como si tuviéramos alternativa, como si no hubiéramos entendido forma parte de la vida, como si no hubiéramos aprendido a notar la caricia liberadora de su brisa.

No me malinterpreten, no tengo ninguna prisa.

Pero tanto miedo a la muerte sólo lleva a hablar demasiado de la muerte. No hables tanto de la muerte, y habla más con tu muerte. Sácala a pasear, llévate bien con ella, para poder amar a la vida con la profundidad y la entrega que merece. La gente que le tiene tanto miedo a morir es que no ha vivido bien. Será triste cuando el final llegue, llevo tus marcas en mi piel y hoy no te vuelvo a ver.

Pero aborrezco el contador diario, este pesimismo amarillista, victimista. Y lo poco que hablamos de volver, de los grandes proyectos que se están gestando; lo poco que hemos peleado por nuestra libertad, por nuestra madurez; la naturalidad con que hemos aceptado que intervinieran nuestras vidas hasta el extremo más íntimo y ni siquiera hemos planteado un debate. Luego os sentís insultados cuando digo que os viene grande la democracia y que la genética es más fiable. ¿Qué ofensa? ¿Hay algo más ofensivo que haber entregado el equipo de este modo tan infantil, tan sumiso?

El Gobierno nos encerró porque pensó de no sabríamos qué hacer y le hemos dado la razón. A nadie le ha dado vergüenza que en los telediarios nos tuvieran explicar qué es un paseo y hasta qué edad podíamos salir a la calle. Nadie se ha sentido insultado como ciudadano libre, como hombre. O nadie lo ha dicho. Lo peor no ha sido el confinamiento sino que con nuestra actitud hemos demostrado que lo merecemos. Sólo Arcadi, alzado capitán de los patos del Retiro, ha sido nuestra Resistencia. Él ha sido nuestro único Victor Laszlo, y en las escaleras del Palacio de Cristal parecía decirle a la orquesta que tocara La Marsellesa.

De estos meses nos llevaremos la lección de que tal vez la izquierda tenga razón cuando nos trata como a unos idiotas. Si nos hemos dejado hacer esto, nos merecemos al matrimonio Ceaucescu. Hemos renunciado a ser hombres, a ejercer de hombres. Hemos demostrado que la libertad no nos importa, que tenemos más miedo a la muerte que amor a la vida y que es muy fácil asustarnos con cualquier espantajo. Miedo al virus, miedo a salir a la calle, miedo a la crisis que vendrá por habernos quedado en casa. En qué quedamos. No más que lloricas por todas partes. Y más recuentos de cadáveres. Tomarnos como un logro que nos dejen salir a pasear. Esta infame comedia de los niños. ¿Qué pasa con los niños? ¿Qué prisa hay para que salgan de casa? ¿Qué les hacéis? Mi hija está encantada.

Es de cobardes esconderse en los niños, agitarlos para evadirnos de nuestra responsabilidad. Nos hemos comportado como un artículo de Pedro Simón, con toda su hipocresía y todas sus falsedades. Los que tenemos que salir somos los adultos, los emancipados, los ciudadanos libres y educados. Salir y tomar posesión de nuestra vida, de nuestras calles, de nuestra libertad, de nuestra vida y de nuestra muerte, de nuestro riesgo porque vivir gasta y sólo la muerte es segura, y estable.

En lo aldenao, Quim Torra, como un cavernícola, reclamando un confinamiento eterno, ha sido el resumen de todas las categorías atraso. En lo porno, los aplausos de las ocho en los balcones, banalizando el riesgo de los médicos -el riesgo que nosotros no hemos tomado por nuestra libertad- aplaudiéndonos a nosotros mismos y poniendo estúpidas canciones para tener nuestro momento ni siquiera de protagonismo, porque sólo es exhibicionismo de altavoz y chándal.

Ni los cerdos tomando los parterres de la Diagonal nos han servido para entender la metáfora.

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