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Blogs French 75 por Salvador Sostres

A la gente le da igual morirse

Salvador Sostres el

A la gente le da igual morirse and who am I to blow against the wind. Lo que no me parece bien es que me cierren los restaurantes. La mitad de la gente que ayer me crucé por la Diagonal iba sin mascarilla, con sus correspondientes hijos igualmente desprotegidos. Yo tengo una muy buena relación con mi muerte. He vivido muy bien y he podido hacer lo que quería. Lo único que me dolería es dejar a mi hija de 8 años sin su papi, porque preferiría ahorrarle el peso de ser una niña que a los 8 se quedó sin padre. Por lo demás, me doy por saciado, por servido, pero me pongo la mascarilla cuando salgo de casa, y se la pongo a María y llevo un desinfectante que fabrica mi mujer por si tocamos algo dudoso.

No sé si los que no llevan mascarilla han vivido tan bien como yo. No sé si conocieron a los ídolos, si tuvieron mesa en El Bulli, si viven a través de sus artículos. Lo que sé es que no llevan mascarilla, que contagiarse no les importa, o no son conscientes del riesgo que corren. Iba a decir que ni lo sé ni me importa, pero la verdad es que me pica la curiosidad porque no creo que quieran morirse, aunque hagan todo lo posible. No quiero que quieran exponer a sus hijos a una enfermedad para la que aún no hay vacuna.

Y sin embargo es lo que hacen. El confinamiento nos ha atontado. A mí me ha servido para hacer dieta, para escribir sobre asuntos de los que hacía tiempo que no me ocupaba, pero en general a la gente -gente, gente, cuánta gente- ha perdido la práctica de la libertad y no saben qué hacer de ella. Tiene razón Pablo Casado cuando dice que otro estado de alarma no tiene ningún sentido: claro que no lo tiene. Ha llegado la hora de que la gente demuestre que está dispuesta a hacer algo por su vida, a protegerla de alguna manera, aunque sea la más elemental; y que los demás afronten su destino.

Hemos hecho lo que hemos podido para proteger a todos. Hemos parado el mundo. Hemos nacionalizado la Sanidad, hemos hundido la economía. Ahora ya tiene que depender de cada cual. Y por supuesto ayudaremos a quien lo pida, pero lo que no podemos hacer es quedarnos todos en casa porque hay unos cuantos estropeados -bastantes, la verdad- que por su vida y la de sus hijos no están ni dispuestos a usar una triste mascarilla. ¿Por ellos tengo que dejar de ir a los restaurantes? ¿Por ellos tenemos que dejar de trabajar? ¿Por ellos tenemos que tirar este mundo tan maravilloso a la basura? No es razonable. Tampoco apreciarían el gesto. Sólo se quejarían, siempre sin mascarilla.

Ha llegado la hora de que el Estado deje de pretender que puede sustituir nuestro instinto de supervivencia y si no somos capaces de ponernos algo tan simple y obvio como una mascarilla es que no somos capaces de nada más que de flotar a merced de cualquier marea. Digo en serio que no tengo nada en contra de la gente que elija muerte, o que se deje elegir por la muerte tan fácilmente. Es su libertad, es su humanidad, es su vida. Lo que me parece intolerable es depender de ellos. Es justo que seamos tan libres como ellos.

Ya hemos quemado suficientes días de nuestras vidas. Ya hemos cedido suficientes hospitales que pagamos con nuestras mutuas para que todo el mundo fuera atendido en el pico de la angustia. Ya hemos ofrecido nuestro corazón y que yo recuerde nadie nos ha dado las gracias y nunca han dejado de insultarnos. Lo mismo que Pedro Sánchez, que continúa insultando a Pablo Casado y luego le exige lealtad. ¿Lealtad a qué? Lealtad con los españoles sería echar a los chavistas del Gobierno, lealtad con los españoles sería no sembrar el país de caos y muerte con una gestión nefasta, con unas medidas chantajistas y con un absoluto desprecio a la creación de riqueza y por lo tanto a las vidas de las personas responsables y libres.

Gente, gente, cuánta gente que votó mal y ahora se queja. Cuánta gente sin mascarilla, sin el mínimo instinto de proteger a sus hijos y sus propias vidas. Gente atrofiada, doblegada por la degradación socialista Gente atropellada por el colectivismo atroz que anula la voluntad, que cancela el esfuerzo y extingue la vida. ¿Lealtad a qué? Esquerra ha abierto un camino.

La prioridad es que España tenga un Gobierno valiente y creativo que nos ayude a recuperar el pulso. La aritmética es la que es y Sánchez no convocará elecciones tan fácilmente. Casado tiene más diputados de los que el actual presidente necesitó para su moción de censura. Que las alianzas sean imaginativas. Que las prioridades estén claras. Y que nadie lo dude: el único camino para no quedar atrapados en la mayor depresión que habremos conocido en siglos es librarnos del yugo chavista que Sánchez encarna -y no sólo permite.

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