Salvador Sostres el 02 mar, 2017 Partido de trámite aunque no tanto para el Barcelona. De trámite por la teórica inferioridad del rival y no tanto porque había que comprobar si las buenas sensaciones del Calderón tenían continuidad y cabe conservar alguna esperanza de salvar la Champions. El equipo empezó alegre pero sin hacer nada que fuera de un especial interés, hasta que en el minuto 8 Mascherano le sirvió una asistencia con trufa negra a Messi, que en la frontal del área cogió a la defensa desprevenida y a Cuéllar a media salida, y sin ni siquiera saltar marcó de cabeza por encima del portero. La obsequiosa defensa visitante no quiso conformarse con tan espléndido regalo y casi sin solución de continuidad puso todas las facilidades para que Neymar le entregara un buen pero evitable balón a Suárez, que consiguió el 2 a 0 con la inestimable ayuda de Juan Rodríguez, que aunque no hacía falta la prestó por si acaso, algo así como lo que Quico Homs hace con el independentismo. Pero no sólo la defensa del Sporting quiso ser generosa. También Mascherano estuvo lentísimo y Busquets demostró una vez más que no puede jugar de central en la jugada en que el Sporting consiguió acortar distancias mediante el buen gol de Carlos Castro. El Gijón lo veía difícil y el Barça demasiado fácil. De modo que el esfuerzo de unos junto con la pasividad de otros apretó el marcador, aunque no por mucho tiempo, porque en el minuto 26 Rakitic hizo un centro sin ningún futuro aparente hasta que apareció Babin para equivocar el rechace y convertirlo en un centro para que Suárez rematara el tercero. El centro de Rakitic fue una porquería, el cabezazo de Babin un despropósito, pero hay que reconocerle a Suárez el mérito en este tipo de goles: la habilidad para hacerse con balones perdidos, amoldar el cuerpo y disparar con acierto en las posturas más extrañas. “Uruguayo cazador” -hallazgo del maestro Joaquim Maria Puyal- es un apodo exacto. Rafinha, en cambio, no acertó ni un disparo. Es bastante mejor jugador que la poca fe en sí mismo que a veces parece tener. Juan Rodríguez volvió a cantar pero Neymar le correspondió desaprovechando la magnífica ocasión propiciada. No fue la última ofrenda del brasileño durante la primera parte, pues al filo del descanso se automostró una cartulina amarilla por absurdamente mandar a paseo al colegiado. La segunda parte empezó con la novedad de que Alcácer sustituyó a Suárez, pero con la misma apatía que en la primera. Recuerdo Gámpers con más tensión competitiva. Babin quiso completar su lista de obsequios y le regaló un balón a Messi para que éste se lo sirviera “vuelta y vuelta” a Alcácer, que para variar no falló y marcó el cuarto. En el 58 dio toda la impresión de que Messi tiraba a tocar la escuadra, más que a marcar, cosa que consiguió, y lo celebró con Neymar chocando sus manos. Luego fue sustituido: pocas veces se ve esta estampa. En el 65, Neymar chutó una falta desde el vértice del área y prefirió marcar que tocar la cruz. Bello disparo que superó lateralmente la barrera y no por encima. Tras una pared con Sergi Roberto, Rakitic consiguió un difícil gol, casi sin ángulo, por el palo corto de Cuéllar. Partido rocambolesco, mediocre, desangelado, con goles -salvo los dos últimos de Neymar y de Rakitic- más explicables por el error del contrario que por el mérito del autor. El Barça, mejor en la segunda mitad que en la primera, pero sin demostrar nada especial. Lo del Gijón fue lamentable. No es que las expectativas fueran demasiadas, pero el nivel que mostraron los asturianos no alcanzó los mínimos exigibles de la Primera Diversión. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 02 mar, 2017