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El antídoto para las dificultades no puede ser la resignación

Tesh Sidi (Sahara Occidental)

El antídoto para las dificultades no puede ser la resignación
Ignacio Gil el

Nació en un campamento en Tindouf en Argelia. ”Soy ingeniera, política y activista pero, sobre todo, soy refugiada”. No se nace refugiado, es una circunstancia temporal, que acontece, que ocurre en el momento en el que tu vida se ve amenazada y te ves obligado a huir. Pero el pueblo saharaui es una excepción, ellos nacen ya refugiados, privados de derechos y apátridas. 

“Naces y no tienes el contexto de la realidad. Naces con dificultades, pero las asumes como normales. Son las circunstancias que conoces, lo asimilas y no tienes opciones. Naces mayor. Mi madre y mi abuela se separaron en la marcha verde, mi abuela se fue a Mauritania y mi madre a Argelia”. Explica que su madre bloqueó muchos de sus recuerdos. Tesh se crio con la esperanza de la tierra prometida. “Crecemos alimentando un vínculo identitario hacia algo que no hemos visto nunca, sin embargo, no sentimos añoranza pues es algo que no hemos conocido realmente. Cargamos con los recuerdos de la guerra de nuestros mayores y arrastramos su frustración, aunque no hayamos tenido esas vivencias”. 

Tesh habla a toda velocidad y rocía la conversación con sonrisas. Pero sabe de lo que habla y procura dedicar mucho tiempo a la reflexión. Su cabeza no para. “Es cierto que somos una sociedad muy precaria, no sabemos acumular cosas, por cultura, pero también por necesidad”. Los juguetes que traía al regresar de los veranos acogida en España, su madre los vendía para comer. “Nosotros con lo poco que teníamos vivíamos con dignidad. Vivíamos con austeridad, con carencias incluso, pero no vivíamos privados de libertad”. 

Considera a su madre una heroína. “Mi madre es una mujer extraordinaria. No pudo estudiar, ha renunciado a todo por nosotros, sus siete hijos”. Reclama que los saharauis necesitan un estado, una nación propia, tanto para criticarla como para sentirse orgullosos de ella. “La resignación se empieza a ver en nuestros mayores, ya están perdiendo la esperanza de volver a su tierra y esa resignación quizás es lo que más me duele”. 

Habla con orgullo de la lucha de las generaciones anteriores y de la manera ejemplar con la que han sabido transmitir su esperanza, su fortaleza identitaria y su cultura. “Ahora la tercera generación que está naciendo en el refugio, ya no está recibiendo esta herencia tan potente. Nos ha contaminado mucho el capitalismo. Las redes sociales han importado el ideario capitalista y está generando mucha más frustración. El capitalismo no tiene fronteras y destruye las sociedades más vulnerables, las más precarias”. Por otro lado, le preocupa que la identidad de los que aún viven en los territorios ocupados se va marchitando. 

El exilio lleva aparejado una mochila emocional muy pesada, con la ansiedad y la melancolía que genera toda la violencia sufrida en el proceso: la violencia de tener que salir apresuradamente de su tierra abandonando todo, la violencia del choque cultural de su nuevo destino, la violencia de la dificultad de ser acogido y de empezar de cero, la violencia de no conocer el idioma y tantas más. “Esa depresión sutil la logramos superar poniéndonos a trabajar, a estudiar y a salir adelante, pero escondemos muchas cosas que arrastramos. Los refugiados saharauis somos muy autoexigentes. Los que hemos salido, sentimos que tenemos una deuda con los que se han quedado, que tenemos que ser excelentes. Mi generación ha hecho eso y es duro ver que ni el conflicto se resuelve, ni la situación de refugio acaba y va aumentando la sensación de fracaso que conlleva”.

El ejemplo de Tesh nos enseña que lo fundamental es que la realidad, por difícil que sea, no nos debe paralizar. “Me da mucho miedo que el antídoto para todo sea la resignación. Tenemos que enfrentarnos al sistema desde lo positivo, no desde la rabia. La rabia es legítima pero no nos lleva a nada”. 

En el campo de refugiados crecen en comunidad, con sus luces y sus sombras. “Hacia adentro somos muy transparentes y se construyen fuertes lazos de confianza y solidaridad, mientras que hacia afuera somos muy herméticos. Sabemos que la comunidad nunca nos va a abandonar, que siempre tenemos un lugar a donde regresar. Pero, al mismo tiempo, la comunidad, es dura, rígida, te puede juzgar, estigmatizar y rechazar. Es una sociedad patriarcal y te obliga a crecer muy pronto.

Si naces mujer en un campo de refugiados no puedes desarrollarte, ni social ni sociológicamente”. Tesh Sidi alcanzó sus metas exitosamente muy joven y es ahora cuando siente la responsabilidad de convertirse en un referente y ser un altavoz para su pueblo, haciendo política, transformando el presente y construyendo un futuro mejor.

Rocío Gayarre

 

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