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Coger una patera para muchos es cavar su tumba

Emily Sini (Nigeria)

Coger una patera para muchos es cavar su tumba
Ignacio Gil el

El brillo de sus ojos nos deja intuir una sonrisa deslumbrante bajo la mascarilla. La nueva normalidad. Sujeta contra su pecho un folio escrito a mano por las dos caras. Extiende el papel sobre la mesa y comienza a leer en un español muy correcto y con la voz firme, “Mi biografía de cómo salí de mi país, Nigeria”. Habla alto y claro, pero haciendo muchas pausas, inevitables por el dolor que le producen los recuerdos.

“Una nueva etapa de mi vida empezó cuando perdí a mi esposo, murió en un accidente automovilístico. Su familia entró en la casa y me acusó de matar a su hijo y se apoderaron de todas las propiedades que teníamos, me quitaron a mi única hija, y me enviaron fuera de la casa sin nada más que la ropa que llevaba puesta. No pude defenderme porque son muy influyentes en mi sociedad”. Emily Sini comienza así su relato.

Estudió enfermería y tenía una vida muy feliz junto a su marido y su hija. Soportó el acoso de su familia política hasta que las amenazas le hicieron temer por su vida. Su madre, enferma de tensión, no lo superó y falleció. “Las intimidaciones eran tan graves que decidí dejar mi país, así fue como llegué a Libia”. Para ello tuvo que cruzar el desierto. “Mi experiencia en el desierto fue tan arriesgada, que aun no comprendo cómo logré sobrevivir”. Los vehículos en los que viajaban se averiaron, y aunque les recogieron otros, se extraviaron, pasando más días en el desierto de lo previsto, sin víveres, sin agua. Prefiere no recordar los detalles de la travesía. “Los recuerdos duelen demasiado. Pero llegué. Y comencé una vida nueva… en el infierno”.

“Soy una peleona, la vida me ha obligado a serlo”. En los seis años que vivió en Libia no recuerda haber descansado. Comenzó trabajando como limpiadora, luego en un salón de belleza como estilista, también cuidando niños.  “Las cosas nunca fueron fáciles, es un lugar muy inseguro, pero yo solo quería trabajar y trabajar y ahorrar. Conseguí así abrir mi propia tienda de peluquería con lo que pude pagar los estudios de mi hija. Ella siempre ha sido el motor de mi lucha”.  Y más tarde logró otra meta:  trabajar como auxiliar de enfermería, su profesión, primero cuidando a una anciana y posteriormente en un hospital, cubriendo el turno de noche.

En Libia fue testigo de muchos crímenes. “Se aprovechaban de las extranjeras sometiéndolas a trabajos forzados y con frecuencia a esclavitud sexual. Se intercambiaban seres humanos como esclavos. El robo de africanos estaba a la orden del día. Se les explotaba impunemente e incluso les secuestraban para sacarles un rescate a sus familiares. En las calles se vendían armas, y era frecuente ver muertos, la vida ahí no valía nada”.

Otro golpe inesperado fue lo que le llevó a huir nuevamente.  Llegó a su casa y vio que la cerradura estaba forzada y su apartamento desvalijado. Había sido el arrendador, que le había robado todo, lo que con tanto esfuerzo había ido ahorrando y comprando.  “Fue una tragedia, y cuando intenté reclamarles que me devolvieran todo, me amenazaron y llegaron a dispararme en la pierna. Hui asustada y herida. No me quedaba otra opción que cruzar el mar. Así fue como me encontré en la patera, a la deriva, en un viaje mortal y desesperado. Pero gracias a Dios estoy aquí para contarlo”.

Pasaron cuatro largos días a bordo, eran más de cien personas, varias murieron por lo que navegaron con los cadáveres a sus pies.  “Nos rescató el Aquarius. Empecé a cantar de alegría cuando puse un pie en el barco. Pero por dentro estaba aún muerta de tristeza por haber visto a otros morir en el intento”. Emily no sabía ni dónde estaba ni a dónde iba pero sabía de qué huía: de la muerte.

En España se ha sentido bienvenida y acogida. “El día más feliz fue conocer a Pedro Sánchez, el hombre que nos trajo a puerto seguro. Mi futuro me preocupa, pero no me da miedo. Eso ya es un cambio. Hay muchos desafíos en mi vida y los he conseguido superar. Yo no abandono mis sueños. Nunca”.

Rocío Gayarre

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