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Este virus nos ha recordado nuestra vulnerabilidad

Giovanni Provenza y Nerea Cañas, doctor y enfermera en el Hospital Fundación Jiménez Díaz

Este virus nos ha recordado nuestra vulnerabilidad
Ignacio Gil el

A estas alturas donde la crisis económica y social va apoderándose del espacio informativo mientras los paseantes con mascarillas recorren las calles y las plazas al atardecer, casi se nos llega a olvidar que estamos aún inmersos en una crisis sanitaria, luchando en todos los frentes contra una pandemia global.

Y en estos meses la carga mayor de trabajo, esfuerzo y sacrificio profesional y personal se lo han llevado los médicos y el resto del personal sanitario. En esta situación de emergencia se evidenció que los números no cuadraban, que faltaba personal para atender a los cientos de miles de infectados por la COVID 19. Y el paso al frente de los médicos extranjeros, especialmente los venezolanos, no se hizo esperar.

En las dos primeras semanas del estado de alarma ya fueron más de 200 médicos los que pasaron a incorporarse a los servicios de salud de las distintas comunidades autónomas, según informaron fuentes del Ministerio de Sanidad. Era urgente reforzar los medios materiales y humanos del sistema de salud. Prioridad máxima. Se estima que en total el contingente de profesionales que se ha incorporado para abordar la emergencia sanitaria ha sido de 50,000. 

En el caso de los médicos extranjeros se crearon unas mesas de trabajo interministeriales, y se consiguió flexibilizar el procedimiento y los trámites para el reconocimiento de su titulación y sus especialidades. Cuando para los españoles soportar la cuarentena y el confinamiento, la escasez en las primeras semanas de productos en los supermercados, y las colas, o el pánico al contagio de enfermedades, los inmigrantes venezolanos ya habían sufrido situaciones similares en su país. “En Venezuela ya hemos visto esto”, comentan. En España hay en la actualidad unos 5.000 médicos venezolanos, de los que 2.000 están aún en espera de la homologación. 

El doctor Giovanni Provenza es Vicepresidente de la asociación de médicos venezolanos en España, ha estado muy implicado en las conversaciones con Sanidad. Llegó a España hace cinco años. Aproximadamente un 20 % de las solicitudes han sido aprobadas. Es un dato positivo, pero insuficiente. Ojalá hubieran sido más. Los contratos con la CAM con personal extracomunitario solo se van a mantener mientras dure el estado de alarma. Entiende que la recesión está afectando a toda la sociedad española, no solo a este colectivo, pero este balance final no es del todo satisfactorio.

En Venezuela hizo política de oposición lo que le valió serias amenazas y la salida. “Viví en un país en guerra, quizás por ello ahora me resulta más fácil mantener la calma”. Es traumatólogo en la Fundación Jiménez Díaz pero ha estado dedicado en cuerpo y alma a la atención a pacientes de COVID especialmente a los de terapia intensiva. Sus jornadas han estado empapadas de miedo, frustración, angustia, urgencia y cansancio. “Ha sido importante cuidarnos mucho los unos a los otros”. Lamenta especialmente haber atendido a pacientes jóvenes debatiéndose entre la vida y la muerte.

“El principal aprendizaje es que este virus no discrimina por raza, edad, sexo o estrato social. Nos ha recordado la vulnerabilidad de nuestra especie. Como médicos hemos sufrido la impotencia y la tristeza de ver a tantos morir”. También ha sido testigo de todo lo que se ha ido avanzando a medida que se iba conociendo mejor al enemigo.

Nerea ha sido enfermera de quirófano diez años. “Nunca me hubiese imaginado tener que convertirme en enfermera de UCI – COVID de un día para otro y durante 2 meses, día tras día. Al principio fue muy duro, entrar ahí, agobiada con el EPI, la situación era límite en todos los sentidos. Llegaba a casa y me desplomaba en lágrimas, se sucedían las noches sin dormir. Día a día vas aprendiendo, viendo cómo se van despertando algunos pacientes y sabes que por ellos tienes que sacar la sonrisa, detrás de ese traje EPI y esa mascarilla y sacar fuerzas de dónde no las tienes. Ha sido un ejercicio constante de superación personal y de vencer nuestros miedos”.
Giovanni y Nerea coinciden en que ha sido uno de los mayores aprendizajes personales y profesionalmente. “Gracias a todos por sostenernos cada día con el aplauso desde los balcones, nos emocionaba”. Solo apelan a la conciencia colectiva, que sigamos haciéndolo bien y venciendo poco a poco al virus, “porque no sé si podríamos sacar fuerzas de nuevo para un segundo brote”.

Rocío Gayarre

 

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