El dolor de espalda, especialmente en la zona lumbar, es posiblemente una de las molestias más universales que existe. Es otra consecuencia más del estilo de vida que llevamos, de cosas tan simples como las horas delante de un ordenador con una silla que no es la adecuada o un colchón que ya hay que cambiar. Las lesiones o dolores causados por traumatismos más o menos graves son menos habituales de lo que podemos pensar, en general la culpa la tienen los malos hábitos posturales y una vida sedentaria. Como siempre, es mejor prevenir que curar así que vamos a conocer las causas habituales que lo provocan y cómo prevenirlo.
Causas del dolor y factores de riesgo
La espalda está compuesta por un complejo conjunto de músculos, ligamentos, tendones y huesos que ‘sostienen’ nuestro cuerpo al movernos. Como eje central tenemos nuestra columna vertebral que está dividida en diferentes segmentos (las vértebras) en cuya unión se encuentran los llamados ‘discos’ que vienen a ser un cojín entre vértebra y vértebra. Un dolor indeterminado de espalda puede estar causado por cualquier desajuste en una o varias zonas de la misma, ese es el principal motivo por el cual a veces es difícil tener un diagnóstico claro que identifique el problema y existan personas que viven con molestias de espalda crónicas. No obstante los dolores de espalda pueden dividirse en dos grandes grupos: los que derivan de problemas médicos (osteoporosis, artritis, discos abultados o rotos, curvaturas anormales de la columna como la escoliosis, determinadas infecciones, procesos cancerígenos o incluso problemas renales) y los que tienen que ver con nuestro estilo de vida (malas posturas, exigencias físicas de algunos trabajos o incluso horas de descanso en un sillón o un colchón que en nuestro caso concreto no es el adecuado).
Hay múltiples factores de riesgo asociados a los dolores de espalda, si en nuestras vidas hay una combinación de varios de ellos ya sabemos que las probabilidades aumentan más y más. Un trabajo con muchas horas de pie o en posiciones forzadas, embarazo, obesidad, tabaquismo, sedentarismo, la edad, factores genéticos y algunos problemas médicos son los causantes de prácticamente todas las molestias comunes. Lo más habitual es que el dolor desparezca con algo de descanso o unas sesiones de fisioterapia, pero si el dolor persiste o se acompaña de otros síntomas como pérdida de peso, fiebre, dolores que irradian a las piernas, incontinencias o inflamaciones, no esperes más y acude pronto a un médico. No es raro que un dolor aparezca y desaparezca haciendo más difícil detectar el problema real, en ocasiones hará falta una radiografía o una resonancia para confirmar o descartar sospechas, pero como en todo lo importante es la prevención y es ahí donde el ejercicio juega un papel fundamental.
¿Cómo podemos prevenirlos?
Muchos dolores necesitan reposo para hacerles remitir, pero si asociamos el estar quietos con la desaparición del dolor no tardará mucho en consolidarse la idea de que la espalda nos duele por ‘usarla’, que si la dejamos tranquila estaremos mejor y nada más lejos de la realidad. El ejercicio diario es una de las mejores herramientas para prevenir el dolor de espalda. Entrenar diariamente ayuda tanto a ganar fuerza y masa muscular como a controlar el sobrepeso. Aunque te pueda parecer lo contrario, hacer pesos muertos con la técnica y supervisión adecuada puede ser mucho más recomendable para tu dolor de espalda que salir a correr. Debes poner especial atención en el fortalecimiento de toda tu faja abdominal o ‘core’. Además del ejercicio, controla la alimentación tanto para evitar el sobrepeso como para asegurarte una cantidad adecuada de calcio y vitamina D; muy importantes para la salud ósea.
En otro plano, de manera inconsciente, hay muchas cosas que pueden estar haciendo daño a nuestra espalda como posturas que adoptamos de manera natural ya sea estando de pie, sentados, conduciendo o durmiendo. En este caso el problema llega por la acumulación de horas mantenidas con malos hábitos a lo largo de nuestra vida, cuando el dolor avisa no es que sea demasiado tarde, pero sí que lo hace porque ha llegado la gota que ha colmado el vaso. Nuestro día a día, sin que ocurra nada traumático, puede acabar dándonos problemas de espalda acompañados de un dolor suficientemente intenso como para amargarnos la existencia. Cuida tu cuerpo e incluye entrenamiento de fuerza para prevenir cualquier molestia, lo vas a agradecer. Que la fuerza te acompañe
Salud