La palabra «nunca» tiene muchas grietas, porque lo cierto es que siempre hay excepciones. Y aquí es donde se cruzan las líneas rojas. Voy a intentar explicarme. Hace unos días escuchaba atentamente un programa de radio sobre la vacunación, en él intervenían varios médicos e investigadores. Un incisivo periodista, no sé si por animar un debate que estaba dejando bastante claro la necesidad de las vacunas o por sembrar esa semilla de fácil germinación que es la duda, preguntó por los dos o tres casos raros de reacciones adversas que se habían dado en el mundo. Uno de los investigadores presente le respondió con esta maravillosa frase: «La investigación científica avanza gracias a los resultados generales y las excepciones se utilizan para confirmar la hipótesis principal». No soy científico ni pretendo serlo, seguro que esa frase también tiene algún ejemplo en el que no es aplicable, pero dejadme que me aferre a ella.
¿Alguien cree de verdad que los problemas de obesidad infantil se deben a que los niños salgan del cole comiendo bolsas repletas de fruta? Si vas un nutricionista con un cuadro de sobrepeso, ¿crees que la primera pregunta que te va a hacer es si comes fruta antes de dormir? ¿Crees que tus kilos de más se deben a que tomas muchos plátanos? El terror generalizado a los carbohidratos y al azúcar, hacen que aparezcan de vez en cuando artículos o entrevistas que ponen encima de la mesa mensajes que no ayudan. No voy a entrar en si son o no mentira, porque pueden formar parte de la excepción, pueden ser válidos para una persona concreta con una intolerancia determinada, o importantísimos en la dieta de un deportista de élite en la que cada mínimo matiz puede significar llegar al cien por cien el día que se juega la gloria o el fracaso. Pero ése no es el mensaje global que tiene que calar y me gustaría explicarme desde dos puntos de vista nada científicos pero fácilmente entendibles: el papel que juega tu apetito en las cantidades y el acceso masivo y sin filtros a la información.
El mayor traidor es tu apetito
Para empezar hay que recordar que el azúcar presente en las frutas es una combinación de fructosa, glucosa y sacarosa. La última es una combinación de las otras dos. Dependiendo del tipo de fruta que comas, las proporciones son distintas. La cucharada de azúcar que añades a tu café, por ejemplo, es el famoso azúcar añadido, que es sacarosa pura y dura. El comportamiento de unos y otros azúcares nada tiene que ver gracias al alto contenido en fibra de la fruta, que ralentiza su absorción y por eso se suele recomendar no tomar fruta en zumo, para no perder una de sus mejores propiedades. Vale, supongamos que «me pica el gusanillo» a media tarde y estoy en casa, tengo a mi alcance unas manzanas, un paquete de unas famosísimas galletas rellenas de chocolate y en el congelador medio litro de un también famosísimo helado de dulce de leche. Algunos pensaréis que lo pongo difícil ante semejantes tentaciones, pero como los hay que todavía siguen con eso de que hay que comer de todo pero con moderación, vamos a comparar moderadamente:
La trampa es enredarnos en estos datos, que como sorpresa muestran que esa galleta en concreto tiene menos calorías que una manzana, y que ejemplifica de nuevo el por qué contar calorías sin más no es suficiente. El problema son las proporciones y el apetito, porque las opciones con mayor palatabilidad serán las que más te apetezcan. Evolutivamente nuestro cuerpo pide reservas y la grasa es una reserva de energía natural, tardaremos unos cuantos millones de años en cambiar nuestro organismo para que entienda que hay supermercados y frigoríficos. Ese cuadro muestra los datos de una galleta y cien mililitros de helado frente a una manzana golden. Mientras que tomar una pieza de fruta es lo normal, porque no es frecuente ver gente comiendo fruta de dos en dos piezas y ya no digamos de tres en tres, lo raro es tomar una sola galleta o dicha cantidad de helado. Se come más. En concreto el paquete «individual» de esas galletas, lleva cuatro unidades. El helado que sale mejor de precio y encima te ponen la segunda unidad al cincuenta por ciento de vez en cuando, es el del formato de medio litro.
El helado y las galletas van a ganar siempre, de ahí que la recomendación sea no tenerlos a mano. Haz los cálculos, compara tu pieza de fruta con dos o tres galletas, o con doscientos mililitros de helado, que son cantidades que no tienen nada de extrañas ni difíciles de tomar. Cuantitativamente es un destrozo a tu dieta, cualitativamente mejor ni entrar en ello. Y si hay algo que demuestra las traiciones de tu apetito, solo tienes que mirar una máquina de vending. Y el que pone la máquina no es malvado, si la gente solo pulsara el botón de la fruta (si la hubiese), no pondría otras cosas. Pero la realidad es bien diferente:
El acceso masivo y sin filtros a la información
Hace muchos años, el conocimiento en profundidad sobre un tema se encontraba en las universidades (algunas), las librerías, bibliotecas y en las conferencias de especialistas. Con la llegada de Internet y la globalidad informativa, todos sabemos qué ha ocurrido en cualquier parte, o eso pensamos. Ahora podemos seguir lo que escribe día a día el mayor experto en el área más rara que podamos imaginar y que vive en un refugio en el Ártico. Esto abre muchas oportunidades de negocio, pero por otro lado te pone a competir con el resto del mundo, no solo con los comercios de tu barrio. Esa necesidad de diferenciarse entre miles y miles de personas, puede llevarnos a elegir posturas radicales o mensajes de gran impacto para tener visibilidad, aunque sean sesgados. Algo que comercialmente puede ser legítimo, cogido al vuelo, reenviado a través de una red social y que «por arte de un algoritmo que nadie conoce» se convierta en la noticia más vista, haciendo que literalmente cientos de miles de personas lean un titular que dice «la fruta por la noche es mala», es un desastre. Desastre que se hace «viral». Y lo es porque puede que nadie lea más allá del titular, ocasionando que eso se convierta en el único mensaje que se ha comunicado de manera efectiva, aunque hubiese otros desarrollados en el artículo, y si hay que elegir qué debe fijarse en la mente de la población en general, es que la fruta nunca es un problema.
La tormenta perfecta
Suma a todo lo dicho que en las fruterías no hay carteles que digan «0% azúcares añadidos» o «peras enriquecidas con Omega 3». Además, seguimos leyendo o escuchando eso de que hay que comer de todo con moderación. Es inquietante que para la OMS se considere ejercicio moderado, entre otras cosas «…bailar, labores de jardinería, tareas domésticas, recolección de frutos, participación activa en juegos y deportes con niños, paseos con animales domésticos…». Y la guinda del pastel es el súper experto con amplísimos conocimientos de nutrición y química -no se los niego- que un día explica los efectos negativos de la fructosa de la piña cuando interactúa con la carne de ternera (me lo he inventado, que quede clara la ironía) y Google decide por arte de magia que ese artículo «lo pete» dándole una visibilidad que ni el autor se esperaba ni pretendía. En un entorno así ¿Cómo podemos evitar que todo sea cada vez más confuso en lugar de más simple? Que no te líen, pon fruta en tu día a día y tu organismo lo agradecerá. Si tienes dudas, tu nutricionista te las aclarará. Seguro. Y que la fuerza te acompañe.
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