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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Entrevista a Pablo Auladell, ilustrador

Entrevista a Pablo Auladell, ilustrador
Pablo Delgado el

“La ilustración se ha convertido en el ingrediente diferenciador del producto libro de papel frente al libro digital”.

Dibujante de vocación, Pablo Auladell (Alicante, 1972) se ha convertido en uno de los ilustradores de referencia en el panorama editorial actual. Con un estilo particular y diferenciador, este L icenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Alicante, comienza su carrera profesional en el mundo del cómic a raíz de obtener el Premio de Cómic Injuve 2000. Pasados los años tiene ya una amplia trayectoria con más de una treintena de libros publicados, ha revisitado los clásicos e ilustrado textos contemporáneos como ilustrador y autor, creando un territorio narrativo propio en donde sus ilustraciones fluyen de forma elegante y lírica a través de los grises que nacen del grafito y del carboncillo. Su trabajo ha sido reconocido con el Premio del Ministerio de Cultura a las Mejores Ilustraciones de Libros Infantiles y Juveniles en 2005 por “Peiter, Peter y Peer y otros cuentos de Andersen” y el Premio al Autor Revelación en el Saló del Cómic de Barcelona de 2006 por “La Torre Blanca”, y en 2005 obtuvo el Segundo Premio Nacional de ilustración. Este año 2016 publicará una nueva visión del clásico de Mark Twain “Huckleberry Finn”.

¿Cómo un Licenciado en Filología Inglesa llega a convertirse en ilustrador profesional?
La pregunta sería más bien: ¿cómo un muchacho que muestra una pasión y unas habilidades tan evidentes para el dibujo llega a estudiar Filología Inglesa? La respuesta es sencilla: el desconocimiento sideral de la profesión de ilustrador que había entonces, más aún en el hábitat provinciano donde yo me desenvolvía. Entre mis amigos, no había ninguno que compartiera conmigo inquietudes gráficas; mi familia entendió que yo pretendía convertirme en un pintor bohemio de buhardilla y hambre y se negaron a pagarme unos estudios artísticos; y yo mismo, con una bisoñez alarmante, ignoraba la verdadera dimensión de aquella profesión que aspiraba a ejercer. Al no tener ningún apoyo, consejo, ni hoja de ruta, escogí una carrera relacionada con mi otra pasión, la palabra. Me salvó (¿de qué?) un empecinamiento colosal y una fe casi suicida en mis posibilidades: estudié la carrera con una mano mientras con la otra dibujaba.

¿Qué significado tiene para usted dibujar?
El pintor Matías Quetglas lo expresó muy bien cuando dijo: “tengo la sensación de que si no pinto, no soy”. Los oficios que se originan en una vocación, en una pasión, tienden a borrar los límites entre la vida y el trabajo, se convierten en un sacerdocio. De modo que la cuestión se pone tremenda y se puede decir que me va la vida en ello. Pero esto, en realidad, no tiene la menor importancia y no debe notarse.

¿Qué meta le gustaría alcanzar en el mundo de la ilustración durante los próximos años?
No pienso en mi trabajo en esos términos. Iré puliendo la herramienta, como decía Benet, tratando de solucionar o corregir en cada nuevo proyecto lo que no logré en el anterior.

¿En dónde podemos encontrar la belleza de una ilustración? ¿Qué hace grande a una ilustración en particular?
La belleza no es una categoría aplicable a todos los tipos de ilustración. En la ilustración para prensa, por ejemplo, yo creo que lo que hace grande a una ilustración tendría más que ver con su actualidad, interés, etc. En la ilustración relacionada con el libro, con la Literatura, creo que es el misterio.

El cómic está empezando a meterse en museos como el Louvre y el Thyssen ¿Ilustrar es un arte?
Sí. Cabría discutir si mayor o menor, pero intentar responder a eso nos podría dar para un libro entero. Le puedo decir que al principio de mi carrera yo era de los que vociferaban en congresos, festivales, foros y mesas redondas absolutamente indignado por el menosprecio que mostraban las Artes Mayores y la sociedad hacia el cómic y la ilustración. Ahora, sin embargo, considero que la ilustración y el cómic son precisamente las artes que se han salvado, de momento, de esa autoaniquilación que han sufrido, por ejemplo, la pintura y la escultura; las que aún conservan su marco de sentido. Por tanto, ¿de verdad queremos ser considerados como Arte Mayor y meternos de lleno en esa deriva alucinante que han sufrido las Artes Mayores? Por mi parte, hace años que dejé de lado esas discusiones bizantinas y decidí centrarme en realizar trabajos de calidad incontestable.

¿Cree que se valora la ilustración y a los ilustradores lo suficiente? ¿Qué papel juega la ilustración en la cultura visual actual?
La visibilidad y el reconocimiento mediático y social ha mejorado mucho en estos últimos diez-quince años, yo diría que, en gran medida, gracias a la labor de las asociaciones profesionales de ilustradores, que también consiguieron mejoras sustanciales en las relaciones contractuales con las editoriales y en la concienciación de los propios ilustradores en cuanto a la defensa de sus derechos. En los últimos años también viene sucediendo algo muy importante como es la asunción por parte del mercado y de los lectores de que los libros con imágenes no están restringidos al ámbito infantil-juvenil. Aunque esto trae consigo otras implicaciones, claro. Lo que sigo echando en falta es que todo este renacimiento, el oro de esta época dorada que estamos viviendo sigue sin repercutir realmente en el autor. Se trata de una industria y de una profesión de veras muy particular en muchos sentidos, habría que hablar en otra entrevista sólo de esto; y la verdad es que a mí el tema me cansa ya un poco.

En cuanto al papel de la ilustración en la cultura visual actual, yo diría que, por una parte, ha recuperado su función clásica, ha vuelto a la primera línea como comentarista, crítica e iluminadora de la sociedad; debido seguramente a estos tiempos de crisis, de mediocridad, de esperpento crónico, ha vuelto a precisarse el comentario visual inteligente, el pincel afilado, el dardo en la imagen; los periódicos, las revistas, la red…

Han vuelto a poblarse de ilustraciones. Por otra parte, la ilustración se ha convertido en el ingrediente diferenciador del producto libro de papel frente al libro digital. Los editores han comprendido que el libro ilustrado, mimado en su producción estética y artesanal, es lo que le hará sobrevivir en un hipotético futuro digital. El mercado ha detectado que este elemento produce oro y ha procedido a su dignificación inmediatamente para que produzca aún más: ya se habla sin empacho de la ilustración como Arte, se entrevista a los ilustradores, se expone su obra en galerías y museos…

Tiene un estilo muy diferenciador, con una iconografía visual que se califica de elegante, lírica y delicada pero también inquietante y rotunda, reflejando la complejidad del mundo físico. ¿Cómo llegó a el? ¿Tardó mucho en encontrarlo?
Por supuesto, es el trabajo de toda una vida. Y es una tarea que nunca concluye.

¿Cómo afronta el temido “papel en blanco”? y ¿cómo surgen las primeras ilustraciones de una obra?
En mi caso, las claves me las da el texto que estoy ilustrando. Trato de encontrar su voz, su tempo.Y luego busco un modelo que represente bien eso que he decidido que sería la lectura gráfica más adecuada; ese modelo puede ser una luz, una tonalidad dominante, una canción, … Es un ejercicio de sinestesias. Siguiendo esas pistas, comienzo a dibujar hasta que en algún momento aparece un pequeño o gran dibujo, un trazo, algo, que llamo ilustración semilla y que es como si contuviera las leyes a seguir para realizar todas las imágenes de ese trabajo en concreto.

¿Cuáles son sus ilustradores de referencia y que pueden llegar a inspirarle?
Los ilustradores que admiro (Amargo, Castells, Isidro Ferrer, Serrano, Raúl, Giraud, Carmen Segovia, Mattotti, Joanna Concejo… tantos) son referencia e inspiración, sí, pero no en el aspecto gráfico sino más bien como modelos de comportamiento dentro de la profesión y de comprensión de la misma. Las referencias gráficas, estéticas, técnicas a aplicar directamente en mi trabajo suelo ir a buscarlas a las fuentes de las que ellos, a su vez, bebieron.

 

“El dibujo que más me interesa, sirve como herramienta para atravesar el espejo y desvelar el envés de las cosas”.

 

¿Qué requisitos considera necesarios para ser un buen ilustrador?
Ser un buen lector, si nos referimos a un buen ilustrador de libros. El ilustrador debe leer en un nivel distinto al del lector ordinario, que muchas veces se limita a seguir la peripecia.

¿Qué herramientas de trabajo utiliza para componer sus ilustraciones?
Últimamente, procuro que sean las más sencillas: grafito, carboncillo, unos pocos colores de pastel o acrílico, papel.

¿Qué no soporta ver en una ilustración?
Blandura, sentimentalismo, torpeza técnica.

Me gusta comentar la cita de Aristóteles que dijo algo así como que “la habilidad para expresar una idea es tan importante como la propia idea”. ¿Qué parte de creatividad y de experiencia necesita un ilustrador para saber que el dibujo que va a publicar interesará?
Toda. Es cierto que tener una idea sirve de poco. De hecho, hay veces que una idea parece brillante en el pensamiento pero basta con empezar a trabajarla y ver que hace agua por todas partes. La lucha consiste en ser capaz de vestirla adecuadamente, de transmitirla con toda su potencia.

En esto, curiosamente, creo que también se distingue la ilustración de las Artes Mayores modernas. Mientras en éstas la obra ha quedado reducida muchas veces a la pura idea, al concepto, y no importa demasiado la excelencia de la parte, digamos, artesanal, en aquélla se da aún esa mixtura entre el concepto y la maestría artesanal para expresarlo.

¿Cómo describiría su proceso creativo? Cuéntenos ese proceso, desde la aparición de la primera idea o propósito hasta llegar a su finalización.
Trabajo en dos modalidades: los encargos y los proyectos que surgen simplemente de mi voluntad de hacerlos (luego los vendo a una editorial pero, si no hubiera comprador, los haría igualmente). Cuando se trata de los primeros trato de buscar las claves en el texto hasta encontrar la lectura gráfica que me parece idónea para el mismo.

Cuando se trata de un proyecto cuya idea parte enteramente de mí, suele suceder que lo primero que se me ocurre es el título (de hecho, siempre que no es así el proyecto no llega a cuajar y lo abandono): la importancia del nombre; lo que no tiene nombre, no existe. De ese título extraigo una especie de ADN del proyecto completo. Y luego viene una fase muy ardua en la que, siguiendo ese material genético, guiándome por su sonoridad, su tempo, sus implicaciones, intento lograr el tono gráfico adecuado para la historia, para el libro en cuestión. Trabajo en mis cuadernos, realizando pruebas y rastreando también todo lo que he ido acumulando en años de trabajo, los caminos sólo insinuados de algunos bocetos hechos en otra ocasión.

Después llega un momento, cuando ya llevas tiempo inmerso en el asunto, en que lo que estás construyendo se va convirtiendo en un animal autónomo, vivo, que respira y demanda lo que necesita y lo que le sobra. En realidad, todo consiste en haber desarrollado esa sensibilidad, ese oído que te permite escuchar lo que te pide.

Finalmente, tanto en una modalidad como en la otra, entran en juego otros profesionales (diseñadores gráficos, editores, tipógrafos, impresores…) de cuya competencia y sabiduría depende que se llegue a buen puerto. Nuestra labor no termina en la mesa de dibujo sino en la imprenta. Unas buenas ilustraciones pueden verse realzadas o arruinadas en este último estadio del proceso.

 

 

¿Ilustrar un texto, es buscar otra forma de comunicar o de complementar?
Es una lectura. El ilustrador se posiciona en una lectura. Suele decirse que uno ilustra o dibuja porque le gusta contar historias. Que con la ilustración se cuentan historias. Me parece que no es exactamente así. En mi caso, por lo menos, no es así. Antes bien, estoy un poco saturado de historias. Me interesa mucho más el cómo se cuentan las cosas. El ilustrador se posiciona en una lectura, en un modo de contar. Ilustrar es ofrecer un modo de contar esa historia. Por eso el ilustrador debe ser un buen lector, porque debe convencer de que ha encontrado el mejor modo de contar esa historia.

En su obra predominan los grises que a veces combina con colores pastel ¿qué papel juega el color en su obra?
No tiene un papel ornamental, desde luego. Utilizo muy poco color. Suelo emplear el color narrativamente, para resaltar algo o porque un determinado texto me huele a un determinado color.

¿Qué opina del diseño editorial y los ilustradores españoles?
Los ilustradores españoles son, en su mayoría, excelentes profesionales que han tenido la mala suerte de trabajar para una industria débil y poco consciente de su valía, incapaz en muchas ocasiones de vender su trabajo en el mercado extranjero. En cuanto al diseño editorial, se ve muy fácilmente qué editoriales entienden bien esta cuestión y cuidan gráficamente su producto. En general, las pequeñas editoriales, las llamadas independientes, suelen realizar ediciones estupendas, muy cuidadas en estos aspectos.

En esta última década han surgido en España  muchos editores independientes que apuestan por textos clásicos y no clásicos ilustrados y de calidad, ¿cómo valora este momento editorial?
Decía Juan Benet que la única utilidad de un clásico consiste en ser explotado por un moderno. Ahora, efectivamente, hay un extraordinario florecimiento de pequeñas editoriales dedicadas a la recuperación de clásicos, quizá mucho más de clásicos, digamos, de serie B, clásicos olvidados o de literaturas de países ignotos. Lo clásico se ha puesto de moda. Lo antiguo es moderno.

Por mi parte, intento que ilustrar estos clásicos tenga algún sentido. Que el hecho de que ese libro lleve imágenes sea pertinente de alguna forma. Porque me parece igual de peligrosa una dinámica donde todo deba ir ilustrado. Me ayuda mucho lo que le escuché a Luis Alberto de Cuenca: un clásico permanece y sigue vivo, vigente, sólo si hay una nueva lectura. Y cada generación hace una lectura diferente. Ilustrarlo, por tanto, será realizar esa lectura que lo devuelva a la vida y ya sólo eso, en principio, dotará de sentido a mi trabajo.

 

“El ilustrador debe leer en un nivel distinto al del lector ordinario, que muchas veces se limita a seguir la peripecia”.

 

¿Cree que mediante el dibujo podemos despertar cosas invisibles como emociones y todo tipo de sensaciones y sentimientos?¿Qué busca transmitir al lector a través de sus dibujos?
Creo que lo que usted está diciendo se parece mucho a la desocultación de Heidegger y, efectivamente, creo que el dibujo, o al menos el uso del dibujo que más me interesa, sirve para eso, como herramienta para atravesar el espejo y desvelar el envés de las cosas. No busco transmitir nada al lector. Si me empeñara en querer transmitir algo, destruiría el misterio y la poesía.

¿Cuando realiza una ilustración piensa en el público al que va dirigida la obra?
Sí, pero no como un condicionante (salvo en encargos muy puntuales, pedagógicos y esas cosas). Más bien trato de presentar al público lo que me parece que es el mejor trabajo que he sido capaz de realizar, comparto con ellos mi lectura. Luego, ellos comulgan con aquello y se produce el milagro o no. Las cosas hechas a la carta fracasan con seguridad. En realidad, dibujo para mí y luego lo comparto. Si no tengo primero esa, digamos, intimidad, ese compromiso conmigo mismo, es imposible que al público le llegue un buen trabajo.

En cuanto a su obra, ha traducido gráficamente los más de 10.000 versos escritos sin rima de “El Paraíso perdido” de John Milton, en 2012.  ¿Ha sido uno de los retos más importantes en su carrera? ¿Cómo fue este proceso?
Ha sido uno de los trabajos más comprometidos y complejos, sí. Y quizá el más accidentado, me remito al prólogo del tebeo, donde lo explico con detalle.

Las adaptaciones se han entendido en el mundo editorial, en demasiadas ocasiones, como resúmenes, como un medio de hacer asequible lo farragoso. Pero yo siempre he tenido presente una lección que aprendí de la adaptación al cómic de El corazón de las tinieblas que realizó la guionista Karim Taylhardat, en la que yo colaboré como dibujante. Karim no adaptó la totalidad de la novela sino que escogió cuatro cortes argumentales mediante los cuales articular la narración. Es decir, escogió cuatro momentos de la obra y sobre ellos construyó su guión en forma de cuatro capítulos. El resultado es que se evita muchísimo esa sensación de resumen, de cosa más liviana que el texto original, de sinopsis con imágenes, de tebeo como para niños que no soportarían la lectura de un texto completo, pues se consigue una obra nueva con hallazgos plásticos y narrativos propios. Una adaptación creo que consiste en eso, en elegir unos acentos, unos materiales para hacer otra cosa, unos subrayados: no es lo mismo que un resumen, donde el objetivo es contarlo todo brevemente. Aquí no importa si no cuentas todo sino si cuentas bien el alma, el misterio de la obra, si cuentas bien tu lectura. Subrayar es leer.  De modo que así fui construyendo mi guión adaptado, escogiendo cosas y desechando otras, acentuando y ocultando.

Pero ¿acentuando y ocultando qué? Hay que determinar los criterios que van a estructurar la adaptación que estás haciendo. En mi caso:
-la lectura que elegí del poema fue entenderlo como metáfora de la monarquía absoluta.
-el peso poético recaería en la imagen y no en los textos.

A partir de esta base, fui elaborando el guión y resolví el poema en cuatro capítulos. Escribía el guión de un capítulo, un guión muy visual, dibujando ya los esquemas y las secuencias, y lo dibujaba en un mes o dos, dependiendo del número de páginas. Luego abandonaba el proyecto durante unas semanas para atender otros encargos más urgentes o alimenticios y volvía a empezar.

Intenté que el dibujo reflejara el tempo del poema, su solemnidad, su grandilocuencia. Pero al mismo tiempo que tuviera el dinamismo y la economía visual que requiere el lenguaje del cómic. Son dibujos a grafito coloreados en el ordenador.

 

 

Uno de sus últimos trabajos ha sido ilustrar una obra fundamental de la literatura y la mitología estadounidenses, “Las aventuras de Tom Sawyer”. Cuéntenos también ¿cómo fue este proceso?
Sexto Piso se pone en contacto conmigo y me pide ilustrar dos novelas de Mark Twain, la de Tom Sawyer y la de Huckleberry Finn. Un encargo de clásicos, muy habitual últimamente como decíamos antes.

Normalmente, intento apartarme mucho más del camino trillado pero en esta ocasión, el carácter mismo del libro me parece que invita a una realización gráfica no demasiado sesuda, sino más bien  buscando dar un acorde gráfico capaz de contener la frescura, la inmediatez y la sencillez del texto de Twain. Traté de que las imágenes tuvieran ecos de las ilustraciones clásicas americanas y, a la vez, que estuvieran dotadas de un dinamismo y una estética acordes con la ilustración contemporánea y, por supuesto, con las características de la colección. Intenté dibujar como cuando el maestro nos dejaba tiempo en el colegio para hacer “dibujo libre” y utilicé grafito, lápices de color y pasteles. En realidad, me guié por mi memoria del relato, dibujé aquellas escenas y personajes que se habían incorporado con naturalidad a mi imaginario desde que era niño.

¿Hay algún trabajo del que se sienta más orgulloso?
El álbum ilustrado La feria abandonada (ed. Barbara Fiore, 2013), hecho a pulmón, con la generosa colaboración en los textos de Rafa Burgos y Julián López Medina, porque me parece que en él ha quedado resumido un trabajo muy intenso de cinco o seis años durante los que traté de renovar mi vocabulario, mi iconografía.

¿Qué es más difícil ilustrar un texto ya sea clásico o contemporáneo, o empezar una obra desde el guión a las ilustraciones?
Yo no hablaría en términos de mayor o menor dificultad, porque los proyectos a priori sencillos pueden generar complicaciones enormes. Se trata más bien de complejidad. Cuando el guión o el texto depende también de mi autoría, todo se complica más.

¿Cuál es el proyecto soñado en el que le gustaría trabajar y todavía no ha llegado?
No tengo un proyecto soñado en ese sentido. Sí tengo un archivador con varios proyectos surgidos de la voluntad, como explicaba antes, y todo mi interés está centrado en irles dando cuerpo, poco a poco.

El arte digital y la aplicación de nuevas tecnologías tienen cada vez más importancia en el gremio. ¿Hacia dónde va esto? ¿Va a cambiar el mercado?
No tengo ni idea de hacia dónde va nada. Pero el mercado cambiará seguro, como ya ha cambiado hace muchos años la forma de trabajar de ilustradores e historietistas. Yo aún llegué a tiempo de conocer cómo se hacían las cosas antes del ordenador y las posibilidades que nos ha brindado son enormes: desde poder ver y valorar los resultados de un arte final en segundos hasta la posibilidad de trabajar con clientes extranjeros con una facilidad inconcebible hace unos pocos años o de promocionarnos hasta en Tanganica.

¿Qué es para usted el libro?
Como ilustrador, lo considero como un objeto de arte. Es decir, todo el libro es la obra. Como lector, soy del viejo mundo y lo siento como un ámbito de intimidad, de concentración, de conocimiento, de gozo, de placer. Lo considero como un objeto de arte

¿Cree que el libro tal cómo lo conocemos actualmente desaparecerá? ¿Qué futuro le espera?
Hasta ahora, en los acercamientos profesionales que he tenido a ese mundo del libro digital, mi percepción es que no termina de funcionar. En todo caso, las aplicaciones con ilustraciones parece que se acercan más al ámbito de las películas, de la animación, del videojuego que al libro. Lo que tenga que ser, una vez superado este período de hibridaciones sin mucho sentido, será otra cosa, no será un libro. No creo que desaparezca el libro en papel, pero sí que se reducirá drásticamente su insensata producción. Imagino que quedará como un producto casi artesanal, muy cuidado estéticamente.

Para terminar, ¿está actualmente trabajando en un nuevo proyecto? ¿Cuál?
Por supuesto, siempre hay algún nuevo proyecto en el que trabajar porque, como he dicho antes, no es necesario que haya un encargo. Ahora estoy, sobre todo, metido en harina con un nuevo cómic y, a la par, voy adelantando en un par de álbumes ilustrados.

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