Cuenta la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo, el viaje de Juan Preciado -el protagonista de la obra- a la región de Comala en busca de su padre, una historia inquietante que sorprende al alma del lector, a través de un mundo que en principio está apartado de él. Un mundo que no se sabe si es el de los vivos o el de los muertos. Un mundo remoto cargado de una atmósfera de ensoñación pero que de pronto se nos vuelve familiar. A través de las palabras de un escritor que ha observado la vida con más precisión que el lector, pareciera que le ha conocido antes y mejor, en lo que él no es capaz de ver de sí mismo. Esta precisión psicológica que sintetiza el sentir humano en una novela de pocas páginas, hace de Juan Rulfo un escritor clásico de las letras hispanoamericanas del siglo XX.
Óscar Pantoja como guionista y Felipe Camargo como dibujante, nos han acercado la figura de Rulfo a través de un medio de expresión fresco y cautivador, el cómic. Con Rulfo. Una vida Gráfica (Rey Naranjo Editores), los autores atraen la figura del escritor mexicano más importante de todos los tiempos.
El pasado mayo fue el centenario del nacimiento de un exponente que se alejó de la narrativa de la revolución, y abrió la puerta a la vanguardia, marcando el desarrollo del realismo mágico. Juan Rulfo nació en 1917 en el pueblo de Sayula, en el estado de Jalisco, en una zona violenta del noroeste de México, y murió en Ciudad de México en 1982. En la obra gráfica se nos contextualiza en el comienzo del siglo XX que se presentaba un México muy convulsionado. Batallas campales, violencia religiosa y un sino de muerte marcan los primeros años del pequeño Rulfo. Cuenta su refugio en la lectura, motivado por unos hechos que le marcarán su destino como escritor de las más intensas historias, mostrando su evolución como persona y mostrando las vivencias que le dejaron huella de por vida, como fue la muerte violenta de su querido padre, cuando Rulfo solo tenía seis años, más tarde la de su madre y la ruina familiar, le van sumergiendo en una soledad; sin más parientes próximos que una abuela materna, con la que vivirá algún tiempo, terminará su niñez en un colegio-orfanato, dónde pasará desde los diez años hasta los catorce.
Escribe Óscar Pantoja que “la luz de una vela ilumina el mundo escrito por Juan Rulfo. La llama alumbra los cuartos, las cocinas, los corredores.” Desde esta estética incandescente en la que el rojo se sustituye por el negro y el amarillo por el blanco, en un empleo magistral de ese blanco y negro, generando grandes contraste lumínicos, hacen de cada viñeta una escena excepcional en la que se muestra el pasado a través de figuradas detalladas cargadas de simbolismo, como fue la obra de Rulfo. Personajes simbólicos y reales convertidos en un trazo interesante provisto de gran movimiento en el que las líneas tienen su velocidad, por lo que atraen los dibujos de Camargo sugeriendo así cualquier cosa con el mínimo empleo de medios siendo una cualidad muy valiosa en su dibujo.
Esta reseña puede llegar un poco tarde -por los acontecimientos de celebraciones del pasado año- soy consciente de ello, pero lo que nunca es tarde el poder adentrarse en una de las figuras más inquietantes y relevantes de la literatura hispanoamericana en la que nadie hacía pensar que aquel oscuro oficinista del Departamento de Migración que se dedicaba a escribir secretamente después de las horas de trabajo, llegaría a convertirse en un mito literario. Algunos años después de su llegada a ciudad de México, en 1938, Rulfo parecía decidido a iniciarse como escritor con una larga novela. Las muchas páginas escritas no sirvieron de excusa.
También está la relevancia de su faceta fotográfica, que para muchos no es muy conocido el hecho de que Rulfo hubiese tenido trayectorias paralelas en la literatura y en la fotografía. Hacia 1940 toma sus primeras fotografías. No solo alcanzó una maestría con la escritura, en la imagen su obra también ha sido universalmente reconocida: para Susan Sontag la obra literaria de Rulfo fue una de las más influyentes del siglo XX, y al mismo tiempo lo consideraba ‘el fotógrafo más importante que he conocido en Latinoamérica’. Esto último, dicho por la autora de un ensayo fundamental como ‘Sobre la fotografía’.
Como toda obra literaria, la de Juan Rulfo se inscribe en un contexto. Un marco exterior compuesto de aspectos biográficos, históricos-geográficos y culturales, que pueden delimitar y explicar la relación entre el escritor y su obra. De la biografía de Rulfo es especialmente significativa la parte que se refiere a su niñez y adolescencia, ya que tiene una clara vinculación literaria.
A quién lea Rulfo. Una vida Gráfica, estoy seguro que volverá a leer Pedro Páramo (si aún no lo ha hecho), ya que es una novela que incita a su relectura, por su estilo original, fragmentario y diferenciador, así como esta aproximación gráfica a Rulfo cargada de hipersensibilidad en su creación y de una gran fuerza tanto visual como narrativa, continúan aparentemente una moda regionista imperante en la época. Por tanto, muy necesaria.
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