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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

El recuerdo de un río

Nórdica libros recupera un libro maravilloso de Ana María Matute, ilustrado por Raquel Marín

El recuerdo de un río
Pablo Delgado el

Vivimos. Por lo tanto, recordamos. Pasamos a tener en la mente un recuerdo que nos ha dejado una impronta al vivir una experiencia. Ese recuerdo de dicha experiencia, es lo que va haciendo al ser humano evolucionar y enriquecerse intelectualmente. Recuerdos que se forman durante el día y que cuando nos vamos a dormir son reactivados por nuestra mente y ayuda a consolidar las memorias estrechamente relacionadas. Recuerdos que se han formado con el paso de los años y que se han asentado en nuestra memoria, convirtiéndose en imprescindibles, y que llegan a formar parte indisoluble de cada persona.

Los recuerdos de la infancia que empiezan a formarse a partir de los tres o cuatro años, son esas primeras memorias autobiográficas que perduran hasta la edad adulta. Recuerdos, que como decía antes, se convierten en esenciales y primordiales en nuestro desarrollo, y que nos marcan. En su mayoría, llegan a pasar al olvido, pero esto tendría remedio si los trasladásemos a la palabra escrita, por lo que, perdurarían y además, podrían compartirse con nuestros semejantes.

Es así como lo hizo la gran Ana María Matute. Una gran servidora de la palabra escrita que con su dramático y literario rigor, su prosa semejante a la poesía, nos dejó un libro maravilloso sobre esos recuerdos de la infancia. En nueva edición ilustrada por Raquel Marín, «El río» (Nórdica libros), la autora barcelonesa compartió tras once años de ausencia, su vuelta a los paisajes y localizaciones de su niñez. En el pueblo de sus abuelos Mansilla de la Sierra (La Rioja) por el que correteaba los veranos y que actualmente no existe, ya que fue cubierto por las aguas de un pantano (Embalse de Mansilla) enviando así a la profundidad de sus aguas, recuerdos de infancia.

Ruinas del antiguo Mansilla

Un pueblo con una historia peculiar, por ser elegido en el Gobierno de la República el enclave en el que se encontraba, para la construcción de una presa que embalsara el agua para los pueblos del Alto-Najerilla. Existía una variante, hacer la presa más abajo, de forma que cogiera el río Urbión, y entonces el pueblo de Mansilla, no sería inundado.​ Corría el año 1935 cuando se dio luz verde al proyecto de construcción de la presa que hoy contiene las aguas del pantano. Un año más tarde estallaba la Guerra Civil y las obras se ralentización y se alargarían durante más de 25 años. Al no poder llevar a efecto el plan inicial, el gobierno de Franco, que terminó desarrollándolo, decidió la inundación del pueblo, ya que la otra variante implicaba un nuevo trazado de carretera por lo que seria más costoso.

Un tiempo interminable que cayó a plomo entre los habitantes del pueblo, que pasó de ser, a principios del siglo XX, la localidad más populosa de la comarca, a perder población progresivamente. Además se agravó con la falta de previsión en la construcción del nuevo poblado que cargó de mayor dramatismo la salida de las familias que todavía residían en el pueblo, hoy bajo el agua que solo emerge y renacen sus ruinas como inquietante y fantasmal aparición, con el calor de agosto al bajar las aguas.

Desde esa presencia imaginaria y envolvente, Ana María Matute nos ofrece la visión de una infancia tan mágica como irrecuperable. Un tiempo pasado en que lobos, mendigos, disfraces, muertes, la niebla, las nubes o el eco son algunos de los elementos de esa evocación, que se desarrolla por las calles empedradas del pueblo; por los puentes que unían ambas márgenes del Gaton, que atravesaba Norte-Sur; por la majestuosa Ermita de Santa Catalina construida en el siglo XII; un palacio, el río Najerilla, que como un torrente bañaba sus pies, y mas allá de los puentes que daban paso al ganado y a las personas, el río Cambrones, que bañaba huertas, y daba torrentes de remanso para el ganado, y los habitantes de la zona.

Un pueblo precioso que con precisión y claridad de estilo, la autora describe, recuerda y quizás debería añadir también recuerda con cándida sencillez. Hacen de este texto un torrente de palabras que van en contra del olvido, a favor de la recuperación de la memoria, de lo que hemos sido y disfrutado, de lo que fue y cómo han sido los recuerdos de una niña que vivió en una época dura ya de por sí, que creció como toda su generación marcada por la guerra civil.

«De niños nos gustaba esparcir sal para los rebaños, y, a veces, pasábamos la lengua por la palma de la mano, donde la sal brillaba como
vidrio triturado bajo el sol. La sed de la sal se nos contagió».

Matute sabía crear un mundo, poético, fantástico, cargado de detalles y que tratan del universo infantil, pero al mismo tiempo era una observadora del mundo que la rodeaba, del paisaje, de las estaciones, pasando a ser un testigo y relator imprescindible de su tiempo al creer en la literatura
como «fuente de la influencia social y humana».

Todo acompañado con las delicadas ilustraciones de Raquel Marín, que escoltan al texto de forma sutil y elegante, y  hacen de esta edición un referente muy diferente en las obras que podemos escoger para leer a Ana María Matute. Ilustraciones de una belleza y sencillez, que hacen moderno el trazo para encontrarse en lo cotidiano. Representan la movilidad del personaje, de los recuerdos en forma onírica de su vida en verano. Dibujos que dan rumbo a su existencia, al ser las circunstancias exteriores fuertes que posibilitan visualizar el recuerdo. Trazos que dejan descubrir al lector la significación, y sólo lo guía, cambiando de perspectiva durante la narración, sugiriendo un punto de vista diferente.

Todo un juego gráfico, un desafío, el de decir lo más con pocas palabras; pero la realización sólo es posible, si hay un lector capaz y que esté de acuerdo en completar lo aparentemente incompleto, de descifrar sólo lo sugerido, las alusiones, los símbolos.

En definitiva, «breve y jugoso como una naranja» para disfrutar de la claridad de un lenguaje común que llega a toda clase de lectores sin distinción de sexo, ni de clase social. Un libro lleno de poesía, de símbolos y de misterio, dejando ver la realidad humana en su fragilidad del recuerdo e inicia al lector a pensar sobre los tiempos pasados de la vida, sobre el comportamiento de los hombres y las relaciones entre ellos.

«El río» // Ana María Matute // Ilustrado por Raquel Marín // Nórdica libros // 2019 // 19 ,50 euros

 

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