«Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión». Promulga la ONU en su artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 que consagra la libertad de expresión y de opinión.
La declaración abre paso así al entendimiento de una libertad informativa como función social. Una libertad esencial para el ser humano actual, que pueda ser capaz de acceder a su derecho de estar informado, pero este derecho debe ser tratado con el mayor respeto y rigor, ya que ejercido de una forma partidista y direccionada se puede convertir en un «arma intelectual» dirigida que mueve y modifica sociedades al antojo de quién lo promulga.
La creación de los medios de comunicación ha supuesto un avance tremendo para la humanidad, un avance que ha permitido que el ser humano esté entretenido e informado sobre lo que pasa a su alrededor y pueda opinar, reflexionar e ir adquiriendo una cultura (complementada con los libros) que no seria posible si no se tuviera acceso a ellos. La información nos puede hacer más libres, por eso su búsqueda es imprescindible y debe ser tratada como una búsqueda que nos permita llegar a la verdad, sin ruido ni interrupciones. Una verdad que los medios tienen que transmitir con un rigor y una calidad objetiva y así, no confundir a la sociedad. Por ello, los medios de comunicación deben ser tratados como lo que son, soportes por los que a través de ellos se pueden cambiar culturas, políticas, sociedades y por tanto, tienen que ser tratados como parte muy importante de las sociedades modernas, sin especulaciones. Actualmente los medios están acabando en manos de los grandes bolsillos, a costa de la calidad y la independencia. Estos «salvadores» tienen tendencia a abusar de poder, en algunos casos.
El dibujante Carlos Giménez (Madrid, 1941) en una sátira gráfica de crítica social, ha publicado un cómic inédito en su trayectoria: El discriminador (Reservoir Books). En ella trata y denuncia esa saturación publicitaria y de conveniencia dirigida en los medios de comunicación -de las que muchos ciudadanos están hartos-, aportando una visión sencilla y pragmática, desde la experiencia de una forma de proceder y comportarse ante aquello que nos venden y nos muestran, ya sea mediante la televisión o la radio. A través del personaje entrañable y soñador de un profesor de instituto harto de escuchar siempre lo mismo en la radio, Cándido Salcedo, decide hacer algo revolucionario: inventar una máquina que elimine de los medios todo aquello que detestamos, el cachiflux. Las intenciones del profesor son nobles, pero no podía llegar a intuir que semejante artilugio transformaría la sociedad. Poco a poco, los españoles se convertirán en ciudadanos verdaderamente libres, dueños de sus elecciones y su destino. Cómo no, los poderes fácticos querrán impedir el progreso social y empezarán a dar caza a Cándido, a quien quieren vivo o muerto.
Con el cachiflux, en su caso, toda publicidad debe ser eliminada. Aquí no estoy totalmente de acuerdo, ya que para que un medio debe tener unos ingresos por algún lado, y la publicidad ha sido fuente principal de tales ingresos. Eso sí, hago un llamamiento responsable de la utilización de esa publicidad que llega a una saturación estrepitosa por vender, por lo que creo, hace el efecto contrario sobre el receptor, le cansa, y por tanto, se desentiende de ella. Los medios deben hacer un uso moderado y ordenado de dicha publicidad. Luego están los programas llamados basura. El cachiflux le sirve a los amigos del profesor para hacer una televisión a la carta, por lo que en algunos casos empiezan a eliminar dichos programas, generando así una oferta menor de contenidos.
La información se recoge, se transmite y se duplica, pero esa información -cuya producción es muy costosa- se reproduce sin pagar, por lo que se debería proponer un modelo de gobernanza y de financiación que permita a los medios de comunicación evitar los peligros que se ciernen sobre ellos. Unos peligros, como la muerte informativa por la falta de independencia, rigor, objetividad y búsqueda de la verdad y por la falta de medios humanos (periodistas) que busquen la noticia para contar a la sociedad lo que está ocurriendo y no se encuentren ninguna traba para expresar lo que está ocurriendo. Por lo que hay que encontrar una alternativa intermedia al capricho de un millonario que adquiere un medio y la propiedad exclusiva de sus trabajadores. Una alternativa que sea innovadora y adaptada a la realidad de los tiempos. Una nueva forma que evite también el tremendo ruido que rodea a la información, evitando así el fin último, el que se transmita y llegue al receptor de forma clara y concisa.
Giménez es uno de los grandes narradores españoles contemporáneos. Su obra maestra, Paracuellos (Debolsillo) que relata en seis tomos su vida en un orfanato en pleno franquismo, recibió el premio del Festival de Angulema, el más importante certamen de cómics del mundo. Historietas que plantean una relectura de los estándares narrativos estudiados para crear unos nuevos.
En su trabajo gráfico utiliza las herramientas de la historieta para generar otra forma de relatar sensaciones y emociones. Aporta narraciones que revisan desde su óptica personal y progresista el entorno social, político, económico e histórico de su país. Con su implacable blanco y negro, y sus personajes expresivos, Giménez sigue en línea de su talento inmenso para reproducir diálogos elocuentes entre sus personajes y en El discriminador sigue haciéndolo, siendo honesto consigo mismo y con su trabajo. Con su grafismo personal y su forma de contar historias, sigue sin perder esa ambición en el buen sentido de la palabra, para continuar siendo un autor inquieto a su edad.
En El discriminador se ve un guión y dibujo exigentes en la línea de Giménez. Y, lo que es más importante la de saber dibujar y narrar en pocas viñetas una historia cargada de gran significado y denuncia social, ya que muestra aquí la idea de ser consecuente con sus ideas y principios. Además, al realizar obras de calidad que son esperadas y consumidas por el mundo de los cómics, éstas quedan ya fijadas en la historia de este medio estando así constantemente en el candelero. En definitiva, Giménez, con su trayectoria y talento respeta el medio en el que trabaja y ayuda, con su actitud creadora, a subir el nivel y la producción del cómic español.
El discriminador // Carlos Giménez // Reservoir Books // 2018 // 17,90 euros
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