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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Testigo de lo efímero

Testigo de lo efímero
Pablo Delgado el

“Observo, observo, observo. Comprendo a través de los ojos”, escribe en 1963 Henri Cartier-Bresson (1908-2004), definiéndose así como una persona que buscaba siempre lo visual, siendo la imagen como el lenguaje más utilizado a lo largo de su vida. Pero, ¿quién era Cartier-Bresson? Para los amantes de la fotografía no necesita presentación alguna ya que es considerado uno de los grandes referentes conocido como “ojo del siglo” por ser un testigo clave de la historia del siglo XX y uno de los padres del fotoperiodismo. Su obra pone de manifiesto desde la estética surrealista hasta el foto-reportaje, o el estilo intimista de sus  últimos años.

Nació en Chanteloup, Francia, en el seno de una familia acomodada que le inculcó el gusto por el arte. En los años que preceden a la Segunda Guerra Mundial, trabajó como reportero gráfico para varias revistas y periódicos y viajó por Europa, México y los Estados Unidos haciendo también algunas incursiones en el cine documental y de ficción. Finalizada la contienda bélica, durante la que fue hecho prisionero, se trasladó a los Estados Unidos donde en 1947 fundó, junto a Robert Capa, David (Chim) Seymour, William Vandivert y George Rodger, la agencia cooperativa Magnum Photos. A partir de entonces viajaría por Europa, Oriente y la antigua URSS realizando reportajes para las grandes revistas internacionales. En 1966 abandonó Magnum y unos años después comenzó a centrarse en la pintura y el dibujo. En la década de 1980 llegaron las exposiciones retrospectivas y los premios internacionales.

Ante este curriculum y su aportación a la fotografía, nos ha enseñado y transmitido a través del objetivo de su cámara Leica, los acontecimientos que han marcado a la humanidad durante el siglo XX. Un pero a todo esto, es que ha dejado casi un “vacío” sobre sus experiencias y pensamientos que lo acompañaron durante su vida, creando así uno de los vacíos que tiene la teoría de la fotografía sobre la escasez de escritos que hubieran salido de la letra de Cartier-Bresson. Entre sus obras publicadas en vida apenas pueden contarse cuatro o cinco textos suyos. Pero para llenar este vacío y en castellano, la editorial Gustavo Gili reúne doce conversaciones en “Ver es un todo. Entrevistas y conversaciones 1951-1998”,  de esta manera, se desgrana el trabajo de este artista mucho más allá del concepto de “instante decisivo” que le hizo famoso, en donde se muestra a un Cartier-Bresson apasionante y apasionado, que habla de su fotografía, reflexiona sobre la situación mundial y rememora su trayectoria vital y profesional. Escalonados a lo largo de casi medio siglo, estos doce momentos de diálogo no solo nos revelan la visión que el artista tenía de la fotografía sino que nos permiten ver cómo su pensamiento se transforma y evoluciona. Durante ese periodo el fotógrafo se proliferó en los medios, generando unos documentos esenciales para entender su obra y por ser un referente en el mundo de la fotografía y abanderado del reconocimiento artístico en Francia.

Entre sus reflexiones expone una fotografía como medio de expresión igual que la música o la poesía. Además es el medio que permite a través de las imágenes, dar testimonio de algo que está ocurriendo. Su obra se ocupa casi en exclusiva del hombre. Acude a lo más urgente: a ese ser humano que no lo separa arbitrariamente de su entorno, no lo aísla de su hábitat. Es un reportero y no un retratista de estudio:

“Mi método de trabajo se fundamenta en ese momento por la realidad: ni ruido ni ostentaciones personales, ser tan invisible como sea posible, no ‘preparar’ nada, no ‘arreglar’ nada, sencillamente estar ahí, llegar en silencio, de puntillas, para no enturbiar el agua…”

Una buena foto es cuestión de proporciones de relaciones entre el blanco y el negro. Testigo de las historias que atraen su ojo, para Cartier-Bresson el fotógrafo busca la geometría en la abstracción, la estructura le viene dada, y el realismo es la carne y la sangre que le dan la vida. No obstante, la fotografía jamás debe ser artificial. Hay que saber reconocer intuitivamente ambos elementos. La imagen es la proyección de la personalidad del fotógrafo. Testigo de lo efímero. Un fotógrafo no tiene que correr, sino caminar infatigablemente, entonces podrá captar lo que ofrecen las aceras, la esquina de la calle, en definitiva, la vida.

La fotografía, no es más que una operación de la inteligencia. La vivacidad, la intuición, la geometría, todo ello se cultiva a través de la mirada crítica y juiciosa que debe tener un fotógrafo que quiera transmitir, es un medio de interrogar al mundo y, al mismo tiempo, de interrogarse a uno mismo. La fotografía no es algo que se pueda calcular, no se va con una intención explícita, se tiene una intuición y más tarde se decide si eso se tiene en pie o no. Para Cartier-Bresson su gran pasión es el disparo fotográfico, que es un dibujo acelerado, hecho de intuición y de reconocimiento de un orden plástico, fruto de haber frecuentado museos y galerías de pintura, de la lectura y de un deseo de ver mundo.

Fotografíar es una actitud vital y como tal lo es este libro, una ocasión excepcional de ver todas las perspectivas de la fotografía y pensamientos que tenía sobre ella Cartier-Bresson, de entender sus obra como el resultado de la combinación de múltiples factores: cierta predisposición artística, la tenacidad en el aprendizaje, el ambiente de la época, sus aspiraciones personales y sus magníficas relaciones. Y de por qué una figura excepcional rehuía del academicismo pictórico, siendo la vida que pasaba ante sus ojos y de su cámara la única escuela posible para ser un buen fotógrafo, sin manual de instrucciones, ni formación alguna, solo con su intuición visual del momento decisivo y las instrucciones de su cámara Leica.

“Ver es un todo. Entrevistas y conversaciones 1951-1998” // Henri Cartier-Bresson // Gustavo Gili // 14,90 euros

 

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