«Cuando desperté en medio de la noche, por más que abrí los ojos a la oscuridad, no pude ver nada y, en cambio, por la mañana vi color con sólo entreabrir los párpados. La ausencia y la presencia de luz fue lo único que diferenció ambos sucesos, pues ni el escenario ni las acciones cambiaron», escribió Juan Carlos Sanz en El libro del color (Alianza Editorial).
Pero una vez abiertos los ojos totalmente, y si miramos con detenimiento a nuestro alrededor, estamos rodeados de colores, y sobre todo influenciados por ellos, ya que nos cuentan mucho más de lo que creemos, por tener ellos mismos sus propias historias que se han ido generando a lo largo de muchos años.
Nuestros ojos son sensibles a la luz y no a la materia, ni al pigmento. Josef Albers en sus clases, conferencias y escritos sobre la interacción del color, solía proclamar que no se puede decir que haya un color feo. Ya fueran monótonos, complicados, empalagosos o chillones, cualquier color podía «redimirse» ante la buena compañía de otros colores. De hecho, Albers parecía deleitarse en el uso de amplias extensiones de colores difíciles en yuxtaposición con otras pinturas y disfrutar con la transformación. Por lo que al percibir la luz de los colores y su combinación generan lenguajes culturales muy enriquecidos, por las costumbres y usos que le ha ido dando el ser humano aplicándolo a las artes, la moda y la decoración de su entorno. Por tanto, el color se convierte en un elemento determinante para la expresión ideal de un lenguaje social.
Así nos lo cuenta la periodista inglesa especializada en diseño y cultura Kassia St Clair con su obra Las vidas secretas del color (Indicios – Ediciones Urano). Un libro determinante y muy ameno sobre el color y la forma en que lo percibimos, contando la historia de sus principales tonalidades. St Clair es una de las voces británicas más autorizadas para hablar sobre el color ya que escribe entrevistas, ensayos y reseñas, generalmente sobre diseño y cultura que han aparecido en publicaciones como The Economist, Telegraph, House & Garden, TLS y New Statesman; su columna de color en Elle Decoration lleva funcionando desde 2013.
St Clair a modo de relato histórico cuenta la historia de 75 tonalidades, tintes y colores. Junta hechos históricos -que además aporta cultura general al lector- con la influencia y nacimiento cultural e histórica de unos tonos que aportaron -y aportan- una influencia social y cultural sin parangón.
«Si los colores fueran personas (el blanco), sería admirado, no sería popular, por ser demasiado exclusivo, autocrático y neurótico», el blanco, por ejemplo, siempre ha estado ligado con el poder y el dinero. «Para muchos, sin embargo, el blanco posee connotaciones positivas pues se percibe en él una cualidad trascendente y religiosa. Es el color de la muerte y el luto en China. En Occidente y Japón, las novias se visten de blanco porque simboliza la pureza sexual», afirma St Clair.
Sin entrar mucho en detalle sobre la definición científica del color, el recorrido que hace St Clair es muy enriquecedor, interesante y pragmático, de una gran fuente de inspiración y cultura visual creativa. Lleva de la mano al lector por los colores principales como el blanco, amarillo, naranja, rosa, rojo, púrpura, azul, verde, marrón y negro, junto con algunas de sus variaciones tonales más importantes de cada uno. Desde el rubio al jengibre, pasando por el marrón que cambió la manera en que se libraban las batallas, el blanco que protegía de la peste, la época azul de Picasso, el color carbonilla de las pinturas rupestres de Lascaux, el amarillo ácido, el verde Kelly, las mujeres escarlata y el púrpura imperial. Siempre relacionando el color con la Historia, tanto social como artística.
«Los colores deberían entenderse como creaciones culturales subjetivas: fijar de manera plausible una definición universal específica de todas las tonalidades conocidas es tan posible o imposible como establecer las coordenadas espaciales de un sueño».
«Muchos escritores clásicos adoptaron una actitud despectiva al respecto: el color se consideraba una distracción de los verdaderos elementos gloriosos del arte: la línea y la forma. Se percibía el color como autoindulgente y, más adelante, incluso pecaminoso: síntoma de disimulo y falta de honestidad (…) En el arte, la controversia en cuanto a los méritos relativos del disegno (dibujo) y el colore (color) duró todo el Renacimiento y, a pesar de haberse aplacado un tanto, aún continúa en nuestros días. El disegno representa la pureza y el intelecto; el colore, la vulgaridad y lo afeminado (…) No fue hasta el siglo XVII cuando surgió el concepto del rojo, el amarillo y el azul como colores primarios, y el verde, el naranja y el morado como secundarios». «Los nuevos colores, junto con la invención en 1841 de los tubos de pintura metálicos enrollables, permitieron a los artistas comenzar a trabajar en el exterior y aplicar en sus lienzos los pigmentos más brillantes jamás vistos».
En este libro, Kassia St Clair ha convertido su obsesión de toda una vida por los colores y el origen de estos en un estudio irrepetible de la civilización humana. De la moda a la política, pasando por el arte y la guerra. Una gran antología cultural, creativa, visual y colorista. Imprescindible para entender nuestra cultura visual actual.
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