Quién no sabe a estas alturas de la era de la tecnología, que estamos totalmente «monitorizados» la mayoría de la población. Que estamos sometidos a una vigilancia constante en la que, ni en la privacidad de nuestras casas podemos escapar de ese Gran Hermano que predijo George Orwell en su novela 1984. ¿Cómo puede ser?, pues con el solo acto de encender o tener un telefóno móvil siempre con nosotros, parece ser que ya puedes ser espiado. Conspiración, quimera, ficción, no lo sé, y creo que nunca sabremos realmente si nos han espiado en algún momento de nuestras vidas. Lo que sí está claro es que con la nueva era del teléfono móvil, la televisión vía fibra óptica, los emails, las aplicaciones móviles, los chats, y sobre todo, las compras online, sí saben lo que hacemos y decimos, ya sean las empresas comerciales, principalmente, las que sigan nuestros pasos, y/o también la policía y los gobiernos.
Pero esto no es algo que haya surgido ahora en el siglo XXI, con la gran cantidad de datos y huellas digitales que estamos ofreciendo a esa gran nube infinita que es internet y los servidores en dónde se almacena todo. Allá por épocas pasadas, a través de la mitología o la Biblia, ya se hablaba de un ser supremo que nos vigila y que sabe qué hacemos en todo momento, para luego juzgarnos. Esto lo explica muy bien un cómic genial creado por Ivan Greenberg (Ithaca, Nueva York) y dibujado por Everett Patterson (Nueva Orleans) y Joseph Canlas (Nueva Jersey), titulado La máquina que nunca duerme (Flow Press).
Un cómic a través del cual podemos ver cómo ha evolucionado la sociedad de la vigilancia, desde aquel caballo de Troya, un artilugio de madera usado por los aqueos como estrategia para introducirse en la ciudad fortificada de Troya, pasando por los espías de la Biblia, junto con el panóptico, un tipo de arquitectura carcelaria ideada por el filósofo Jeremy Bentham hacia finales del siglo XVIII, con el objetivo de permitir a su guardián que está en una torre central, observar a todos los prisioneros, recluidos en celdas individuales alrededor de esa torre, sin que estos puedan saber si son observados; la esclavitud, la era industrial, la amenaza comunista en los Estados Unidos, la creación del FBI por Hoover, la CIA, la NSA, hasta llegar a nuestros días con la guerra de la encriptación de los datos y esa gran recolección de los mismos.
Un cómic apasionante, de análisis y observación, diligente y sutil, con algún toque de humor y sarcasmo, pero que no desvía la atención de lo serio del asunto, en el que podemos disfrutar de una visión global de algo que nos afecta y afectará a próximas generaciones. La obsesión por parte de gobiernos (en donde se centra el cómic) y empresas por la recopilación de datos; premisa fundamental de la agencia de seguridad nacional (NSA) de los Estados Unidos.
Los programas «espías» de los gobiernos explorarán nuestra actividad online y recolectaran y organizaran nuestros archivos. Esa recolecta de información es continua y siempre está presente. Es la máquina que nunca deja de trabajar. Pasando así, de un sistema de vigilancia selectiva al comienzo de los tiempos, a un sistema de vigilancia masiva de poblaciones enteras. Todo ello catapultado por internet. El vasto e incontrolado mundo de internet que continuará siendo un espacio social donde los gobiernos y empresas comerciales lucharán para mantenerse al día con lo que las personan dicen y hacen.
Toda la vigilancia a la que estamos sometidos ¿es por nuestra seguridad o para controlarnos? La libertad de un país solo podrá calibrarse según el respeto que tiene por los derechos de sus ciudadanos. Habrá ciudadanos que toda esa vigilancia la vean bien por el hecho de su seguridad, y habrá otros que la entienden como una excusa de manipulación para tenerlos controlados y dirigir sus decisiones, y habrá otros que tomarán una actitud pasiva, ya que decir que no les importa la privacidad porque no tienen nada que esconder, puede llegar a ser algo egoísta, tibio, que solo piensa en si mismo, porque no es diferente de afirmar que no te importa la libertad de expresión porque no tienes nada que contar.
Un cómic crítico y reflexivo sobre la sociedad de la vigilancia, que te hace mirar por la ventana, pero no a modo de James Steward en el peliculón de Alfred Hichtcook La ventana indiscreta, sino con cautela con aquello que haces y quieres compartir a través de internet. El cómic se centra principalmente en los Estados Unidos, lo que no quiere decir que en otros países no se llegue a practicar igual. Además, el dibujo de Everett Patterson y Joseph Canlas, encaja a la perfección en este relato gráfico que nos lleva por la historia de una humanidad vigilada, con un trazo que logra transmitir un mensaje visual con claridad, empleando el tono adecuado acompañando y complementando el relato de Greenberg.
Una humanidad que según iba avanzando, va luchando por conseguir la libertad. Una libertad que en algunos momentos era quitada por aquellos que se encontraban en escalafones sociales más altos. Hasta llegar a los momentos actuales en los que se lucha, más que por la libertad -ya conseguida- se lucha ahora, por la privacidad, un derecho humano fundamental. Esencial en una época en la que se asalta el principio de la verdad. En la que lo real se combina con lo falso, mediante tecnologías capaces de hacer cambiar esa combinación en una confusión global.
La máquina que nunca duerme. Una historia gráfica del espionaje y la vigilancia //
Cómic