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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Los sentimientos y humanidad de Oscar Wilde

El ilustrador Javier de Isusi firma un gran cómic sobre los últimos años de la vida de Oscar Wilde

Los sentimientos y humanidad de Oscar Wilde
Pablo Delgado el

A estas alturas del cuento no creo que sea necesario presentar a Oscar Wilde (Dublín, 1854 – París, 1900), considerado uno de los escritores más destacados de la época victoriana y que ha influenciado con sus obras de forma considerable, en generaciones posteriores de escritores y lectores.

Wilde tuvo una vida que podríamos considerar corta, pero muy «vivida». Le tocó nacer en una época -la victoriana- en la que la sociedad se encontraba exacerbada de moralismos y cargada de una disciplina recia, que contenía rígidos prejuicios y severas prohibiciones. Unos valores -los victorianos- que se podrían clasificar como puritanos, es decir, aquellos en los que se perseguía, sobre todo, la doble moral sexual propia de una era, avocada a un oscurantismo social, pero que marcó la cúspide de su Revolución Industrial y del Imperio británico, además de dejar marcado al señor Wilde. Me pregunto qué hubiera sido de la producción literaria de Oscar Wilde en la época actual. Más abierta, tolerante, con menos rigidez… bueno, eso nunca lo sabremos.

Lo que si sabemos es que esa doble moral religiosa, llevó al señor Wilde a sufrir un contratiempo que marcó un antes y un después en su vida. No se imaginaría allá por aquellos años en los que un recién licenciado de Oxford, era preguntado sobre qué pretendía hacer después de terminar la universidad. Un joven Oscar Wilde, que ya era bien conocido no sólo por su personalidad extravagante sino también por sus brillantes logros como erudito de los clásicos, dejó claro en qué dirección se dirigirían sus pasos. «Dios sabe», dijo aquel joven a su gran amigo David Hunter Blair, quién le había formulado la pregunta acerca de sus planes. «De todos modos, no seré un estirado de Oxford. Seré un poeta, un escritor, un dramaturgo. De una forma u otra seré famoso, y si no lo soy, seré famoso».

Pero ese optimismo existencial se le truncó. No porque no llegase a ser famoso -que lo fue-, sino porque perdió todo y murió en la miseria. Wilde había alcanzado la cúspide del éxito por sus extraordinarios cuentos, poemas, ensayos y especialmente por su novela El retrato de Dorian Gray publicada en 1890. Su estado literario se fue complicando y enredando con la historia de su vida.

El hito que le marcó fue el juicio que tuvo que soportar y el encarcelamiento posterior por «indecencia grave» en 1895. Públicamente humillado y salvajemente castigado por el pecado de su homosexualidad, aunque ciertamente más tarde se convirtió en un mártir secular, Wilde tuvo que abandonar su hogar pasar por la cárcel para más tarde exiliarse.

Su vida fue parte de su trabajo. Así fue en su día a día, aunque no escribiese mucho, su principal motivación era cuando sus conversaciones en las reuniones de la sociedad eran una especie de performance, por su extravagancia y por su brillantez, se convertía en el centro de todas las fiestas, por su ropa extraordinaria, por su prosa y verso. Se convirtió en un artista buscado no solo en los salones de Londres, sino también en París, donde fascinó a Stéphane Mallarmé, Paul Verlaine y André Gide, entre otros, y dónde llegó a escribir Salomé. Por lo que quería es seguir viviendo y terminó su vida en París, apoyado por Robert Ross, quién había sido su primer amante, y que emergió como el único héroe de su historia.

Una historia, que recientemente se ha publicado con el cómic La divina comedia de Oscar Wilde, de Javier de Isusi (Astiberri), ateniéndose a los últimos años de su vida y fielmente a lo que se sabe de la existencia del escritor, juega con los límites de la imaginación y los hechos ocurridos para imaginar lo que podría haber pasado por dentro de su alma en esos tres últimos años de su vida. Javier de Isusi consigue construir un prolijo homenaje a toda la obra del escritor irlandés mediante citas y referencias textuales que transmiten buena parte de las ideas de Wilde, todo ello contado a través de sus encuentros con las personas que más le acompañaron durante ese periodo final.

Combina una estructura narrativa original en la que muestra esa «realidad» junto con entrevistas a esos personajes que formaron parte de la vida de Wilde, como Lord Alfred Douglas («Bosie»), Maurice Gilbert, André Gide, Frank Harris, Harold Mellor o Robert Ross, dotando de este modo de un ritmo genial a la obra, ya que sumerge aún más al lector en lo que fueron los últimos años de Wilde.

Desde su excarcelamiento producido por una relación con «Bosie», el estudiante universitario de Oxford. El hecho que le marcó, consistió en que al poco tiempo de la relación entre ambos, el padre de Douglas, el marqués de Queensberry, empezó a «acosar» a Wilde, apareciendo en restaurantes y teatros para exigir que terminara su relación con su hijo. Poco después de que La importancia de llamarse Ernesto, Wilde recibió una nota acusándolo de ser un «sodomita». Entonces Wilde decidió emprender acciones legales, pensando que esto lo libraría de la persecución de Queensberry. Tontamente, Wilde imaginó que las acusaciones contra él se basarían en la supuesta inmoralidad de algunos de sus escritos. Fue un shock descubrir que los investigadores privados habían compilado una larga lista de Wilde con la evidencia de «utilización» de sirvientes y muchachos de alquiler. Su condena a dos años de prisión con trabajos forzados; el colapso de su salud en la prisión de Reading, donde escribió De Profundis, su carta autocondenatoria a Bosie y nunca más volvió a ver a sus hijos.

En definitiva, Wilde fue un refugiado de su tiempo e Isusi consigue una soberbia y pautada medición gráfica y narrativa en la que no abandona las figuras plenas e identificables para mostrar un dibujo garabateado y detallista que captura la mera presencia de una luz tenue y un panorama específico, sin tener en cuenta otras formas subyacentes. Utilizando un color terroso y vaporoso más allá de la forma.

Isusi logra formar una fabula gráfica paradójica, brutal y desengañada. Con un lenguaje preciso, por exquisito, ya que Wilde invita a ello, plagando así las páginas de conversaciones tan brillantes como envenenadas, con unos personajes plagados de claroscuros y unos vaivenes en el desarrollo de los acontecimientos que harán vivir al lector cada instante (ficticio o no) de los últimos años de una plenitud oratoria, humana y de una intensidad moral relativa. Un cómic reflexivo que acerca un poco más la figura de un Wilde decaído pero en plena plenitud intelectual, produciendo así una honda emoción inteligente sin necesidad de imponer un pensamiento rígido.

«La divina comedia de Oscar Wilde» // Javier de Isusi // Astiberri // 2019 // 29 euros

Cómic

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