Cuando leemos cómics de superhéroes estamos acostumbrados a ver esas viñetas espectaculares de mamporros, acción y movimiento en las que el superhéroe protagonista va a la caza de los malos, o a resolver los problemas de una población que está en apuros, mostrando todas sus habilidades y fuerzas sobrenaturales de las que ha sido dotado. Es un estereotipo común, e incluso, me atrevería a decir que esencial para que la narración gráfica del cómic de superhéroes funcione.
En los 80 Alan Moore y Dave Gibbons, mostraron una cara diferente de lo que era el típico superhéroe con su aclamado volumen Watchmen. Moore utilizó la historia como un medio para reflejar las ansiedades contemporáneas y criticar el concepto de superhéroe presentando una historia alternativa.
En España se lanzaron allá por 2004 el galardonado Santiago García (1968) (Premio Nacional de Cómic en 2015) y el dibujante Pepo Pérez (1969) con la primera serie (de cinco) de su característico y diferente superhéroe Titán, en el cómic titulado El Vecino (Asiberri). Consta de cinco entregas, de las que se han publicado tres hasta el momento, y ahora Astiberri edita en un solo volumen.
Todo empieza de forma muy normal y rutinaria en la vida de José Ramón, un estudiante de oposiciones que lleva una vida segura, ordenada y mantenida por sus padres que están en el pueblo… hasta que se topa en el edificio con su vecino Javier, entonces la tranquilidad se trunca. Por su parte, Javier es la antítesis. Es un superhéroe, y tiene que lidiar con su identidad secreta, su traje, sus pastillas de superpoderes… y sus mentiras. De hecho, su problema no es tanto vencer a los superenemigos de Titán, sino llegar a final de mes, o poder decirle la verdad a la chica a quien quiere.
En esta nueva edición el lector podrá apreciar mucho mejor la evolución gráfica de los cómics, uno de los factores destacados de la serie, además de la originalidad de que cada una de ellas tiene su propia personalidad, con unas diferencias más que significativas en ese dibujo de línea clara, y que funcionan a modo de cómics independientes, pero con el común denominador de la historia y la perspectiva diferente del discurso de superhéroes.
Una originalidad (como la de Watchmen) que funciona de forma genial, la de presentar un superhéroe desde una perspectiva mucho más intimista, destacando más su ser como persona y preocupaciones que como superhéroe, mostrando ese valor de no representar en ningún momento a Titán haciendo uso de sus superpoderes.
Las tres primeras entregas van como una montaña rusa, en lo referente al rol de cada uno de sus personajes que componen la historia y que hacen dotar a la trama de una gran estructura narrativa, bien compuesta y que hace mantener la atención del lector de forma continua. Una narración que de momento va muy completa, empleando en la primera entrega toques de humor, para pasar al segundo cargado de dramatismo y en el tercero nos encontramos ya con una narración mucho más madura y sosegada.
En El Vecino 1 (2004) la situación puede llegar incluso a ser totalmente costumbrista, con la excepción de la aparición de algunas viñetas en que rompen esa estructura como la que desarrolla el momento en que Javier se convirtió en Titán y la aparición del «malo» del cómic don Viktorr en el apartamento de Javier, en una genial escena cargada de humor y surrealismo.
En la segunda entrega los autores llevan al superhéroe a la calle, que para Santiago García era «la profesión lógica de la caída que el personaje había iniciado en El Vecino 1. Pero mi interés por la indigencia iba más allá de las exigencias del guión. En El Vecino 2 canalicé un miedo profundo e infantil a acabar sin casa y al margen de la sociedad, sumido en la miseria, rebuscando en los cubos de la basura. Un miedo que no remite con el paso de los años».
El Vecino 2 (2007) salta a un tratamiento gráfico de un trazo menos grueso y más exhuberante visualmente, desarrollando Pepo ambientes sórdidos y algo más oscuros que en la primera entrega.
Pero donde más se produce el salto cualitativo y gráfico es en El Vecino 3 (2009), en el que la puesta en página se vuelve rígida ofreciendo una rejilla de 4×4 y la significativa ausencia de color, por lo que, la narración gráfica cobra más peso sobre el texto, creando de esta forma una lectura más fluida y homogénea, siendo una puesta escena que permite un «acercamiento mayor a la intimidad de los personajes, despojándolos de su apariencia de actores en una obra», afirma García en los extras de la edición sobre el contexto de la obra, así como bocetos y textos explicativos del proceso creativo por parte de Pepo Pérez.
Pepo pone su experiencia con los lápices, «para mayor neutralidad emocional, dibujé todo con una línea regular de plumilla, lo que David Mazzucchelli denomina dumb line: aquella que no ‘sabe’ qué está describiendo porque no varía su grosor según la formas y texturas de lo que representa. El Vecino 3 en blanco y negro, para eliminar las pistas emocionales del color, salvo el botón o rojo de Titán. Un elemento cromático que sugiere la separación entre ‘realidad’ (en blanco y negro) y la fantasía».
En definitiva, una historia claramente inspirada en una realidad que se se encuentra en las calles y en los núcleos familiares, proporcionando así a la narración una riqueza que se aleja del estereotipo común de cómics de superhéroes.
Tres entregas hasta el momento geniales de esta sátira de superhéroe cargada de humor, costumbrismo y dramatismo real, en la que el propio superhéroe es el que debe ser rescatado. A ver con que nos sorprenden los autores en las próximas entregas.
Un cómic que además ha sido llevado a la televisión como serie a través de Netflix por Nacho Vigalondo, protagonizada por Quim Gutiérrez y Clara Lago.
«El Vecino. Origen» // Santiago García y Pepo Pérez // Astiberri // 2019 // 30 euros
Cómic